Regresa

REGRESA

Mis manos temblaban un poco y mi respiración se sentía pesada, era una sensación por la que solía pasar mucho.

 

Respiré hondo tratando de calmarme. Coloqué mis dedos en posición, cada uno sobre su respectiva tecla y mis ojos se fijaron en la partitura frente a mi.

 

La vida había sido cruel conmigo, tenía muchas dudas y preguntas, pero nada de eso importaba en ese instante, solo el demostrar que a pesar de todo pude salir adelante.
 

Que el público sintiera lo que hay en mi.
 

Asintiendo con la cabeza a mi acompañante, empecé a tocar.

Caminaba por los pasillos de aquella gran mansión, se suponía que no debía salir de la zona de servicio, pero recién tenia 8 años, la curiosidad y el desobedecer las órdenes estaban en su punto más alto.

 

Una melodía suave captó mi atención mientras caminaba, era lo más bonito que había escuchado en toda la vida.

Lentamente abrí la puerta de donde provenía el sonido y pude ver a la responsable del mismo. La señora de la casa se encontraba sentada frente a un gran piano, tocando con sus ojos cerrados.

 

La observé por unos segundos, su rostro expresaba completa paz y tranquilidad, esa misma sensación que trasmitía al tocar cada una de las notas en el piano.

 

La seguí viendo hasta que aquella canción se detuvo. En ese instante salí del transe. Comencé a retroceder tratando de hacer el menor ruido posible. No quería un llamado de atención de los dueños por estar donde no debía.

 

—Hola, pequeño —me habló la mujer.

 

Dirigí mi vista a ella y la vi con una expresión tranquila en su rostro. En ese entonces, de verdad, me esperaba un regaño y un castigo, pero no fue así.

 

—¿Sabes tocar? —me preguntó la mujer de cabello negro.
 

Yo solo negué con la cabeza, no sabía de qué forma debía hablarle.

 

—¿Quieres aprender? —preguntó.

 

Yo no respondí, solo baje la cabeza.

 

—Ven —dijo mientras hacía un puesto a su lado y daba leves palmadas.

 

La observé por un segundo y seguido de eso di un paso atrás y salí corriendo.

 

Nunca había tratado con ninguno de los dueños, pero papá me había ordenado seriamente que no debía acercarme a ellos.

 

La melodía empezó a salir mediante presionaba las teclas. En mi mente sólo flotaban recuerdos de mi niñez, de aquella mujer que hizo que este amor por la música y el piano naciera.

 

Una niñez en la cual...
 

—Quédate quieto —alguien dijo desde el otro lado de la puerta.

 

—Papá —susurré.

 

—¿Por qué haces esto? —Escuché hablar al dueño de la casa —, creí que...
 

—Cállate —habló una tercera voz.
 

El sonido de un disparo resonó por todo el lugar causando una sensación de pánico en mi.

 

Abrí la puerta. Vi como un hombre apuntaba un arma en dirección al dueño de la casa y este solo observaba a su esposa tirada en el suelo metros atrás. Uno de los hombres se giró en mi dirección.

 

—Kevin —susurró.

 

—¿Papá?
 

—No debe de haber testigos —dijo el otro hombre.

 

Papá se abalanzó sobre mí y en ese instante escuché un segundo disparo.

 

El cuerpo de papá cayó a mi lado y vi como el otro hombre corría y salía por la puerta.
 

—Papá.
 

Mi boca tembló.
 

Acerque mi mano a su máscara y dejé a la vista su rostro.
 

Escuché gritos en el fondo, pero no les preste atención, hasta que...

 

—¡Una ambulancia! —Escuché que gritó el dueño de la casa.
 

—Kevin —dijo mi padre al tiempo que sangre salía de su boca —, Perdóname.
 

Un charco de sangre inició a salir debajo de él.

 

—Papá.
 

En ese instante las lagrimas se iniciaron a acumular en mi rostro.
 

La presión sobre cada una de las teclas era mayor, ya no era aquella melodía delicada, la misma que tocaba aquella mujer, ahora sonaba más fuerte y se sentía más pesado el ambiente.

 

Desde aquel día miles de preguntas se habían acumulado en mi mente y ninguna parecía tener una respuesta coherente.

 

Noté como cada vez tocaba más rápido y mi acompañante con su violín trataba de seguirme el paso, se sentía como si hubiera una competencia entre los dos, pero la verdad era que en realidad esa batalla era conmigo mismo.

 

Toda mi vida se fue a la basura después de aquel día, ya nada volvió a ser igual después de su partida, simplemente todo fue de mal en peor.

 

—¡Mamá! —gritaba mientras veía como unos policías se la llevaban.
 

—Tranquilo, pequeño tu...

 

—¡Yo quiero a mi mamá! - seguí gritando y mordí la mano de la mujer que me sujetaba.

 

Corrí en dirección a mi mamá y la abracé.
 

—Kevin. —La escuché.

 

—Debes soltarla —habló una voz a mis espaldas.
 

Alguien me sujetó del brazo, pero yo solo me aferré más a mi mamá.
 

—Hijo —habló mamá -, déjame ir, ellos te llevarán con tu abuela, ella se ara cargo de ti por un tiempo.
 

—No, yo no quiero —dije entre lágrimas —, !Papá se fue y no quiero que tu también me dejes! —grité.
 

—Kevin —Susurró.
 

En ese instante otra persona me agarró del brazo y con un movimiento brusco me separó de mi mamá.

 

—¡Mamá! —grité con todas mis fuerzas. —Suéltenme, yo voy con ella —decía entre lágrimas.
 

No quería que me alejaran de ella, era lo único que me quedaba.

 

—Kevin —me dijo seria mamá —, has lo que dicen.




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