Al cruzar al otro lado, la casa está igual que como la recordaba: los muebles, la pequeña mesa, las flores de mamá, sus cortinas y adornos, los portaretratos hechos a mano, el pequeño árbol que en ninguna Navidad podía faltar y los dichosos bombillos. Súbitamente, observo cómo mi padre entra en escena, dejándome atónito. Él está igual que hace años y está sonriendo feliz mientras se acerca hacia donde me encuentro. Emocionado, extiendo mis brazos; sin embargo, él pasa de largo y me atraviesa. Al girarme, sorprendido, veo que se acerca a un pequeño Jasper de siete años.
Es en este momento cuando me percato de que soy como un fantasma. El desconcierto y el miedo que sentía hace unos minutos se ven reemplazados por el terror que me produce la idea de haber muerto. ¿Cuándo pasó? ¿Cómo regreso? ¿Qué fue lo que hice mal?. Ante los nervios que siento, comienzo a caminar en línea recta de un lado para otro, tratando de encontrar respuestas a mis preguntas, pero no hay nada.
En medio de mi histeria, escucho la voz de mi padre, devolviendome a esta nueva y dolorosa realidad en la que me encuentro.
_Y ¿qué quieres para navidad campeón?_ pregunta mi papá con una sonrisa mientras juega junto a mí.
_Ya le pedí mi regalo a Santa, pero es secreto_ le responde el mini yo poniendose los dedos en la boca, ante el gesto mi padre sonríe y asiente en complicidad.
_Chicos vengan a comer_ escucho otra voz, la cual pensé que nunca más escucharía
_Siiiiiiiiiiiiiiii_ grita el pequeño, mientras se levanta y corre con papá siguiéndole los talones.
Conmocionado, los sigo y lo primero que observo es a mi madre, la cual recibe al pequeño con los brazos abiertos. Al ver esta escena mis ojos se llenan de lágrimas al poder ver a mi madre otra vez, ella también se ve como hace años, feliz y radiante. Tras el efusivo abrazo, mi madre realiza una oración y después todos se sientan a comer mientras platican sobre su día entre risas y anécdotas.
De pronto, la escena avanza rápidamente y comienzo a ver las distintas Navidades que pasé junto a mis padres, primos y mi abuela, como si se tratara de una película. En todas se podía ver la ilusión y la alegría de un niño que, a pesar de no tener mucho, era feliz con lo que tenía.
Las escenas se detienen en esa última Navidad que pasé junto a ellos. Era Nochebuena, y ese año mis padres habían decidido que cenaríamos en casa de mi abuela junto a mis dos tíos y sus hijos.
Mi abuela estaba feliz de tenernos a todos allí, ya que no era costumbre que estuviéramos todos juntos. Esa noche, mis tíos se tenían que ir, por lo que mis primos se quedaron en casa de mi abuela. A la hora de irnos, convencí a mis padres de que nos quedáramos, pero ellos se negaron. Luego de charlar con mi abuela, accedieron a dejarme y prometieron que al día siguiente me recogerían, pero nunca llegaron.
Esa mañana de navidad, me desperté temprano, me aliste y salí corriendo esperando encontrarme a mis padres abajo, listo para partir y poder ver mi regalo de navidad; sin embargo, lo que encontré fue otra cosa.
_ Abuela, ¿por qué estás llorando?_ pregunta mi mini yo preocupado, sin saber lo que estaba pasando.
_Pequeño Jas, ven aquí_ susurró mi abuela extendiendo los brazos, para después fundirse en un abrazo con mi yo de pequeño.
Recuerdo como sus brazos me apretaban fuerte, tratando de protegerme y de darme el confort que no sabía que necesitaba.
_Pequeño Jas, tus padres murieron_ suelta de la nada, dejándome confundido.
_¿Qué?, no_ le respondo luego de unos segundos tratando de procesar lo que había escuchado_ Ellos prometieron regresar por mí.
_Lo siento, Jas. Sé cuánto los amabas, y ellos a ti mucho más. Por ese amor tan grande que sentían, sé que serás fuerte. Nunca estarás solo_ susurra con la voz entrecortada mientras me vuelve a estrechar entre sus brazos. Aún pasmado, comencé a sentir el peso de sus palabras, y fue entonces cuando, al comprender la situación, las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos y me uní a su llanto.
Después me enteré que nuestra casa se había incendiado por un corto circuito, ocasionado por las conexiones flojas de las luces navideñas, estas generan chispas y calor, al estar cerca de materiales inflamables, se incendiaron arrasando con todo a su paso.
Al ver la escena, comienzo a revivir el dolor y la tristeza que sentí ese día y los posteriores a ese. Agotado de esto, quiero salir y dejar de ver esto, pero simplemente no puedo, no puedo dejar de observar y revivir ese pasado que tanto he intentado olvidar y enterrar.
Pese a mi oposición las imágenes siguieron cambiando y presentando los días posteriores a su muerte, él como mi abuela trataba de animarme, pero yo ignoraba sus esfuerzos. Todos los días me preparaba mis comidas favoritas, incluidas sus galletas especiales, pero nada cambiaba mi estado de ánimo.
_Pequeño Jas tienes que comer_ le dice mi abuela a un Jasper de 14 años
_No quiero
_Aunque sea las galletas, sabes que estas son especiales y solo son para tí_ insiste, pero yo no le tómo importancia_ Estas galletas curan el dolor.
_Pero no reparan un corazón roto_ concluyó para después ponerme de pie y salir de ahí, pero su voz me detiene.