ELENA
Mama ya sabe que debe poner un plato más en la mesa.
Pienso en como me voy a sentir o como voy a actuar esta noche,
como se supone que debo comportarme, teniendo a la novia de Mateo frente a mí.
Jess entra sonriente a mi habitación, viendo la ropa encima de mi cama.
—En que piensas —dice quitando de mis manos una blusa azul cielo que pensaba ponerme. —descartada. —La cuelga en el armario de nuevo.
—Estoy perdida, no pensaba en nada.
—En nada, suele ser en Mateo, pero él ya no te interesa. ¿No es así? —pregunta mirando su teléfono.
—Vendrá acompañado esta noche, ha llamado para decirlo. —indico.
Intento que Jess no note como me tiembla la voz.
—Es raro, hable con el ayer cuando lo llame y no me comento nada, pero si ha llamado así será.
Jess sale de la habitación perdida en su aparato telefónico.
Tres conjuntos preciosos tengo tirados sobre la cama, uno es, un vestido verde esmeralda corto no la espalada descubierta, el segundo un mono rojo de lentejuelas ideal para una cena de navidad y por último un vestido suelto negro con la parte del pecho con pequeños detalles dorados.
Tras pensar un rato, llego a la conclusión que si quiere intentarlo con otra que no sea yo que lo intente. Pues… ¡Esta noche verá lo que se pierde!
Me pongo el vestido verde esmeralda de espalda descubierta, dejo mi pelo suelto y me abrocho los grilletes de las sandalias negras, estoy estupenda de eso no hay duda, el estudiar cocina me está pasando factura, he ganado unos kilos, pero vamos, me sientan de maravilla.
Cuando me vea, no va a pensar en Elsa, la tipa esa, solo va a tener ojos para mí.
MATEO
El teléfono vibra en mis pantalones, dejo la maniobra que estaba haciendo para aparcar en la puerta de casa.
—Dime Jess, ¿en quedo ayudarte nena?
—mmm… Mateo, ¿es cierto que vas a venir con tu novia esta noche a cenar?
—¿cómo? —me carcajeo —¿quién te ha dicho eso? —pregunto a sabiendas de su respuesta.
—Bueno, Elena me comento que habías llamado…
—Efectivamente, llame para decir que iba acompañado. —Río.
—Pero no dijiste con quien ¿cierto? —suspira.
—Cierto. Jess no quiero que saques a Elena de su duda, no le voy a decir con quién voy. A ver si de una vez aclaramos sentimientos y tomamos una decisión.
—Te entiendo, pero Elena lo está pasando mal, no sé si deberías…
—Ella vino con su amigo Abel, no ha tratado de presentarlo, y me ha ignorado estos días, crees que hago mal por no dar explicaciones, y déjame decirte que en parte fue tu culpa por ir con el chisme de que estaba con una chica sin preguntarme a mi primero.
No estoy molesto, porque yo actúe igual con Abel, pero ella debería hablar conmigo, no esconderse y escurrir el bulto.
—Lo siento Mateo, solo me sorprendió que la chica te llamase cariño, sabes que os adoro y no os desearía ningún mal.
—Por eso vas a ayudarme, no contando nada. Es lo único que te pido.
—Claro, cuñado… —Ríe fuertemente.
—Hasta Luego pequeña.
Así que mi pequeña chef no se ha tomado bien, que vaya acompañado a la cena esta noche… Sonrío para mis adentros, Elena es mía solamente.
Dejo las llaves en la mesa que se encuentra en el recibidor de la entrada.
—Mateo… —escucho la voz de mi padre.
—Hola papa. —Respondo seco.
—¿Puedes esperar un momento? Necesitamos hablar.
—Yo creo que ya sé lo que tengo que saber, ¿no crees?
—Por favor. —La seriedad con la que me habla es notable.
Me duele llegar a este punto con mi padre, él siempre ha sido mi figura a seguir, por nosotros se ha desvivido en cada aspecto importante de nuestras vidas.
—¡Mateo! —grita ana desde la punta del pasillo. —por favor. —se acerca.
Ana coge mi mano, lo está pasando fatal, no es muy dada a entrometerse en nuestros asuntos, pero hoy con la mirada brillante me pide que hable con papa, aunque sus palabras no lo digan.
—Dame un beso pequeña, estás preciosa, ¿ya te has cambiado?
—Estuve con Jess la semana pasada en el centro comercial y encontré este vestido. ¿Te gusta? —pregunta.
Estás preciosa nena. —dejo un beso en su frente. —Nos vemos en un rato, voy a hablar con papa.
Ana sonríe discretamente dejando que lea un “gracias” de sus labios.
—¿Mateo? ¿Vamos? —pregunta papa con la voz apagada.
—Vamos antes de que sea más tarde, tengo que cambiarme de ropa y quiere llegar antes a casa de los Gaez. —Mi progenitor solo asiente con la cabeza.
Cuelgo mi chaqueta en el reposabrazos del sofá de cuero del despacho, quedándome callado, mirando mi padre.
No es que no quiera hablarle, es que no sé qué decir.
Se acerca al minibar, llenando dos vasos de whisky, pone un cubito de hielo en cada uno y me ofrece.
Acepto el vaso dando un pequeño sorbo, miro sus ojos brillantes, veo la preocupación en ellos, pero no voy a dar marcha atrás con respecto a Elena.
—Mateo, hijo, quiero que me escuches con atención.
—Papa si vas a intentar convencerme… —Me corta.
—Solo pretendo que me escuches, hazlo y después opina y decides si hablar o no.
Se acomoda apoyando el trasero en su mesa, bebe y suspira.
—¿Mateo, yo sabía que sentías algo por Elenita, lo sé desde qué eres un crío, crees que no me di cuenta, de las miradas que os dedicabais?
Tu madre junto a Sara siempre han bromeado en que vosotros las haríais familia, que algún día serían consuegras.
Desde siempre vimos esa complicidad entre vosotros, fuiste creciendo y veía como estabais juntos a todas horas, pero también vi, que vuestra relación no avanzaba a nada más que una relación de bonita amistad. Me cercioré de que no hubiese pasado nada entre vosotros antes de tomar decisiones importantes para tu futuro.
Editado: 06.02.2024