Regresaré

CAPITULO 13


 

MATEO

Me despierta el insistente sonido de mí, teléfono, no sé cuánto he dormido.

Doy una vuelta en la cama y me incorporo mirando el reloj de mi muñeca, son las once y media de la mañana.

Un número desconocido en pantalla me alerta de que seguramente es Elisa Wort para la entrevista.

—¿Dígame?

—Buenos días, ¿Mateo?

—Sí, ¿eres Elisa?

—Hola Mateo, si soy yo. ¿Te viene bien que comamos este mediodía y así seguido después te hago la entrevista? —Pregunta.

—Claro, ¿A qué hora te vendría bien Elisa? —respondo adormilado.

—Cuando tú gustes, yo ya estoy en la ciudad. —comenta.

—Perfecto, pues dame una hora y nos reunimos en «El Pinzón», ¿lo conoces? 

Al no ser de la ciudad es mejor quedar en un sitio céntrico para que no se pierda.

—No, pero lo buscaré en Google, no te preocupes. —Ríe.

—Ahora nos vemos…

—Hasta ahora…

Cuelgo el teléfono y como arte de magia el teléfono vuelve a sonar, ruedo los ojos, me sorprendo, seguidamente esta vez es Pablo el que me llama. ¿Qué querrá? Bueno, no es difícil saber que seguramente habrá hablado con el papá, dando su versión de los hechos.

—Hola Pablo, ¿en qué puedo ayudarte? —pregunto cauteloso por si no sabe nada todavía.

—¿Cómo estás, muchacho? ¿Podemos hablar unos minutos?

—Estoy bien Pablo, ¿en qué puedo ayudarte? ¿Pasa algo? —insisto.

—Mateo, ayer en la noche hablé con tu padre. —responde serio.

—Entiendo y quieres pedirme que lo perdone.

—No, eso depende de ti solamente. Quiero decirte que aunque lo creas indefendible, en cierta parte os entiendo a los dos, que imagino que seguramente ahora te replanteas muchas cosas. 

—Exactamente, ¿a dónde quieres llegar con todo esto? —Bufo.

Pablo suspira sonoramente.

—Mateo, siempre te he querido como a un hijo, por eso me he tomado el atrevimiento de llamarte, para pedirte y aconsejarte que cualquier decisión que tomes respecto a la empresa y más importante todavía, sobre mi hija, la tomes por favor en frío, no desde el calor de tu enfado. No voy a entrar en quién de los dos lleva razón, ya que eso no me pertenece, pero hagas lo que hagas, te pido que lo pienses antes fríamente hijo. —Pide.

—Gracias por tu llamada Pablo, ciertamente tengo muchas decisiones que tomar, no las tomaré ahora, pero se agradece tu apoyo, porque te considero familia. 

—Bien muchacho, me alegro de escuchar eso. ¿Nos vemos esta noche? 

—Esta noche nos vemos Pablo. —contesto colgando el teléfono.

Me levanto para ir a la ducha, hoy será un día largo.

ELENA

Miro mi teléfono para entretenerme mientras mamá decide que vinos comprar para esta noche. Todos los años viene el último día, cree falsamente que habrá menos gente.

Una llamada entrante de Catia que no esperaba me sorprende en estos momentos.

—Hola Catia, ¿cómo vas? —pregunto en alto para que Abel me escuche.

Efectivamente, el resultado que esperaba es correcto, Abel se acerca y se sienta a mi lado.

—Estoy en casa viendo una novela, mamá y mi abuela hacen huevos rellenos. —explica con la voz temblorosa.

—Mmm perfecto, Catí, ¿te pasa algo? —cuestiono.

—Elena —solloza —¿puedo hacerte una pregunta?

—Catí, ¿qué pasa? —Abel, que sigue a mi lado, hace gestos de interrogación con los hombros.

—¿Estás sola Elena? —No, de hecho estoy con Abel en el centro comercial, mamá quiere comprar unos vinos. 

Escucho un débil sollozo de su parte.

—Bueno, no pasa nada, no quiero molestarte. Solo quería saber cómo estás. Luego hablamos. 

—Catia espera… —No llegó a tiempo a responder, ya que corta la llamada.

Me giro hacia Abel que mira serio hacia mi, teléfono.

Lo guardo en mi bolsillo y lo encaro.

—Deberías hablar con ella, algo le pasa.

—¿Y qué quieres que le diga? —responde serio.

—¿Qué la quieres? Y que si sabes que la otra noche te acostaste con ella, eso ayudaría, ¿no crees?

—Ella no está interesada en mí, cada vez que tiene oportunidad nos empareja. Además, tú precisamente no puedes pedirme eso. —Se gira molesto.

—Abel, ¿no lo ves? Ella está muriendo de celos. —explicó.

—Intenté besarla una vez y ella se apartó. —Me explica negando con la cabeza.

—Claro que se apartó, estábamos en una fiesta dentro del campus dos meses después de tu llegada y rodeados de profesores, ¿qué esperabas?

—¿Lo sabes? —cuestiona incrédulo.

—Claro que lo sé Abel, me despertó esa misma noche cuando llegó para contármelo, vi cómo le brillaban los ojos al hablar de ti, cómo te brillan a ti muchas veces al hablar de ella, por eso siempre te trate y te vi como un amigo, por eso y por…

—Mateo —acaba la frase por mi. —¿Qué piensas hacer al respecto?

—Sí, pero ahora hablamos de ti, escucha, después de eso empezaste a dejarla de lado en nuestras reuniones, como querías que se acercara, ahora ella piensa que estás enamorado de mí.

—Ella no puede pensar eso, sabe que no te veo con esos ojos…

—No, no lo sabe, es una mujer que está celosa y no ve más allá. Llámala para felicitarle las fiestas, no sé algo así, que no sufra tanto —insisto.

Abel no me contesta, parece que piensa en mis palabras, inmediatamente después mi madre sale con un montón de bolsas de la tienda, y este corre ayudarla.

En esto del amor la falta de comunicación suele ser lo que más las daña, pero a quien quiero engañar, no puedo dar consejos que para mí no tengo, ya que es exactamente lo que pasa entre Mateo y yo.

—Hija, es tarde he pensado que si vosotros queréis y os apetece podemos ir a comer al bar de Víctor, ese que está de moda, 

—¿«El Pinzón» mama? 

—Sí, ahí. Jessica no come en casa y papá está trabajando, así que…

—Por mi perfecto —digo yo.

—Por mí también —responde Abel.

MATEO

Llegado al parking del restaurante, suena mi teléfono.

—Hola Mateo, acabo de llegar. ¿Entro o te espero fuera?




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