Reglas

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Muerta. Si me tuviera que describir en este momento con una sola palabra, esa sería, muerta en vida. Ver el cuerpo inmóvil, pálido, provocando que todas las heridas resalten me mataba. Me mataba verlo así, quizá él es el único muerto, pero se ha llevado gran parte de mí. Siempre supe que las personas no eran eternas, pero jamás creí que dolería tanto una partida ¿A dónde irá su alma? ¿Habrá un Dios, un lugar para los buenos y otro para los malos? No lo sé, pero definitivamente sé que él iría al de los buenos, o será simplemente que no hay nada. ¿Que será de él? ¿Simplemente no habrá nada, muere y ya? ¿Obscuridad absoluta y permanente? 

Si es que algo existe, algún ser todo poderoso superior, o el karma, suplico, imploro y pido que lo que sea que sea, que ocurra con él, sea bueno, no, genial, estupendo, maravilloso. Porque jamás en mi vida estuve segura en algo, salvo de dos simples cosas, y una de ellas es que él, mi padre, era una de las mejores personas de este mundo. Este podrido mundo lleno de personas cegadas por el egoísmo y la superioridad. Este asqueroso mundo donde un simple pedazo de papel con un determinado mundo decide que será de tu vida, y si no lo tienes te mueres. Este repugnante mundo donde todo es una carrera, y los que ganan se regodean, donde la avaricia controla y donde las apariencias engañan, donde la maldad luce como bondad. Donde matan animales para deleitarse de lujos. Donde si un niño roba un pan porque muere de hambre, lo condenan a pena de muerte. Donde la vida no se siente como un lujo, sino como un castigo.

- Es hora. - Dijo Alexander, y mi mirada se poso por última vez en aquel cajón fúnebre abierto, permitiendo ver el pálido cadáver de aquel hombre que me amo, y al cual ame mas que a nadie.

-Bien. - El dio un asentimiento y comenzaron a bajar el cajón. Una vez que toco fondo, los tres tomamos un puñado de tierra y nos agachamos frente a aquel agujero en el suelo. Nuestras miradas se conectaron. Pude ver un brillo en los ojos de Connor, y una lagrima en los de Alexander. Y los míos, los míos mostraban una insaciable sed de venganza. Se metieron con la persona equivocada. Estoy mas que segura de que eso no fue un accidente, y no descansaría hasta probarlo. Y hasta hacer suplica que paré con mi venganza a los asesinos de mi padre.

Ya nada me importaba, quería ver arder a esas personas, y yo, soy la gasolina que hará de esas chispas de fuego, una gran hoguera, que quemará todo lo que se atraviese en su camino. Querían jugar con fuego, bien, ahora prepárense para quemarse.

Abrimos las manos, dejando caer la tierra, nos pusimos de pie y nos dirigimos en completo silencio hasta nuestra casa.

- ¿Qué haremos? - Pregunte con mi voz ronca de tanto llorar.

- No lo sé... - Dijo Alexander tirando mechones de su cabello, claramente esta nervioso. ¿Y acaso alguno no lo esta? Podía pasar de todo.

- Algo debemos hacer, no podemos descuidarnos, ¿Que tal si le pasa algo a Connor?

- ¿Ya vas a empezar? Por favor, ¡Cállate, Hayley! Acabamos de sepultar a nuestro difunto padre y va comenzarás con tus estúpidas teorías, necesito un respiro, no me esperen despiertos. - Dijo tomando las llaves del auto, y antes de que pudiera recriminarle algo, ya se había ido.

Connor se mordía su labio inferior, ocultando una mueca que no logro distinguir. Mi cara de pocos amigos le indico que se fuera, ahorrándome gastar saliva.

 

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Martes por la noche. Y me encuentro estudiando. 

Alex y yo no hemos vuelto a cruzar palabras, no desde que volvió ebrio. Le he dicho que él se ocupará de Connor, que debía ponerse los pantalones y hacerse responsable de una vez, él era el hermano mayor. Se que suena egoísta, pero yo había conseguido un trabajo, al salir de la escuela comenzaba mi turno como cajera en un lugar de comida rápida. Volvía a las 20:00 a mi casa.

Pero, ¿Y él que hacía? Nada, todas las noches volvía ebrio y golpeado a la casa. Se que la muerte de mi padre es algo duro, imposible de afrontar en tan poco tiempo, yo sufría en silencio, pero, debíamos cooperar, Connor era menor de edad, y bueno, yo igual, pero en unos días ya cumpliría la mayoría, así que no me preocupaba. Pero, podría venir una asistente social, y si nos creía incapaces de cuidar de él, nos lo quitarían y llevarían a un orfanato. 

 

 

El sonido de unas llaves me alertaron, pero, al aromarse el cuerpo de mi hermano, mis músculos se relajaron.  Aunque esa tranquilidad no duro mucho, él apenas si podía sostenerse, y con ayuda de la maldita puerta.

- ¡Basta! ¡¿Puedes dejar de actuar como un maldito imbécil?! Debes dejar de llegar así, conseguir un trabajo y estudiar. ¡Puden quitarnos a Connor por tu culpa! Eres el único adulto aquí, y eres el único que se comporta de todo menos como uno. ¡Estoy harta! - Dije cegada por la ira.

- Cállate mocosa. - Dijo arrastrando las palabras, y creo que intentando sonar amenazante.

- No me digas que hacer, no eres nadie.

- ¡Soy tu hermano mayor, y a mí me respetas! - Dijo estampando su mano en mi mejilla. El impacto fue tan fuerte que provocó que me fuera directo al suelo. Las lagrimas no tardaron en aparecer. Él jamás me había golpeado. 




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