Nicolás se desplazaba, en su lujosa camioneta, del trabajo a su apartamento, cuando un trancón lo atrapó.
—¡DEMONIOS! –pensó Nicolás en silencio- Todos los civiles tienen que estar en la calle a esta hora, cuando estuve en la estación hasta las 22 horas no había nadie en la calle. Si los civiles se supieran organizar, no sucederían estas cosas.
Después de dos horas en el trancón Nicolás llegó a su departamento.
—Hola muchacho –le dijo Nicolás a su perro, un bulldog, mientras lo acariciaba.
Nicolás se sentó cansado en su sillón y pidió una pizza a domicilio. Mientras esperaba la pizza, empezó a recordar la disciplina que había aprendido en las instituciones militares donde había estudiado.
—Eso es lo que la hace falta a los civiles –pensó Nicolás en silencio- ¡DISCIPLINA!
Nicolás había estudiado siempre en instituciones militares porque su padre, el Sargento Ortega, quería que siguiera sus pasos. Fue a la universidad de la policía, cuando se graduó, gracias a su disciplina, ascendió rápidamente a Coronel.