ELENA.
Entro a la habitación, notando que la tensión aún flota en el aire. Suspiro para coger fuerzas, necesito estar tranquila, para no alterar a Mateo, bastante mal lo está pasando ya.
Al entrar en la habitación, los ojos de Mateo enrojecidos e hinchados me indican que ha estado llorando.
—¿Todo bien, Mateo? —pregunto preocupada al pasar.
Mateo me mira directamente a los ojos, su expresión es seria, pero no parece de molestia.
—Elena, necesitamos hablar. —dice palmeando el lado de la cama.
Me acerco a su lado y tomo asiento.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Algo anda mal? —suspiro mirándolo con miedo a lo que quiera decirme.
—Jessica me ha explicado toda la situación. Que necesitas volver a París, Elena, entiendo lo importante que es para ti. —Suspirando profundamente, Mateo toma mis manos entre las suyas. —¿Eso es así? —Asiento con la cabeza, no puedo mirarlo a la cara, su mirada es tan triste…
Lo siento, Mateo, no quiero marcharme. No quiero dejarte solo, por eso no quería que te enterases de mi posición. —le sonrió con ternura. —No voy a marcharme, tranquilo.
—No es tu culpa el que yo esté así cariño, pero escucha, no quiero que te vayas, pero, también sé que es necesario para tu carrera —acaricia mi cabello mientras yo me recuesto en su pecho. —Elena, prométeme que te irás. Debes hacerlo. Solo… Promete que no te irás para siempre. —me pide y eso despierta en mí la esperanza de que él no va a dejar de luchar para volver a caminar.
—Y no solo eso nena, yo también voy a cambiar. Jessica me ha abierto los ojos. —explica, yo no sabía que había hablado con Jess hasta ahora —Voy a comenzar la rehabilitación para curar mi médula. Necesito ser la mejor versión de mí mismo para ti y para nuestro futuro. —no puedo creer en este cambio, solo ha pasado una escasa media hora.
MATEO.
Los ojos de Elena se llenan de lágrimas, pero esta vez son lágrimas de felicidad, al escuchar lo que ella quería, que empiece con los tratamientos, lo que hace que mi corazón, sienta que se quita un peso de encima y me alivie un poco.
—Mateo, eso es todo lo que en todo momento he querido escuchar, que vas a luchar. Estoy dispuesta a apoyarte en todo momento. —Me abraza con mucha fuerza. —REGRESARÉ. —dice como una promesa.
—Te quiero tanto, Mateo… —repite llorosa.
Esto último me lo dice antes de besarme, primero con ternura, pero después con una pasión que me hace replantearme, si llegado el momento podré dejarla ir, para que sea realmente libre y feliz.
Veo como mi princesa, la dueña de mi corazón se queda rendida entre mis brazos mientras acaricio su pelo y beso su cabeza.
Observándola, tengo claro que si no consigo caminar de nuevo, no habrá opción para nosotros, no soportaría que ella llevase una vida de mierda por mi culpa. Eso no va a pasar, aunque no me perdone jamás en la vida, ni pueda volver a verla.
Elena está dormida en mi pecho cuando mi padre y una enfermera entran por la puerta.
Le explico a mi padre entre susurros la decisión que he tomado con respecto a la rehabilitación y la pequeña charla que he tenido con Elena, su gesto de aprobación y alegría me satisface.
La princesa se remueve entre mis brazos, despertando a causa de nuestros susurros.
Abre sus preciosos ojos, me mira, y su mirada está tan llena de amor que me estruja el corazón. Ojala nunca dejase de mirarme así… la amo tanto…
—Miguel, Mateo, voy a salir un rato, debo llamar a París, para organizar algunas cosas. —indica incorporándose de la cama y dejando un beso en mis labios.
—Claro, hasta luego enana. —dice mi padre cambiando de lugar y acercándose a mí cuando Elena sale por la puerta y se marcha.
ELENA.
Marco en el teléfono, decidida el número de Abel. Después de unos tonos, finalmente él contesta.
—¡Elena! —dice sorprendido por mi llamada. —creo que no la esperaba.
—Hola Abel, te llamo para informarte sobre algo…
—Hola nena, ¿cómo estás? ¿Qué sucede? ¿Cómo está, Mateo? —Me acribilla a preguntas.
—A ver una a una, estoy bien ahora, gracias, he estado hablando con Mateo sobre nuestro futuro, y mientras que él se recupera, he decidido volver a la escuela de Flero. —digo de una —Mateo no quiere que me quede aquí, dice que si no puedo hacer nada aquí, que no pierda lo que estoy a un paso de conseguir en París, no sé cómo lo hizo Jess, pero lo convenció para que hablara conmigo.
—¡Vaya! Eso es genial, pero ¿qué pasa con Mateo? ¿Ya está más abierto a la rehabilitación?
—No te preocupes, Abel. Hablé con él, y está de acuerdo en empezar con ella, además, quiero y voy a estar a su lado mientras se recupera, así que iré y volveré para estar con él cada vez que pueda. Si nos hemos sacrificado tanto hasta ahora, era para tener la oportunidad de cumplir mi sueño.
Editado: 06.02.2024