Regresaré

CAPITULO 20

 

ELENA.

 

Jessica, pasa a mi habitación encendiendo las luces cuando no han pasado ni dos horas desde que nos hemos ido a acostar. Voy a gritar o tirarle la almohada a la cabeza, pero

la miro y sus ojos me indican que sucede algo preocupante.

 

—Elena, necesito contarte algo. —dice sentándose a mi lado —Mateo ha sufrido un accidente y está en el hospital —dice con un nudo en la garganta.

Mi corazón da un vuelco, al escucharla.

—¿Qué? ¿Cómo ha pasado eso? —Pregunto con la voz rota.

No puede ser, hace apenas unas horas estábamos bien y al despertar me encontré en esta situación.

 

Papa entra en mi habitación e intenta contener sus propias lágrimas cuando me explica los detalles del accidente.

 

—Elena, Mateo está grave, el otro conductor perdió el control del coche, y el golpe fue frontal.

 

No puede ser real, papá —sollozo —Mateo no puede estar en el hospital. Dime que no es cierto, por favor, dime que estoy teniendo un mal sueño. —Jess vuelve abrazarme con fuerza y ambas lloramos. 

 

Me visto lo más rápido posible, mamá y ya están esperando abajo. Jess llama a Nico, para reunirnos en el hospital, la familia de Mateo ya está allí junto a Vicente.

Subo al coche con la mirada perdida, siento el murmullo de mi familia hablando entre ellos, pero no puedo escuchar, solo tengo ganas de llorar. No puede hacerme esto, no ahora que llegaba nuestro momento, ahora no puede ser nuestro final. Sin poder evitarlo vuelvo a sollozar abrazada a mí misma, Jessica me abraza llorando conmigo.

 

Al llegar al hospital, la chica de recepción muy amable nos atiende acompañándonos al área de cirugía donde está Mateo en este momento. 

 

—Lo siento tanto cariño, Estamos aquí para él, pero necesitas ser fuerte.

 

—No puedo perderlo, Jessica. No puedo. —Es lo único que puedo decir con la voz entrecortada.

 

—Vamos a estar juntas en esto. Ahora, tenemos que enfrentarlo juntas por Mateo. —responde con suavidad mientras me abraza con fuerza.

 

Al entrar a la sala de espera resuena el llanto de Emma que está abrazada a Miguel, al verme deja los brazos de su marido para dirigirse a los míos.

 

—Mi niño Elena. No me dejan ver a mi niño. —Solloza.

 

—Emma, va a estar bien, ya lo verás —digo armándome de valor —tiene que volver con nosotras.

 

Mamá se acerca a Emma para abrazarla, está deshecha. Nunca pensamos que alguna vez pasaríamos una Navidad como esta. 

 

La sala de espera estaba llena de silencio y tensión en el aire, el olor a desinfectante me removía el estómago. Los Donovan volvieron a los sillones, mis padres, Jess, y yo nos sentamos, junto a ellos, esperando noticias sobre Mateo. 

 

El tiempo se me hacía eterno, cuando llevaba una hora de espera, Abel entró a la sala tomado de la mano de Catia.

Esta luce sería y pálida. Se acerca a toda prisa con lágrimas en los ojos y me abraza.

No doy muchas explicaciones, solo lo poco que Vicente ha podido contarnos, ya que él es el que primero acudió al accidente, al ir hablando con él por teléfono, cuando llegaron los bomberos y las ambulancias llamaron a él, el último número marcado.

 

Finalmente, un médico se acerca, su cara es seria y de pena.

 

—¿Familia Donovan? —Pregunta mirando los documentos que lleva en las manos. —Familia, Mateo, ha salido de la cirugía —explica y mi corazón parece detenerse un instante. —Fue un procedimiento complicado, pero hicimos todo lo posible. —Mis ojos buscaron respuestas en el rostro del médico, pero su expresión era impenetrable. —Está estable por ahora, pero su recuperación será un camino largo y desafiante. Las próximas horas son cruciales.

 

El suspiro colectivo de alivio en la sala de espera fue al unísono. 

Mi mamá tomó mi mano, buscando darme un poco de consuelo. Jess y yo intercambiamos miradas de alivio.

 

El doctor nos dice que podemos pasar a ver a Mateo en un momento que lo están subiendo a la habitación.

Cómo lo más normal, Emma pasó junto a Pablo y Ana.

 

La espera se me hace eterna, no aguanto la ansiedad por poder verlo.

Después de diez o quince minutos, salen de la habitación descompuestos. Ahora es nuestro turno de visitar a Mateo en su habitación. Al entrar, ver tantas máquinas conectadas a Mateo, me hace creer que vivo en una pesadilla. Yace inmóvil, conectado a tubos y cables.

 

—Hola, amor —susurro, mientras me acerco a su cama. Su rostro está pálido, pero aún sigue siendo el mismo hombre atractivo que tanto amo. Lo agarro de la mano con delicadeza.

 

—Estamos aquí contigo, Mateo —dice Jess, su voz temblorosa, abrazada a Nico. Mamá y papá rodean la cama, también dedicando palabras de ánimo, para que se despierte pronto.

 

Por la noche nos turnamos haciendo guardias cada dos horas para estar presentes si por casualidad despertaba de su inconsciencia.

El no saber qué puede pasar esta noche nos tiene a todos devastados, pero estamos unidos y eso es lo que necesita Mateo, a la gente que quiere a su alrededor.

 

Hola florecillas,

Ya he vuelto. Gracias por acompañarme en este libro, por los comentarios y me gustasos recuerdo que si me seguís os llegarán los avisos de las actualizacionesNo os olvidéis de mis estrellitas, me hacen bien.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.