Regresaré

CAPITULO 21

 

ELENA.

Mateo no despierta, sigo sentada en la sala de espera junto a su familia, estamos desesperados mientras los médicos le hacen más y más pruebas.

El único que nos ha informado de algo es Vicente, que conoce a una enfermera y le va informando sobre las pruebas que hacen, sin llegar a dar demasiada información.

Levantándome del incómodo asiento, me acerco con cautela cuando el médico entra a la sala de espera, nadie habla, pero la tensión flota en el aire. 

El médico, con gesto serio, se aproxima a nosotros.

—Lamento no traer mejores noticias, —suspira —pero la situación es delicada, Mateo podría tener dañada la medula. —explica el médico, y sus palabras rompen por completo mi corazón.

Miré a mi alrededor, buscando algún indicio de esperanza en las caras de los demás.

—¿Hay algo que puedan hacer por él? —pregunto, con la voz temblorosa.

El médico vuelve a suspirar antes de responder.

—Hasta que no despierte, no podemos realizar más procedimientos. Estamos monitoreando su estado, pero la incertidumbre es parte de este proceso. En cuanto tenga más información no dudaré en dársela.

Nadie puede hablar, nos miramos los unos a los otros con angustia. —Debemos esperar y rezar por su recuperación —concluye el médico antes de retirarse, dejándonos con una preocupación enorme a todos los presentes.

Las palabras del hombre no dejan de resonar en mi mente, mientras observo desde el cristal a Mateo, inmóvil en la cama del hospital. 

El miedo se apodera de mí, no puedo ni pensar por un momento en la posibilidad de que Mateo pueda pasar por algo así, me aterra. Mientras el tiempo pasa, me desespero minuto tras minuto, necesito que despierte, y que cuando lo haga todo sean buenas noticias.

Mis padres me piden que los acompañe a casa a lo que me niego rotundamente, por suerte, ellos no insisten. Pienso pasar la noche en el hospital, esta y todas las que vengan hasta que despierte. 

 

Horas después… 

 

Abel entra a la sala donde sigo esperando, al lado de la habitación, ahora Vicente ha entrado a ver a Mateo, así que he decidido salir a tomar un café, para despejarme, a una de las máquinas que tienen fuera.

—Elena, vengo a despedirme, debo volver a París cuanto antes. En dos días empiezan las clases.

—Abel lo siento… —él no me deja responder

—Elena no tienes culpa de nada, no lo sientas, esta situación es una mierda para todos —me abraza —Me he tomado la libertad de llamar a Flero —dice tomándome por sorpresa.

—Abel, yo ahora no puedo viajar… —suspiro sonoramente.

—Lo sé, le he explicado la situación, aparte de que he enviado un informe médico de Mateo, diciendo que es tu prometido, y como excepción van a darte quince días de permiso. Nunca se ha hecho algo parecido, luego, si no quieres o no puedes volver, cancelarán tu matrícula.

—Entiendo. —Sonrío tristemente, Apoyo mi mano en su hombro. —No puedo dejar aquí a Mateo y marcharme como si solo se hubiese caído de una bicicleta.

—Elena, no te estoy diciendo que hacer, solo te estoy explicando la situación. No hacen esto por cualquier estudiante, también quiero que lo tengas presente, esta vez han sido tus calificaciones las que han hablado por ti. Piénsalo.

Abel tiene razón, me duele pensar que todo mi trabajo se va a tirar por la borda, pero no hay nada que hacer, no puedo moverme de aquí, lo mismo perdería el curso si me voy, no podría concentrarme.

—No te preocupes, veré que hago más adelante. Bueno, ¿qué pasa con Catia? ¿Dónde está? —Le pregunto al no verla. No paso por alto el hecho de que ayer entraron tomados de la mano al hospital.

—Está en una consulta médica. No es nada grave, solo quería hacer unas preguntas —Ríe.

Al nada de preguntar por ella, Catia, entra por la puerta y me abraza.

—Princesa, nos vamos, pero estaremos en contacto ¿Cierto? No dejes de mantenernos informados. Cuando todo pase, porque va a pasar, —me da ánimos —hablaremos tranquilamente. Te quiero amiga. —Vuelve a abrazarme.

 

          ------------    -----------

 

Levo dos días encerrada en el hospital y Mateo no despierta. Mi ansiedad no deja de crecer, no dejo de pensar en Mateo, pero también en mi futuro. 

Mis padres han intentado hablar conmigo respecto a mi futuro, pero no quiero hablar con nadie que no sea Mateo, quiero ver que despierta y todo es como antes. 

 

Los padres de Mateo han bajado a la cafetería a comer, como los demás están devastados y si Pablo no acompaña a Emma esta no se acuerda de que debe alimentarse, es el momento del día en que hablo a solas con Mateo en la habitación junto a su cama, hoy no puedo dejar de acariciar su rostro. Lo amo tanto…

—Mateo —le hablo —¿recuerdas cuando teníamos dieciséis y nos escapábamos de verbena a la playa en vacaciones? Pues, debo confesarte algo, —Susurro— sabía que si bebía alcohol, no te ibas a alejar de mí, siempre has querido protegerme, y yo, como lo sabía, fingía estar bebida para no separarme de ti. Así evitaba que ninguna chica se acercara a ti, me reñías para que no bebiera más, tu no lo hacías, pero igualmente no podías bailar en toda la noche ¿Lo recuerdas? —pregunto al borde del llanto sabiendo que no me va a contestar. —Tienes que despertar Mateo, una noche como la que tuvimos no puede ser nuestra última noche, vuelve a mí, te lo suplico.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.