Elena.
Ya en el restaurante quiero cenar tranquilamente, así que no comento nada de lo que me ha dicho antes Abel.
Un rato después del postre empiezo a preguntar.
—Abel a que te referías respecto a Allison, ¿qué te pasa? —Intento averiguar qué le preocupa a mi amigo.
Abel suspira, deja el tenedor en el plato y me mira.
—Allison dice que me acosté con ella —explica indignado.
—Ups, eso no me lo esperaba. Pero no te preocupes no es que sea fea, solo es… demasiado fina… —contesto sonriendo. En cambio Abel sigue muy serio, me quiere decir algo y creo que está buscando las palabras.
—Ese no es el problema, deja que te explique. —Me reclama.
—La última semana que salimos, fuimos muchos estudiantes a un pub nuevo que han abierto al lado de la universidad. Tu te ibas a Italia y no viniste. Después de que cerrarán seguimos celebrando en casa de un chico llamado Aidan. A lo que voy si me acosté con alguien esa noche pero no fue con ella, no recordaba nada, solo que cuando desperté estábamos muchos en esa casa y al preguntar Allison insinuó que había pasado la noche conmigo.
No hice un drama, solo fue un acostón, lo que sí me molestó es escuchar como decía a una amiga por teléfono que en realidad ella no estuvo conmigo, que la que salió de esa habitación había sido Catia.
Eso sí me sorprende y por la cara que ha puesto, no está muy contento.
Siempre se han llevado mal, cuando Catia aparece, el desaparece, ahora entiendo muchas cosas.
—¿Estás bien con eso? —pregunto.
—Te seré sincero, lo diré solo una vez en esta vida, y tú nunca dirás nada. La persona de la cual estoy enamorado es Catia —anuncia—. Siempre ha sido ella.
Un silencio largo nos acompaña. Abel no me mira sigue comiendo como si no hubiera quitado la anilla a una granada de mano. No doy crédito a sus palabras, siempre pensé que no la aguantaba. Ahora sí entiendo muchas cosas.
—¿Catia lo sabía? —pregunto.
—Claro que lo sabe pero no dijo nada, ¿crees que no lo noto cuando me mira? Lo único que pasa es que está arrepentida —explica con un tono amargo en su voz.
—No creo que sea eso —aclaro.
Catia me ha preguntado tantas veces por Abel que son incontables. Ahora entiendo tantas preguntas de si me gusta o si estamos juntos. Creo que ella también está colgada por mi amigo.
Tengo una idea para que reaccione, y espero que funcione.
En ese momento me llega una llamada de Jess. Respondo alegremente, me pregunta si sigo teniendo alguna relación sentimental con Mateo.
Suspira aliviada y me dice que luego me explica, claro que yo no lo quiero dejar ahí.
Me disculpo de Abel con la promesa de volver en unos minutos.
—¿Qué sucede nena, porque me llamas así? —pregunto interesada.
—Elena es que… ¿cuánto llevas sin hablar con Mateo? —bufa.
—¿Por qué le ha pasado algo? —interrogó. —Hace unas semanas que quería contarme algo pero no nos hemos puesto de acuerdo. No tengo tiempo con esto del curso.
—Entiendo, ¿entonces con lo vuestro que pasa? —pregunta de nuevo.
—No hay nada Jess, ya te lo dije cuando hablamos —repito.
No engaño a nadie, es cierto lo que digo, quedamos en que seríamos amigos hasta decidir nuestro futuro.
—Entonces es cierto, no tienes nada con Mateo… —susurra— Aunque mejor así.
—Hermana, ¿para qué me has llamado? Estás rara —gruño.
—Perdona Ele, es que pensaba que entre tú y Mateo seguía existiendo algo, aunque ahora que dejas claro que no, me siento tan tonta…
—¿Por qué? —insisto.
—Este mediodía en el almuerzo que hago semanal con mamá lo he visto, salía del restaurante con una chica del brazo. No quería ser mal pensada pero la he escuchado llamarle «cariño»… Como no sabía que estaba en la ciudad he sido un poco seca —habla arrepentida.
Ahora mismo creo que me mareo, ¿Mateo está con una chica? El corazón quiere salir de mi pecho, siento como si mil agujas se clavaran en mi cabeza y un mar de lágrimas quisieran ahogar mi sonrisa.
—No te preocupes, Mateo no te guardará rencor, Jess cariño tengo que dejarte —indico—. Chao, mañana hablamos.
Creo que me ha bajado la tensión. Tendré que hablar con Mateo preguntar qué desde cuándo, mi cabeza da muchas vueltas… No puedo, no puedo decirle nada. Lo acordamos. Cómo lo veré en Navidades. No sería capaz ¿o sí? Solo somos amigos.
En un arrebato de despecho voy hacer algo, que matará dos pájaros de un tiro. No sé si mañana me arrepentiré pero hoy así lo he decidido.
Me adentro al restaurante donde Abel me espera. Ya ha pagado la cuenta y por eso lo regaño. Y ahí voy.
—Abel, ¿todavía sigue en pie lo de venirte a mi casa en Navidad? —menciono.
—Es en serio, ¿qué carajos pasa? —pregunta.
—Si Abel, necesito que estás navidades seas «mi novio» —respondo haciendo un gesto de comillas con mis dedos.
Editado: 06.02.2024