Regresar a Casa

PROLOGO

No sé exactamente cuándo comenzó mi alejamiento. No hubo un día específico, una fecha marcada en el calendario que señalara el inicio de mi caída. Fue más bien un proceso lento, casi imperceptible. Como una brisa suave que al principio parece inofensiva, pero que con el tiempo se convierte en un huracán que arrasa con todo a su paso. No me desperté una mañana diciendo: “Hoy voy a olvidarme de Dios”. Fue un desgaste, una grieta diminuta en el alma que, sin darme cuenta, se convirtió en un abismo.

No quiero que leas esto pensando que soy fuerte. Ni mucho menos que lo tengo todo resuelto. No soy una heroína. Tampoco una santa. Solo soy una chica que se perdió. Que se cansó. Que se rompió en mil pedazos sin saber cómo volver a juntar ni uno. Me alejé de Dios. Lo eché de mi vida. Me convencí de que no lo necesitaba, aunque en el fondo —muy en el fondo— sabía que Él seguía ahí, mirándome desde la distancia, esperando. Pero yo no quería mirar atrás. No quería sentirme culpable. No quería enfrentar el silencio que creía que Él me había dado.

Porque esto no es una historia bonita. No es un cuento cristiano lleno de frases de calendario. Esta es una historia sucia. Rota. Llena de noches largas donde no podía dormir, de lágrimas escondidas en la almohada, de decisiones que me dejaron cicatrices, de gritos ahogados y oraciones que nunca terminé. Es una historia de alguien que caminó por lugares oscuros, que conoció el vacío, que tocó fondo y se quedó allí, durante mucho tiempo, sin fuerzas para salir.

Y sin embargo… algo pasó. Algo —o alguien— no me dejó morir ahí. No fue un rayo de luz repentino. No fue un milagro espectacular. Fue una chispa. Un susurro. Una canción. Una mirada. Un recuerdo. Algo pequeño, pero suficiente para despertar algo dormido en mí. Una voz tenue que decía: “Todavía no es el final”.

Este no es un libro para convencerte de nada. No quiero darte respuestas que ni yo tengo del todo claras. No estoy aquí para decirte qué hacer ni cómo vivir tu fe. Solo quiero mostrarte que, incluso cuando todo parece perdido, Dios sigue obrando. Que incluso en el desierto más seco, Él puede abrir ríos. Que incluso cuando tú lo dejas, Él no te deja a ti.

Este libro es el relato de ese viaje: de la caída a la redención, del silencio a la voz, de la oscuridad a la luz. No es una historia de perfección, sino de restauración. Es el testimonio de una fe rota que, poco a poco, volvió a respirar. Es una confesión, sí, pero también una promesa: que nunca estás tan lejos como para no poder regresar. Que aún cuando no sientas a Dios, Él está. Que no importa cuánto hayas huido, siempre habrá un camino de vuelta a casa.

Porque esa fue mi historia. Y tal vez, en algún punto, también sea la tuya.



#1852 en Otros
#35 en No ficción
#371 en Joven Adulto

En el texto hay: vidareal, dios, testimonio

Editado: 21.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.