Regalos de Navidad

Epílogo

El tiempo es como un espejo que refleja nuestra realidad. Un día, nos vemos a nosotros mismos a través de él como extraños, como alguien que no somos, llenos de carencias inmateriales y de sentimientos negativos, distorsionando así nuestra imagen. Al día siguiente, nos liberamos de esas emociones tóxicas y descubrimos nuestra verdadera esencia: seres capaces de amar, perdonar y ser felices.

Amor, perdón y felicidad, tres sentimientos tan complejos pero a la vez tan simples que muchos buscan pero pocos encuentran, porque piensan que pueden encontrarlos en cualquier lado y de cualquier forma. Lo que desconocen es que estos no se encuentran así de fácil; los tres forman parte del proceso que es la vida. Se cultivan y se construyen en nuestro interior, y cuando esa semilla germina, podemos verlos manifestados en nuestras acciones y nuestra vida.

Después de mucho tiempo fue que lo entendí y comprendí que, en mi caso, no tenía que buscar mucho, simplemente poner de mi parte para que esa semilla, que sin saber estaba ahí, pudiera germinar transformando mi vida para mejor.

A pesar de las dificultades, ver a mi familia hace que sienta que puedo con todo, y me doy cuenta de que la vida es bella y que entiendo que detrás de cada tropiezo se esconde una lección, y en cada lección, un nuevo camino.

_Papá hasta cuando estaremos aquí_ dice mi pequeña Luz con cansancio, al mismo tiempo que juega con su maquillaje de juguete.

_Hasta que pase un alma solidaria y se apiade de nosotros_ dice mi esposa Natalia mientras se encuentra sentada bajo un árbol, acompañando a Luz.

_Lo mejor es ser optimistas_ les digo mientras mantengo mi teléfono al aire tratando de conseguir señal en vano.

_Lo mejor es comprarse un auto nuevo para no seguir pasando por esto.

_Sé que debería comprarme uno, pero me cuesta deshacerme de él por su valor emocional.

_Eso ya lo sé pero debes de intentarlo, tal vez podemos comprarnos uno más grande y familiar_ dice acercandose a mí y abranzandome por la espalda.

_Supongo que tienes razón_ contesto volteando

_Hasta cuando estaremos aquí_ dice apareciendo mi hijo Enmanuel con su teléfono en mano, por lo que mi esposa y yo suspiramos.

Hace unas dos horas que estamos varados a mitad de la carretera y, desde entonces, cada 5 minutos nuestros hijos se turnan para hacernos la misma pregunta o para quejarse. Enmanuel, el mayor, porque su teléfono cada vez tiene menos batería; Luz, la del medio, se queja porque ya quiere llegar a casa de mis tíos para jugar con sus primos, y Rud, que es la más pequeña y la que más habla, se ha mantenido casualmente callada desde hace rato, solo se ha mantenido jugando y corriendo por el lado de la carretera donde se averió nuestro auto.

_MAMÁ, MI SOMBRERO_ escucho el grito de Rud, por lo que de inmediato me giro asustado, al hacerlo observo como Rud pasa de largo por la carretera siguiendo su pequeño sombrero que es arrastrado por el viento.

_RUD, NO CORRAS POR LA CALLE SIN MIRAR A LOS LADOS_ grita mi esposa corriendo tras de ella junto a Luz.

_¿A dónde van todos?_ pregunta mi hijo confundido, sacando la cabeza por la ventanilla del auto.

_El sombrero de Rud salió volando y todas van detrás de él_ digo mientras observo a lo lejos como las chicas entran a un pequeño grupo de arboles al otro lado de la carretera, al ver esto me apresuro en tomar la mano de mi hijo y seguirlas antes de que se pierdan, aunque en el fondo presienta que no les pasará nada.

_Papá, pero y nuestras cosas

_Nadie se las robará, o eso creo_ le digo mientras cruzamos la carretera con prisa.

Mientras corremos, siento una especie de déjà vu, es como si hubiera estado aquí antes, pero no recuerdo en qué momento ni por qué. Tras 15 minutos trotando, comienzo a preocuparme al no verlas por ninguna parte, hasta que finalmente este sentimiento se va, al verlas sentadas debajo de un árbol.

_Hasta que al fin llegan_ dice Luz recibiendonos con los brazos cruzadas.

_Rud, ¿Porqué saliste corriendo así?_ le pregunto con la respiración un poco entrecortada

_Es mi sombrero favorito, no podía perderlo_ dice haciendo un puchero.

_Al parecer hay un pueblo a unos minutos de aquí, pensé que podríamos pedir ayuda para reparar el auto_ dice mi esposa dejandome confundido.

_Estas segura, no creo que haya alguna persona en kilometros

_Bueno, no perdemos nada intentandolo, hay que ser optimista, ¿no?

_Tienes razón_ le digo con una sonrisa, para acto seguido emprender la caminada hasta el dichoso pueblo.

Al cabo de unos minutos, todos nos miramos sorprendidos al ver que en realidad hay un pueblo, mis hijos no esperan ni dos segundos y salen corriendo observando todo a su alrededor con entusiasmo, mismo que comparto.

_De donde sacaran tanta energía_ dice mi esposa con una sonrisa

_¡De mí, por supuesto! ¡Soy el ejemplo a seguir!_ expreso con suficiencia.

_Sí claro_ responde entre risas_ supongo que debemos ir por ellos, antes de que se pierdan.

_Tu ve por ellos y yo veré si encuentro quien nos ayude_ le digo para segundos después ver como ella se adentra en el pueblo en busca de nuestros hijos.

Tras unos segundos suspiro con una sonrisa y termino de recorrer los pocos pasos que me separan de la entrada del pueblo. Al cruzarla muchos recuerdos me golpean de lleno, haciendome recordar de inmediato mi estadía aquí. Como pude olvidarlo, Rud, sus abuelos, sus amigos, y las visiones que tanto conflicto me causaron. Sorprendido y a la vez pasmado, camino más de prisa y noto que todo sigue igual, las decoraciones, las luces, los palos de la fogata y la alegría de la gente la cual me saluda al pasar.




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