La escuela no estaba muy lejos de casa, en media hora estuvieron frente a la puerta.
—Ten un hermoso día hija. —Ana se hincó junto a Natalia para besarla en la frente como hacía todos los días.
—Gracias mamá. ¿En la noche iremos a dejar la carta a Santa? —inquirió la niña.
Ana lo pensó. —Sí, muy posiblemente sí. Haré lo posible para llegar temprano por ti.
Nat entró a la escuela; en cuanto pasó la puerta se dio cuenta de que había un árbol enorme justo a un lado, brillaba demasiado.
«Quizás ese árbol lo verá Santa» pensó.
La profesora Leticia la tomó de la mano para llevarla al salón.
—Te gustó el árbol, ¿verdad Natalia?
La niña caminó pero no quitó la mirada de él, giró su cabeza un poco para seguir admirándolo.
—Sí —sonrió —, es muy bello. Ese arbolito sí lo verá Santa ¿verdad, mis Lety? Es muy brillante y lo verá.
La maestra solo sonrió y acarició su mejilla. —Sí Naty, seguro que sí.
❄☃
Una vez en el salón la maestra tenía una tarea muy entretenida que hoy harían. Colocó en cada mesa —ocupada normalmente por dos niños— botes de pintura, diamantina de colores, hojas blancas y crayones. Hoy fabricarían sus tarjetas de navidad.
Miss Lety se fue acercando a cada banca para mirar lo que hacían, platicar con los niños e incluso para ayudarlos. Tocó el turno de Natalia quien ya tenía cuatro tarjetas navideñas casi finalizadas. ¿Cuatro? Ella solo tenía conocimiento de la familia pequeña de la niña.
—¿Cuántas tarjetas hiciste, Natalia? —preguntó Lety.
—Cuatro maestra. ¿Le gustan? —sonrió la pequeña multicolor. Estaba embarrada de colores por todas partes.
—¡Sí, te quedaron lindas! Y ¿para quiénes son?
—Esta de aquí —señaló una con una nochebuena en el centro —, esa es para mi abuelita que le gustan las flores; esta otra —señaló una con un corazón gigante —, esa es para mi mamá. Esta otra —mostró una con un perrito —, esa es la de mi abuelito porque le gustan los perros... y esta, esta es muy especial —apuntó a la tarjeta que tenía diamantina dorada representando estrellas, un árbol inmenso y con muchos colores, pero lo que más resaltaba era un hombre grande y una niña pequeña —, esa tarjeta, la más bonita, se la daré a mi papá.
Algo no le cuadraba a Leticia; ella tenía conocimiento de la situación respecto a la mamá de Natalia: que era una madre soltera y sin contacto con el padre de Naty. ¿Cómo era posible que ella lo contemplara sin siquiera conocerlo?
—Muy bien, todas te quedaron hermosas Natalia; pero ¿cuándo le darás esa tarjeta a tu padre? —cuestionó.
—Cuando papá Noel me traiga uno. Esta noche le llevaremos la carta mamá y yo; fue lo único que le pediré.
Algo golpeó el corazón de Leticia, quizás fueron las palabras de Natalia o su rostro iluminado al pensar que Santa Claus podría cumplir su deseo... el deseo más noble que hasta ahora había podido conocer. Intentó no derramar las lágrimas que amenazaban con caer. Solo sonrió oprimiendo cualquier expresión.
Fue a su escritorio, pero su atención se centró solamente en la niña. Sin duda alguna tenía un corazón tan noble, tan puro. Y la lágrima que ella reprimió por fin cayó por sus mejillas.
Tomó el teléfono celular y buscó en su agenda telefónica el número de su mejor amiga, Ana, y escribió un mensaje de texto:
«Hay algo importante que necesito decirte ¿crees tener tiempo para un café hoy?»
Tiempo después llegó la contestación de Ana:
«¿Es sobre Naty? ¿Pasa algo? Podría por la tarde, quedamos en el café de siempre.»
Al terminar el día la abuela de Natalia fue por ella a la escuela. Hoy se dedicarían a cocinar galletas de mantequilla.