Regalo Navideño

CAPITULO 9

Después de besar a Pablo, pensé que se armaría la verdadera rueda de prensa. En ese momento, al darme cuenta de que lo había besado frente a todos ¡Frente a mi padre! Casi me desmayo. Pero todo el miedo se evaporó y dio paso a la sorpresa cuanto todos, excepto mi hermano, se levantaron y dieron saltitos alrededor, gritando: ¡Por fin!

No entendía ni una mierda de lo que pasaba, hasta que me explicaron que Pablo se había levantado temprano ese día y se dedicó a hablar con mi padre sobre los sentimientos que tenia hacia mí. No es que necesitara su consentimiento para tener un novio, ya estoy mayor, pero supongo que no quería hacer las cosas incomodas y que mi padre pensara lo peor de él.

Por otro lado... creo que la conversación debió de haber sido con mi hermano, quien no dejó de mirarlo con ganas de arrancarle la cabeza hasta que María se encargó de él, al susurrarle lo que supongo fue una advertencia al oído.

Luego de eso todo fue sensacional.

Pablo y yo... ¡Es alucinante!

Subo las escaleras hasta mi habitación para buscar la enorme funda de regalos que he comprado para lo que verdaderamente hace que nuestras navidades sean las mejores de todas. También tomo mi abrigo.

— ¡No lo puedo creer, Meli! —dice Julia, suspirando y cayendo de lleno en mi cama— Desde el día de hoy, creo ciegamente en los milagros navideños.

Rio con ganas.

Yo también lo hago...

***

Caminamos por las amplias calles de la ciudad y buscamos a todo aquel desamparado que lamentablemente no tiene un techo o la posibilidad de tener una comida o regalos de navidad.

Para estas fechas siempre hacemos lo mismo, tratamos de aportar al menos en lo mínimo a quienes lo necesitan, pues el verdadero significado de la época es este.

Mis padres cargan con fundas llenas de empaques con comida casera en ella, Pablo carga la funda de botellas de agua y Julia y yo nos encargamos de los regalos.

Cuando todas las fundas se agotan hemos beneficiado a unas cincuenta personas sin hogar. Y no hay pago en el mundo que nos haga más feliz que ver la cara de felicidad y, en veces, lágrimas de agradecimiento de aquellas personas.

Y somos inmensamente felices, porque aportamos nuestro pequeño granito de arena para que la navidad de esas personas mejorara aunque sea un poco.

Pablo se acerca a mi lado y me ofrece una botella de agua.

—Es maravilloso poder hacer esto —dice y da un pequeño beso a mi mejilla.

—Sí que lo es... —murmuro, observando como la última persona a la que ayudamos le da un fuerte abrazo a mi padre y se echa a llorar.

Esto es lo que hace nuestra navidad la más maravillosa.

Fin




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