Capítulo 4. Me fallaste.
Elena.
Mi cuerpo tiembla todavía, mi cabeza no deja de dar vueltas, el alcohol me ha hecho perder los sentidos, pero es real, él está aquí.
—No me grites no me iré, vine con Jess y con Jess me voy, te queda claro —Le hago saber intentando mantenerme en pie, sin tambalearme, y cruzando los brazos.
«¿Qué cree que voy a marcharme solo porque él me lo ordene? No pienso marcharme con este idiota por más que lo desee», pienso para mí.
«La camisa blanca que lleva puesta marca los músculos bien ejercitados de sus brazos, esos pantalones negros se le adaptan a su trasero bien formado… y ya. ¡Basta! ¿Qué estoy pensando?». Me he perdido en mis pensamientos y no me da tiempo a reaccionar cuando Mateo me coge como si fuera un saco de patatas y me alza en su hombro.
—Déjame idiota ¡Qué me sueltes te digo! —Voy gritando mientras golpeo su espalda y me remuevo. El sigue caminando sin hacer caso a mis gritos.
—Elena como sigas golpeándome así te daré una nalgada. —Me advierte seriamente.
«Así tan serio está más guapo todavía las facciones de su cara se tensan y parece un modelo de revista. No, no es un modelo de revista, es un imbécil que me ha sacado de la discoteca sin consentimiento», continúo pensando.
»Elena voy a enviarle un mensaje a Jess diciendo que estás conmigo, que voy a llevarte a casa. —Me informa— mientras me baja de su hombro. Por mí cabeza se cruza la idea de salir corriendo calle adelante hasta la estación de taxis, pero esa idea se desvanece en segundos cuando Mateo habla—. Ni se te pase por la cabeza salir corriendo, conozco esa carita, no llegarías a cien metros con esos tacones y me harás enfadar.
Está de espaldas a mí así que yo hago gestos burlones invitándolo, abre la puerta del coche y me indica que suba con un ligero movimiento de cabeza, subo y saco la lengua como si tuviese la edad de tres años, Mateo da la vuelta y entra en el lado del conductor. Cierra con seguro las puertas del coche.
»Por si piensas en escapar princesa. —Dice y yo me cruzo de brazos y giro mi cara, en cambio él suelta una sonrisa burlona de esas que si no estuviese tan enfadada me mojaría las bragas.
Mateo.
Voy mirándola de reojo de vez en vez, cuando ella mira por la ventana. No me ha dicho nada desde que subió al coche, se nota que está molesta conmigo pero no me importa. Dios sabe que podían haberle hecho ese par de desgraciados.
Cuando se enfada es como una cría pequeña, conozco todos sus trucos, gestos y caras. La vuelvo a mirar y veo como sus ojos se van cerrando pero ella lucha por mantenerlos abiertos, su cuerpo va intentando mantenerse derecho aunque la va venciendo el sueño.
—Como te duermas antes de llegar a tu casa te llevaré a la mía. —La condiciono en un tono fuerte y burlón. Rápidamente se endereza y abre los ojos como platos mirando al frente y sin querer se me escapa una carcajada.
«Todo se repite, quizás después de esta noche se borre nuestra historia, yo me marcharé a Nueva York y ella a París, no pensé que mi decisión le haría tanto daño, nos haría tanto daño. Está distante, fría, dolida… ojalá algún día me pueda perdonar». Perdido en mis pensamientos he llegado hasta la puerta de su casa, Elena lucha por abrir la puerta pero tengo el seguro puesto.
—Ele, espera. —Ella para un momento mira de reojo y suspira.
—Dime Mateo, ¿qué quieres? —Expresa cansada cruzándose de brazos.
—No soporto que estés así, sin hablarme, sin mirarme tan distante, no hice bien lo sé, pero ¿es para tanto? Yo… te extraño tanto… —Pronuncio acercándome a ella hasta quedar a escasos centímetros. Elena clava su mirada con la mía.
Elena.
Siento su respiración muy cerca de mí, está tan cerca que puedo escuchar como le late el corazón. No me puede estar pasando esto ahora.
Como puede hacer esto con mis sentimientos, alborotarlos de esta manera. Estoy muy nerviosa.
Se acerca despacio, me coge de la nuca y besa lentamente mis labios, invade mi boca con su lengua y yo intento resistirme pero no puedo, cedo inevitablemente. No lo sabía pero necesitaba desesperadamente otra vez esto, lo que me recuerda que este amor sigue tan vivo en mi como el primer día. Esto no lo esperaba de él. Mateo sabe que yo siento algo por él, pero jugar con el poco corazón sano que me dejó con su partida, no es justo, así no me deja olvidarlo.
Mira mis labios, sube la vista y me mira a los ojos.
—No se te ocurra volver hacer eso, ni acercarte más. Le exijo empujando levemente con mis manos su torso.
—Elena… —susurra acariciando mi mejilla.
—No, Mateo, ya está bien de este juego que has montado conmigo —Pido—. No soy un juguete y aunque no lo creas tengo sentimientos, unos sentimientos que destrozaste. Tú me rompiste, prometiste que estaríamos juntos y me lo prometiste aún sospechando que estaba enamorada de ti. —Me esfuerzo por no llorar—. Aún sabiendo que nunca te he fallado y que te he apoyado cada proyecto, sabiendo que te he defendiendo a capa y espada en cada idea que te llevase a poder estudiar lo que querías aún cuando nuestros padres no lo querían, dejando de lado a cada chico que se me acercaba estos últimos cinco putos años.
Editado: 06.02.2024