Regresaré

CAPITULO 6

Elena.

Me miré una última vez en el espejo, no sabía qué ponerme y después de un rato, conseguí sacar de mi armario tres vestidos diferentes, al fin me he decidido por uno.

Llevo puesto un vestido de lana fina color marrón chocolate de manga larga por la rodilla y escote redondo conjuntado con unas botas vaqueras marrones. Me he dejado el pelo suelto y encima me he puesto mi abrigo de paño ya que hace frío para la chaqueta vaquera.

Bajo las escaleras a toda prisa en su búsqueda pero al llegar a la puerta de la cocina me detengo por unos segundos. Estoy nerviosa muy nerviosa, miro a Mateo desde detrás de la puerta y lo veo tan guapo como siempre, lleva puestos unos vaqueros negros y un jersey de lana verde que hace juego con sus ojos, su abrigo también negro. Está concentrado viendo su móvil.

Respiro profundamente antes de entrar, no sé qué le voy a decir, ayer ya le dije muchas cosas y de la mitad estoy arrepentida. Tengo que ser valiente y entrar, qué más da que lleve meses sin hablar con él, no ha cambiado. ¿Verdad? Me preguntó a mí misma.

—Hola… —digo despacio. Veo como alza la mirada y me repasa de arriba abajo y otra vez igual. El gesto de su cara es serio pero cuando llega a mis ojos sonríe y eso me deja soltar el aire que tenía contenido. Puede que esté enfadado pero esa sonrisa me da la esperanza de que podemos hablar.

—Hola Ele, venga vamos —dice levantándose de la banqueta rodeando la mesa y ofreciéndome su mano para salir. Yo le cojo la mano y no dejo que me la suelte al salir por la cocina. Sigue igual de serio y yo tengo ganas de llorar, no quiero a este Mateo tan seco.

Abre la puerta del copiloto para que suba, cuando lo hago camina hasta el otro lado y sube al asiento del conductor. Una vez dentro se acerca mucho a mí,  coge el cinturón de seguridad y me lo pone, después se coloca el de él.

—Gracias… —agradezco  mirándolo pero él solo asiente con la cabeza—. ¿Dónde vamos? —Vuelvo a hablar.

—Iremos a El Pintón. —Responde. Necesito que hable que sea el mismo Mateo que era antes pero sus cortas respuestas me enfadan y no me ayudan a poder empezar hablar.

El Pintón es un restaurante que está en uno de los hoteles de Vicente. Se que frecuenta, algunas veces yo lo he acompañado, se come muy bien y es tranquilo.

No sé cómo dirigirme a él ahora mismo, lo conozco bien pero como está tan serio no sé qué es lo que piensa.

—Mateo, mira yo… —Intento hablar.

—Espera Elena a que lleguemos no quiero distraerme, voy conduciendo. —me pide.

Mateo.

La veo agachar la cabeza pero no quiero que empecemos hablar aquí y se salgan las cosas de control, la conozco bien y puede explotar en cualquier momento.

Ella cree que estoy enfadado, pero no es así, solo estoy molesto. Quiero que sea sincera conmigo completamente. Y sé que lo va a ser. Aparco el auto al lado del restaurante, bajo y llego a su puerta para ayudarla a bajar.

Está nerviosa además de preciosa, se ha pintado levemente los labios con un tono marrón clarito haciendo que parezcan todavía más apetecibles. Tengo que dejar de mirarla si no quiero tener que abrochar mi abrigo para que no note lo que me provoca.

Después del beso que me dió en la discoteca he pensado mucho en ella y no solo de la manera en que se piensa en una amiga, antes me atraía mucho pero no la había probado, ahora todo es diferente, algo ha cambiado en mí.

Ya hemos saltado a segunda base respecto a lo que amistad se refiere, tenemos una tensión sexual que no se ha resuelto ni se resolverá por tener sentimientos mezclados con la amistad. Seremos amigos porque no queda de otra y porque, la quiero tanto que prefiero tenerla así antes que perderla.

Pasamos al restaurante el cual es un lugar pequeño y discreto, aquí todos me conocen por mi amistad con Vicente, he venido muchas veces por aquí ya que se come bien. Un camarero se acerca a nosotros.

—Bienvenido  Sr. Donovan, ¿su mesa? —Me pregunta.

—Sí, por favor —asiento. El chico nos lleva hasta la mesa que está al fondo, aquí estamos resguardados de las miradas curiosas además de tener una excelente vista.

Retiró la silla de Ele mientras se deshace de su abrigo y toma asiento, yo hago lo mismo. El mismo camarero de antes nos deja la carta sobre la mesa y se marcha.

—Supongo que no has comido ¿Tienes hambre? —Le pregunto.

—No mucho, pero ya que estamos comeré algo  —responde sonriendo falsamente. Veo como desdobla la servilleta que tiene delante y la pone en sus rodillas, imitó su acción y pongo ambas manos en la mesa.

—¿Y bien?¿De qué quieres hablar? —cuestiono en un tono neutro. Nerviosa toca su pelo y mueve las manos juntando sus pulgares.

El camarero se acerca de nuevo a preguntar que deseamos comer, pedimos un plato de pasta cada uno y un vino para acompañar.

—Vamos, Ele, te escucho. —La insto a hablar. El dichoso camarero vuelve a dejar el vino y nos sirve una copa, con todo listo se vuelve a marchar—. Ele, qué querías decirme —insisto.

—Bueno, yo… yo… yo no quiero estar así más contigo Mateo. —Dice rápido bebiendo de una el contenido de su copa, supongo que para darle ánimos para hablar. Aunque yo sepa lo que quiere.




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