Regresaré

CAPITULO 19

ELENA. 

 

Subimos al coche de Mateo, nos hemos escapado sin decir nada a nadie, aunque para los que estaban en esa sala, no les hemos pasado desapercibidos.

 

El motor del coche se queda encendido, Mateo enciende la calefacción y pone la música suave, elige una canción de Ed Sheeran que me recuerda a nosotros mientras yo me acomodo en mi asiento. 

 

—¿Lista para una sorpresa? —me pregunta Mateo con una sonrisa.

 

—¡Siempre! ¿A dónde vamos? —Curioseo.

 

Mateo no contesta, por lo que lo miro haciendo pucheros.

 

—Es una sorpresa. Confía en mí. —contesta.

 

El coche avanza por caminos entre árboles, hasta llegar a la cima de un cerro. Mateo detiene el coche, y al salir, me quedo maravillada por la vista que tengo delante.

Las montañas se reflejan en el río que hay bajo nuestras vistas, al igual que los reflejos de la luna.

 

—¡Es increíble! —me emociono. 

 

—Y aún no has visto lo mejor.  Señala al horizonte —Mira allá arriba. —dice sentándose en el capó del coche. Yo tímidamente me acerco y me siento a su lado mirando hacia la luna que brilla con intensidad.

 

—Es hermoso, Mateo. Gracias por traerme aquí. —No entiendo bien por qué, pero me sube el color a las mejillas. Con Mateo no me he sentido nunca así, tengo confianza plena, pero siento una sensación parecida a la vergüenza.

 

—Quería que nuestra primera cita formal fuera inolvidable. Y hay algo que quiero decirte. —me dice tomando mi mano.

 

Me gusta que haya dicho que es nuestra primera cita, realmente, no hemos tenido ninguna hasta el día de hoy. Hemos vivido mucho juntos, pero no como pareja, siempre como amigos, que se aman, pero amigos. Se ha quedado serio, no sé qué es lo que está pasando por su mente. 

 

—¿Qué es? ¿Qué quieres decirme? —me atrevo a preguntar.

 

—Elena, hemos pasado por tantas cosas juntos, risas, llantos, desafíos… y creo que ha llegado la hora, es el momento adecuado para darle un nombre a lo que tenemos. 

 

—¿A qué te refieres? —Sonrío emocionada por sus palabras. No soy tonta, pero me ha tomado por sorpresa, hace unas horas ni nos hablábamos.

 

—Quiero que seas mi novia, formalmente. No solo esa amiga de la que voy a estar eternamente enamorado, o esa compañera de batallas, Elena, lo quiero todo contigo, sé mi compañera en todo. —dice mirándome a los ojos.

 

—¡Mateo, sí! —Me emociono. Salto a sus brazos. —Deseo ser tu todo, lo sabes perfectamente, perdóname por ser una tonta insegura y no haber hablado contigo antes. —Pero necesito que me digas algo.

 

—¿Qué quieres saber? —pregunta acercándose peligrosamente a mis labios.

 

—¿Por qué ahora? ¿Qué ha cambiado? —cuestiono.

 

—Porque soy un imbécil que no se daba cuenta de que podía perderte, y si eso sucede, me moriría en vida. Porque te quiero.

 

Mateo sujeta mis mejillas con fuerza y me besa con desespero, pero con ternura, la mezcla perfecta para hacer que me vuelva loca.


 

—Feliz Nochebuena, mi amor. —me abraza con fuerza.

 

—Feliz Nochebuena. 


 

MATEO.

 

Dejo a Elena en su casa de madrugada, ya están todos acostados, no se escucha nada.

Le escribo un mensaje a Vicente, para saber si está despierto, necesito hablar con alguien sobre lo que ha pasado esta noche. No pensé que iba a emocionarme tanto.

 

“¿Estás despierto?”, le envío y veo al poco que está en línea. Por eso, sin pensarlo mucho, lo llamo.

 

—¡Vicente, necesitaba contarte! —digo emocionado —Elena y yo somos novios, formalmente ¡al fin!

 

—¡Eso es increíble, amigo! ¿Qué ha pasado?

 

—Tuvimos una cita maravillosa en el cerro, a la luz de la luna. —Sonrío sabiendo lo cursi que le parecerá esto a mi amigo —Hablamos de todo, y al final, como había decidido, me arme de valor y di el paso. Estoy feliz. —exclamo.

 

—Te lo mereces, Mateo. Ya era hora de que por fin dieseis el paso, pero ahora, la gran pregunta, ¿qué sigue? 

 

Me coloco en el asiento del coche, reflexionando.

 

—Esa es la parte complicada. Mi trabajo en el estudio de arquitectura en Nueva York es mi pasión, pero ahora que estoy en una relación seria con Elena, tengo que tomar decisiones importantes. No pienso perderla de nuevo ni, tampoco, renunciar por lo que tanto he luchado.

 

—¿Estás considerando mudarte a la ciudad con Elena? —pregunta mi amigo.

 

—Sí, esa es una opción. Pero también me planteo la posibilidad de abrir mi propio estudio aquí. Quiero estar cerca de ella, pero al mismo tiempo, no quiero abandonar mi carrera.




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