Regresaré

CAPÍTULO 5

Elena.

—Buenos días Elena. Que bien huele. —dice Jess besando mi mejilla. Estoy preparando unos pancakes para desayunar con frutas y miel. Papá y mamá han ido a casa de los Donovan, tenían una reunión por algo de la empresa o algo así.

—Hola peque, ¿qué tal tu noche? —respondo devolviendo el gesto.

—Eso debería preguntarte yo, ayer me escribió Mateo diciendo que él te traía a casa,  también dijo que no estabas en condiciones de seguir ahí. —Jess se sienta en la silla que está a mi izquierda y nos disponemos a desayunar en la isla de la cocina.

—Sí, un tipo se acercó con malas intenciones y Mateo inexplicablemente estaba ahí. —Suspiro—. Ni siquiera sé cuando apareció, cuando me di cuenta estaba golpeando al chico ese…

—¿Me estás diciendo que Mateo golpeó a un chico? —Me corta Jess.

—Sí, intentó besarme, lo empujé y cuando volvió a mí,  Mateo lo golpeó.

—No me lo puedo creer, lo siento no debí dejarte sola. Tengo que darle las gracias a Mateo, entonces… ¿estáis bien? —Me pregunta.

—Es complicado… —Intento explicar.

—Es complicado ¿qué? —Jess habla poniéndose de pie—. Mateo toda la vida te ha protegido y te querido mucho, no entiendo esa insistencia tuya en alejarte, de verdad Ele, que no te entiendo.

—Él me engaño, y dices que no me entiendes? —Contesto un poco sorprendida también poniéndome en pie. No lo puedo creer, Jess que vio como lloraba su marcha, como mi vida se volvió marrón y no podía ni salir a la calle por la pena que sentí y que me diga que no me entiende.

Ha sido el adiós más difícil de mi vida, pasé noches soñando con levantarme y encontrarme esos ojos verdes a mi lado como cuando éramos pequeños venía a buscarme y se sentaba a mí lado a mirarme hasta que despertaba.

—Está bien —suspira Jess—. Pero seré yo la que te diga la pura realidad, eres idiota. —Mi cara es un poema, no entiendo lo que me quiere decir, ni esperaba esas palabras.

—Has pensado alguna vez, Elena, en  cómo se sentía él pensando en que tenía que marcharse ocultarlo y dejarte. No, no lo has pensado, igual que tampoco has pensado en como reaccionaría papá si le dijeses que renuncias a estudiar en París por seguir a Mateo.

»¿Has pensado que Mateo hizo todo esto casi obligado por Papá y Miguel, para que se expandieran a EEUU? —continúa enumerando mi hermana—. Que esto va más allá de una amistad o un romance. No, solo has pensado en tu dolor, no has pensado ni un poco en él, tanto que me dices que lo quieres.

—Pero me dolió tanto… por favor ya no quiero llorar más —susurro. 

Mientras habla, me voy dando cuenta que en todo este tiempo no he dejado ni una vez que se explique. Sé que Mateo hace lo posible, siempre, por ayudar a su padre y al mío, por las empresas. Miguel desde siempre ha preparado a su hijo para que coja las riendas de las empresas. Otra vez siento esa punzada en mi pecho y siento ganas de llorar.

Tengo un sentimiento de culpa y rabia o quizás impotencia por no poder tenerlo junto a mí como yo quisiera, como siempre hemos estado.

Debería hablar con él y como mínimo no perder esa bonita amistad que tenemos o teníamos… si es que nos volvemos a ver… No… Me duele solo pensarlo.

Jess se acerca, me coge de ambos hombros y me abraza, yo también la abrazo durante unos minutos. Después coge mi mano y me indica que me siente en la banqueta otra vez.

—Está vez no voy a mentirte hermana, la que está equivocada eres tú, Mateo es mi amigo también y lo pasa mal. No sé si algún día tendrán un futuro juntos, tampoco sé si volverá algún día a la ciudad, porque lo que está por venir no se sabe, pero él, está aquí y mañana de madrugada se marcha, si quieres vivir tranquila, habla con Mateo y tengan su despedida así por lo menos conservarán su amistad.

—¿Y tú? Desde cuándo eres tan madura, eh? —Le digo con una ligera sonrisa.

—Desde que veo sufrir a mi hermana y a mi amigo, son tal para cual. —Jess recibe una llamada y sale de la cocina, me acerco a su plato donde queda un pancake lo cojo y lo muerdo.

Debería escribir a Mateo pero no sé qué decir, ni sé de qué hablar después de cómo me comporté, pero si es como dice mi hermana, mañana ya no se puede solucionar nada y necesito conservar,  como mínimo, su amistad.

Mateo.

—Papá, invertiré el cinco por ciento solo con Justin y después iré metiendo más de la empresa allá. No quiero correr riesgos. —Paso la mano por mi pelo nervioso.

Desde que acabamos el desayuno estamos debatiendo sobre lo mismo. Estamos con mi padre y Pablo en la oficina. Estoy en pie frente a Pablo, él sentado al lado de papá en un sofá de cuero negro al lado del escritorio, cada uno con un café.

Dispongo de un fondo bancario bastante suculento para alguien de mi edad y por ello voy a invertir en la empresa que ellos tienen en Madrid comprando el cinco por ciento de las acciones,  y después, estas, las invertiré allá con Justin y tendremos una conexión fiable en Estados Unidos.

—Al precio que están ahora las acciones no estaría mal que adquieras por lo menos el quince por ciento. —Repite por enésima vez mi padre.

Desde que llegué solo se habla de lo que vamos hacer cuando llegue a New York, los pasos que debo dar y cómo invertir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.