Reglas para el matrimonio

02

Sábado 06 de noviembre, 2025.

Se moderó, al menos lo intentó. Quién diría que esas baratijas de tela valdrían millonadas para ese hombre orgulloso. Le vendió cada prenda que cubría su cuerpo hasta que finalmente, lo único que quedó expuesto fue su piel desnuda dentro de una habitación de hotel. Entonces, habiendo preparado con antelación el escenario, ambiente y consumiendo a más no poder la paciencia del griego, le puso un precio bastante exorbitante a su virginidad.

Había ganado un montón de dinero en una noche, pero ¿a qué costo? se reprendía experimentando cómo sonaban sus huesos y la dolencia en cada rincón de su silueta femenina. Ese hombre era el tipo de cliente que se desquitaba en la cama. La había hecho trizas y más siendo la primera vez que alguien del sexo opuesto la tocaba. Entrada la madrugada, recién la había soltado tras rondas intensas y tortuosas de intimidad. Sin embargo, la breve conversación que tuvieron mientras Ares firmaba un cheque, se quedó grabada en la mente de Calíope.

—Fue mejor de lo esperado. —elogió su buena química en tanto la griega luchaba por recomponerse y ponerse la ropa que le trajeron. —Me gusta probar diferentes cortes de carne, porque comer lo de siempre es aburrido. —comentó, pareciendo hablar sobre comida, pero era evidente que dado el contexto, no era así. La pelinegra tronó los dientes, escuchando: —Creo que te seguiré viendo. —afirmó como señal de que lo ocurrido le gustó bastante como para hacer una excepción. Sonrió, tirando el cheque, entonces se fue.

Calíope alzó el dedo del medio con cólera y declaró:

—¡Espero no volver a verte!

Ya había obtenido lo que necesitaba para el costo de la operación y el marcapasos de su abuelo, por lo que el resto podía conseguirlo únicamente bailando en ese cabaret. Esta fue la primera y única vez que se prostituía, se prometió. No debía preocuparse, porque hombres como ese, siempre buscaban novedades y una vez que probaban la pureza de una, iban tras otra y así. Estaba todo bien. Eso pensaba hasta que esa noche, Ares volvió a aparecer en el cabaret y aunque se negó a que la situación se repitiera, él continuó yendo noche tras noche.

***

Dos semanas después.

En primer lugar, ¿por qué se metió en esta vida? La respuesta de Calíope era sencilla. Inició como pianista en este cabaret, debido a problemas financieros y luego accedió a subastar su virginidad al mejor postor, porque su abuelo sufría del corazón y su abuela por intentar ayudar, se lastimó la espalda. En conclusión, en su espalda llevaba la responsabilidad de cuidar a aquella pareja de ancianos que la crió. Pudo haberlos abandonarlos, no sentirse responsable, pero ellos eran su familia e iba a protegerlos.

Por otro lado, estaba ese hombre, ese que fue su primer cliente y que ahora sonreía con soberbia, estando junto a ella en la oficina de la dueña. Por casi tres semanas, el griego había venido a verla y pedir su acompañamiento, negándose Calíope en cada ocasión.

Era consciente que el sujeto se convirtió en un cliente VIP y demandaba tenerla a su disposición y exclusividad. En otro momento y tiempo, la dueña se habría puesto de lado suyo pese a que si lo perdían como cliente, habría muchas pérdidas. No obstante, ahora la dueña estaba ausente y quien tenía control absoluto era su hijo quien no miraba sentimentalismo, sino beneficios y estaba encantado con Ares.

Calíope miró rencorosa a Dionel; hijo de la dueña. Había subestimado el interés de Ares, porque duró más de lo esperado. Mucho antes de conocerlo, Calíope no era más que una simple artista musical de veintitrés años que se ganaba el dinero tocando el piano o cualquier otro instrumento en un cabaret. Había tenido otros empleos, pero ninguno como este que le pagaba casi el doble.

Dionel se aclaró la garganta y pronunció:

—No se preocupe, mi señor. Nuestra Calíope no aceptará más invitaciones o propuestas que la suya, nosotros nos encargáremos de cuidarla. —prometió cegado por la cantidad de millones que el tipo poseía y ofrecía para que Calíope no aceptara a otros clientes.

La griega hizo una mueca a punto de decirle a Dionel; ¿por qué no entregas mejor tu trasero?

—Confiaré en tu palabra. —sonrió Ares, poniéndose de pie. —Espero que tu baile de esta noche me lo dediques. —añadió luciendo animado. La griega masculló, sabiendo que ese comportamiento y expresiones no eran más que una máscara.

Tarde o temprano, la convertiría en su amante y nada más que eso, jamás podría aspirar a algún puesto decente más que el de una prostituta exclusiva o un juguete nuevo, se dijo la griega resentida.

—Claro que lo hará. Será especialmente para usted. —habló Dionel por Calíope.

Y así, Ares se retiró, dejándolos a ambos. Dionel se apresuró a ordenar con rudeza y advertirle:

—Si ese hombre te desea para un acostón, entonces vas y te acuestas con él ¡¿entendido?! ¡Mi madre no está aquí, así que lo que yo diga es ley! —le remarcó para que supiera su lugar. Una vez que ingresaba a este mundo, jamás saldría con voluntad propia.

Calíope agachó la mirada, soportándolo.

—Atenderé al señor como es debido.

Una vez la dominó, Dionel la mandó a trabajar. En base a esa pequeña conversación y como era evidente lo que sucedería, no tomó ni una semana hasta que Ares la hizo su amante. Aunque seguía bailando en el cabaret, cada noche estaba reservada para servirle. Lo que la tenía más paranoica era un único hecho. Tan pronto como Ares confirmó que estaba limpia y libre de enfermedades, dejó de usar protección. Eso la trastornó lo que conllevó a que sugiriera:



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En el texto hay: contrato, embarazo, matrimonio acordado

Editado: 20.02.2025

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