—El chip de rastreo es efectivo, señora Lupin y no necesita andar controlándolo a cada rato, el objetivo es usarlo si el perro se llega a perder. Puede verlo usted misma desde la aplicación o solicitárselo a cualquier veterinario, no solo a mí o a mi compañera.
La señora suspira y abraza a su perro con una sonrisa.
—De acuerdo. Siento molestarte, Dafne, es que esto es algo nuevo para mí y amo mucho a mi Petuña.
—No se preocupe. Aquí estoy todas las veces que me necesite para resolver cualquier duda, sin importar que tan tonta puede considerar la pregunta.
Ella aprieta mi mano y sale contenta de la consulta. No hago otra cosa más que reír.
—Tienes la paciencia de un santo, Daf. —exclama mi mejor amiga y socia Dara.
—En esta profesión debemos tener paciencia, pues los animales no hablan y los dueños pueden ser más intensos de lo que imaginamos.
—Como el señor raro de la semana pasada que preguntó si podía tener un tigre como mascota.
—Poder se puede, pero que lo tenga sin correr el riesgo de que se coma el perro o gato de algún vecino, o a él mismo, es otra cuestión. La gente ama tener animales salvajes y exóticos de mascotas, pero no saben lidiar con ellos y cuando se dan cuenta es tarde.
—Porque ya se comió al dueño o a un ser querido.
—Aunque no estaría mal si se lo comiera a él.
—¡Dara!
Reímos.
—Bueno, preparémonos para cerrar. Necesito una larga ducha caliente.
—Y sexo.
—Eso también, pero por ahora me conformo con la ducha y una copa de vino. Tú deberías tener sexo. Ya pasaron casi tres años de la muerte de Leo y no has salido con nadie desde entonces.
—Estoy bien.
Dara quiere agregar algo más, pero no lo hace. Decide dar un último vistazo a los animales internados y hablar con el veterinario de guardia de la noche mientras yo camino a la oficina para terminar una historia médica.
Mis padres también dicen que debería darle una oportunidad al amor de nuevo, pero yo no estoy segura de querer hacerlo.
Mi primer novio Rush me rompió el corazón tras irse como lo hizo, tanto que no quise saber nada de él y le prohibí a mis padres que mencionaran algo sobre él. Me he cruzado a su familia en la ciudad, nos hemos saludado con amabilidad y me he vuelto algo cercana a Jenna, la madre de Rush, luego entablar amistad con su nuera Alison. Además, mi madre y ella se hicieron más cercanas cinco años atrás cuando su esposo falleció y más tarde cuando se mudó al lado de la casa de mis padres. Yo en aquel momento estaba de viaje y no pude asistir al velorio, pero mis padres sí lo hicieron y le brindaron apoyo.
Ralph se hizo cargo del negocio familiar, de la constructora y actualmente lo maneja con su esposa Alison. Los han hecho un buen trabajo y trabajan bien en equipo, según escuché comentar a Jenna, quien se mantiene al margen del negocio porque no es para ella. Prefiere enfocarse en su pequeña nieta de un año y dedicarle tiempo a su tienda de artesanías.
Luego de Rush, no creí que volvería a confiar en un hombre y dos años después conocí a Leo, con quien compartíamos el amor por los animales y los viajes. No llegué a enamorarme de él, no como de Rush, pero me casé con él porque lo amaba. Aunque tuvimos nuestras diferencias durante los casi ocho años que estuvimos juntos, éramos felices, hasta que la muerte le llegó antes de tiempo y se fue rompiendo mi corazón por segunda vez, si bien con él no pude enojarme porque no lo hizo al propósito.
Desde entonces decidí enfocarme en la clínica veterinaria que abrimos juntos, en mis amigos y disfrutar sin pensar tanto. Admito que hubiera deseado tener un hijo y no se dio, pero aun así soy feliz.
Admito que al principio fue un poco duro, pero llegó Dara para rescatarme, por así decirlo, y todo ha sido mejor con ella.
Miro el portarretrato que tengo en el escritorio y sonrío. Leo y yo el día de nuestra boda. No era con él con quien me imaginaba casada, aun así, pasó y fue un gran día.
Aparto la mirada y termino el expediente del nuevo gato adoptado del refugio. Dara me avisa que se va y me invita a tomar un vino en su departamento que está aquí al lado y acepto.
—No tengo problemas en beber sola, pero acompañada evita que me termine la botella. —reímos.
Agarro mis cosas y respondo el teléfono.
—Hola, mamá.
—Daf…
Dejo de sonreír.
—¿Qué pasó? ¿Por qué suenas alterada?
—Tu padre me acaba de avisar que Ralph y Alison tuvieron un accidente en su auto y están en la clínica.
—¿Y Ambar?
El corazón se me acelera al pensar que su hija viajaba con ellos.
—No viajaba con ellos—suspiro, aliviada—. Ella está con Jenna y quería saber si puedes ir a su casa y quedarte con Ambar mientras acompaño a Jenna al hospital. No creo que sea prudente llevar a la niña.
Dara se arrima con cara de preocupación.
—Claro, ahora mismo voy para allá.