Regresaré

CAPITULO 18

ELENA.

No soy capaz de darme la vuelta, pero sé que tengo que hacerlo.

Veo entrar a Mateo y mi corazón salta de felicidad al ver que no viene acompañado de otra persona, mi cerebro no me ha jugado una mala pasada y ciertamente viene con Vicente.

 

—Hola chicas —dice Vicente sonriente.

 

Sin embargo, mi corazón se contrae al notar que Mateo no camina hacia mi lado, sino que se dirige hacia mi padre a estrecharle la mano.

 

Los celos, sin razón, se han apoderado de mí, y ahora me avergüenzo enormemente por ello.

 

No dejo de mirar la sala de estar y sus adornos, está adornada con luces brillantes y un árbol de Navidad enorme, lo que me provoca un sentimiento de tristeza por lo que ha pasado en estos días anteriores.

 

—Mateo, ¿quién es él? Pregunta Vicente en voz alta para que se escuche señalando a Abel.

 

—Un amigo de Elena, ¿no es así? —pregunta mirándome a los ojos.

 

—Es un amigo de la escuela de cocina. —respondo dándome cuenta de que seguramente sabe que Abel no es mi pareja.

 

—¿Un compañero de cocina?, vaya debéis de ser íntimos para que lo invites en Nochebuena y alejes a mi amigo de tu lado por él —pregunta Vicente duramente.

 

—Un buen amigo, sí, que no la aleja de nadie —contesta molesto Abel —¿Tú eres?

 

Intentando disimular mi molestia ante las palabras de Vicente, solo sonrío, Vicente no tiene pelos en la lengua y debo admitir que lleva razón, hasta ahora me he comportado como una cría, dejándome llevar por impulsos.

 

Mateo, con una sonrisa cálida, calmando la tensión que hay en el ambiente, responde.

 

—Abel, permíteme presentarte a Vicente, mi amigo de toda la vida. No te tomes a mal sus palabras, es perro ladrador pero no muerde. —Ríe y los hace reír a ellos.

 

—Entiendo —contesta mi amigo.

 

Me armo de valor y me coloco a su lado dedicando solo un “hola”, la mirada que Mateo me dedica me descoloca, me mira como si no viese nadie más en el mundo y eso me gusta e intimida por partes iguales.

 

MATEO.

 

—Emma nos avisa de que es momento de dirigirnos a sentarnos en la mesa. —Elena se ha quedado esperando a que conteste a ese “hola”, pero ahora mismo no puedo dejar de verla, su ropa, su peinado, sus labios me desconcentran, así que solo le dedico mi mejor sonrisa.

 

Jessica viene a por su hermana y se la lleva hacia el comedor.

 

—Hola Mateo —se acerca Nico y me habla sacándome de mis pensamientos. —¿Cómo lo llevas?

 

—No lo llevo mal, pero voy a llevarlo mejor. —Sonrío mirando a mi chica.

 

—Cuñado lo tienes fácil, está loca por tus huesos. —Lo miro sorprendido—. ¿Qué sabes? —pregunto.

 

—Ha estado inaguantable desde que se enteró de que venías acompañado. —yo niego con la cabeza. —creo que anda celosa, debes explicarle amigo que no tienes a nadie.

 

—¿Cómo lo sabes? —cuestiono.

 

—Mateo, te conozco desde que somos críos. Estás loco por ella —se carcajea.

 

—¿Sabes lo que me ha hecho pasar? —pregunto sintiéndome cómplice.

 

—Que me vas a decir si su hermana es igual. —Reímos.

 

—Esta noche acabará este embrollo, es todo o nada. —Nico me mira extrañado.

 

—Luego te cuento. —Le digo.

 

Vicente me dice que algo le está pasando a Elena, se ha marchado con su hermana corriendo al baño, pero a Elena, lo que le pasa es que está envuelta en sus propias inseguridades, y por eso no puede evitar sentirse nerviosa, la conozco desde siempre y los nervios la enferman.

 

Poco después ambas hermanas vuelven a la mesa sentándose frente a mí.

 

Durante la cena Elena me mira curiosa, no sabe qué es lo que pienso, está confundida, me habla con confianza sobre cosas banales.

 

—Entonces, hijo, tienes que darnos una noticia a todos, ¿no es así? —comenta papá en un momento en el que todos estamos callados.




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