Julián.
Si el apocalipsis tuviera forma humana, se parecería mucho a Héctor Mendoza la mañana de hoy.
Llevo observándolo desde hace media hora, escondido estratégicamente detrás de mi taza de café. El espectáculo es fascinante: camisa blanca planchada no una, sino tres veces (sí, lo conté); corbata azul ajustada con precisión milimétrica frente al espejo; zapatos que ha lustrado hasta poder ver su reflejo en ellos. Y todo esto acompañado por un murmullo constante que suena sospechosamente a frases ensayadas.
—La implementación de modelos estadísticos avanzados permite una aproximación más precisa a... —se interrumpe, niega con la cabeza y vuelve a empezar—. Los beneficios de implementar estos modelos estadísticos se reflejan claramente en...
Es como observar a un actor preparándose para el papel de "Profesor Perfecto: El Musical". Si existiera una olimpiada de planchar camisas, Héctor ya tendría el oro, la plata y probablemente habría inventado una nueva categoría para seguir ganando medallas.
—¿Sabes que hablas solo? —le digo finalmente, incapaz de contenerme más.
Héctor se sobresalta como si hubiera olvidado por completo mi existencia. Me mira a través del reflejo del espejo, ajustándose las gafas con ese gesto nervioso que ya reconozco.
—Estoy preparando mi presentación —responde secamente—. Es una reunión importante con el departamento. Presentaré mi propuesta para un nuevo enfoque metodológico.
—Suena... apasionante —digo, intentando sin éxito ocultar mi bostezo.
—No espero que lo entiendas —replica, ahora revisando su maletín por tercera vez—. No todos valoramos la preparación adecuada.
Estoy a punto de lanzarle una respuesta ingeniosa cuando su teléfono emite un tono diferente. Héctor se congela por un microsegundo antes de lanzarse sobre el dispositivo con una urgencia que nunca le había visto. ¿Es eso una sonrisa? ¿El apocalipsis puede sonreír?
—Valeria —dice al contestar, y su voz cambia a algo más suave, casi irreconocible.
Inclino mi cuerpo disimuladamente para ver la pantalla. En ella aparece una mujer que parece salida directamente de un anuncio de perfumes caros: cabello negro perfectamente peinado, maquillaje sutil pero impecable, y una sonrisa que revela dientes tan perfectos que casi me ofenden personalmente.
—Hola, cariño —dice ella con una voz melodiosa—. ¿Estás listo para tu gran día?
¿Cariño? ¿CARIÑO? ¿El robot Héctor tiene novia? Y no cualquier novia, sino una que parece la versión humana de esas casas perfectamente decoradas de Instagram donde hasta las frutas combinan con los cojines. Mi cerebro necesita un momento para procesar esta nueva información.
—Sí, todo está preparado —responde Héctor, y juro que su postura se ha vuelto aún más rígida, como si estuviera en una inspección militar—. Revisé la presentación anoche por última vez.
—Estoy segura de que los impresionarás —dice Valeria con esa confianza que solo tienen las personas que nunca han fallado en público—. Recuerda mantener contacto visual y...
Es en este momento cuando mi autocontrol me abandona completamente. Me acerco al encuadre de la videollamada y me inclino sobre el hombro de Héctor.
—¡Hola! Soy Julián, el compañero de piso accidental. Un placer conocer a la novia del profesor.
Héctor se tensa tanto que temo que pueda romperse algún tendón. Valeria, por su parte, muestra apenas un parpadeo de sorpresa antes de componer una sonrisa educada que no llega completamente a sus ojos.
—Ah, el fotógrafo —dice con un tono que logra ser cordial y distante a la vez—. Héctor me ha hablado de ti.
—¿En serio? —pregunto con fingida sorpresa—. Espero que solo las partes buenas, como mi extraordinario talento para reorganizar libros por colores.
La mirada que me lanza Héctor podría congelar el infierno.
Valeria mantiene su sonrisa perfecta, pero algo en sus ojos cambia.
—Es... interesante que alguien con un enfoque tan... creativo comparta espacio con Héctor —dice con delicadeza calculada—. Debe ser enriquecedor para ambos. O desafiante, al menos.
En ese momento comprendo que Valeria es mucho más peligrosa de lo que aparenta. Detrás de esa fachada de perfección hay alguien que podría destruirte con un cumplido envuelto en seda.
—Oh, desafiante es quedarse corto —respondo con una sonrisa amplia—. Pero estamos sobreviviendo. Incluso creo que he logrado que Héctor respire normalmente cuando ve una taza fuera de sitio.
—Fascinante —murmura ella antes de volver su atención a Héctor—. Cariño, no olvides los puntos que discutimos sobre la presentación. El enfoque práctico siempre resulta más convincente que el puramente teórico.
—Lo sé, lo tengo controlado —responde él, y por primera vez noto una ligera irritación en su voz.
Interesante. Muy interesante.
Después de despedirse con frases tan perfectamente estructuradas que podrían estar escritas en un manual, Héctor cuelga la llamada y me mira con una mezcla de fastidio y resignación.
—¿Era necesario? —pregunta.
Editado: 31.05.2025