Luego de un día ajetreado en la clínica, pensé que relajarme un rato no me vendría mal, por eso mismo acepté el ofrecimiento de Lauren de tomar algo y traje a Dara conmigo.
Lo último que esperaba era que Rush estuviera aquí y no puedo decir nada porque Jeff y él eran amigos en la escuela, si bien no sabía que volvieron a tener contacto.
Lo último que supe, en la reunión de ex alumnos de hace dos años, es que Rush no mantuvo contacto con nadie una vez que se fue a Londres. Ni indagué demasiado. Solo me quedé media hora, el tiempo suficiente para que me dieran el pesame por mi esposo muerto y me enterara quien estaba embarazada, casada, divorciada y quien seguía siendo un idiota. Nunca tuve muchos amigos y no me sentía cómoda en ese lugar. Si no hubiera por la esposa de Jeff que me cruzó en el baño y hablamos, me habría ido a los cinco minutos.
Dara se levanta diciendo que debe ir a casa de la señora Lewis. Me ofrezco a acompañarla y me dice que no hace falta. Ella es bastante odiosa, en especial con su gata, y Dara sabe manejarla.
—¿Qué le pasó a su gata? —pregunta Lauren.
—El gato del vecino la embarazó y parece que tiene problemas para parir—deja unos billetes en la mesa—. Al menos me pude tomar una cerveza. Te veo mañana, Daf. Adiós a los demás.
—Le dijimos que la castrara a los seis meses y dijo que no le parecía bien hacer eso. Nos juró que no quedaría preñada porque estaba dentro de casa y ella la cuida bien. —agrego.
—Siento pena por la gata. La señora Lewis va al salón donde trabajo y es bastante…
—Insoportable—termino por ella y reímos—. Tranquila, lo sé. A mí no me quiere porque no le gusta que le diga lo que pienso. Leo era quien solía tratar con ella y por suerte apareció Dara que sabe seguirle la corriente.
—Tu esposo era un santo, así que no lo dudo—se levanta Lauren—. Vamos a bailar, Jeff.
El aludido apartar la mirada de Rush y suspira.
—Cariño, estás embarazada.
—Y aún puedo mover los pies. Vamos, antes de que me crezca más la panza y no pueda moverme sin que la vejiga me quiera joder.
Reímos.
Jeff no es fan de bailar, pero ama a su mujer y le da con todos los gustos. Se acaba la cerveza de un trago y se pone de pie para luego ir a la pista pequeña del bar y bailar una canción movida.
Rush y yo nos quedamos solos y no se me ocurre de que hablar. No quiero preguntarle por su vida en Londres porque me dirá que no es asunto mío. Ya intenté ser cordial.
Sé que Ambar está con Jenna en casa de mis padres porque mamá me lo contó preguntando si quería ir a cenar.
—Hacen linda pareja. No imaginaba a Jeff casado. Solía ser uno de los mujeriegos del instituto.
Observo a la pareja moverse al compás de la música y sonrío.
—No empezó a salir en serio con Lauren, era solo sexo, pero ella se enamoró de él y lo dejó después de que él no quisiera ponerse serio, eso lo hizo reaccionar y le dijo que la amaba, unos meses después le propuso matrimonio. Son tal para cual.
Bebo un poco de cerveza.
—¿Cómo estuvo el trabajo? El mío estuvo pesado. Mucha información de la empresa. Mamá se llevó a Ambar a comer con tus padres y Jeff me interceptó en el camino. No pude decirle que no.
—Es difícil decirle que no a Jeff o a Lauren. Mi trabajo fue pesado también. Tuvimos dos cirugías. Una castración a una perra y un tumor en ovario de otra perra. Luego tuve que ir al refugio a vacunar a perros y gatos.
—Amas tu trabajo.
—Por supuesto. No podría dedicarme a otra cosa. La sensación que me produce salvar una vida animal compensa el maltrato animal infringidos por humanos.
—¿Tú abriste el refugio? Recuerdo que querías hacer eso.
—No, Leo y yo lo consideramos, pero había mucha burocracia, así que decidimos invertir dinero en un refugio pequeño y buscamos patrocinadores. De esa forma se pudo ampliar y mejorar el lugar, contratar más personal y voluntarios. Cada tres meses hacemos campañas de adopción, vacunación y castración.
—Tu esposo parecía ser una versión masculina tuya.
Me río porque es lo que mis padres solían decir. Mamá decía que Leo y yo encajaríamos más como hermanos y mejores amigos que como marido y mujer.
—Sí, eso creo. Compartíamos las mismas metas, sueños y valores. Bueno, casi. Fue mi mejor amigo además de mi esposo y compañero de trabajo.
Sacudo la cabeza y bebo un poco de cerveza. Es extraño estar hablando de mi esposo muerto con mi exnovio.
Me sorprende que pregunte.
—Me alegra que hayas sido feliz y lo seas a pesar de todo. Al menos uno de los dos tiene una buena vida. Claro que en mi caso es por mi culpa, por mis decisiones egoístas.
Rush realmente parece perdido.
—¿Puedo preguntar por tu trabajo y tu vida en Londres o me dirás que no es asunto mío?
Él suspira.
—Siento haberte dicho eso. Estaba furioso ese día con mi ex jefe. Mi trabajo era bastante demandante y me tocaba viajar por diferentes partes de Europa. No me molestaba porque me gustaba. Hace unos meses mi jefe decidió que su inútil hijo de veinticinco años se hiciera cargo de la empresa. Lo que llevó a que yo hiciera el trabajo y él se quedara con el crédito.