Regresaré

CAPITULO 25

 

MATEO. 

 

Justin ha venido y se quedará un par de días para verme. Estoy en pie sujetando las barras en las que tengo que intentar mantenerme en pie.

 

—Justin, mi vida se ha reducido a estar constantemente en terapia y hacer ejercicios para fortalecer mi médula. —intento sonreír sinceramente.

 

No trabajo mucho, pero tengo ahí unos proyectos que no he dejado de lado para la restauración de la residencia con restaurante que pediste.

Mis padres, siempre están presentes, y Jessica, con su apoyo incondicional, me dan la fuerza necesaria para enfrentar esta jodida lesión que tengo.

 

»¿Sabes? Las videollamadas con Elena son mi salvavidas para no caer en la depresión. Cada sonrisa que veo en la pantalla del móvil, me recuerda el porqué tengo que seguir adelante. 

»Mientras ella perfecciona su habilidad en las cocinas de París, aquí estoy yo, dándolo todo por recuperar la movilidad.

 

—Así me gusta chico, tienes que mejorar pronto. Tu despacho sigue libre, es tuyo, no voy a dejar que nadie lo ocupe. El mes de enero de EuropaArt sigue siendo el más vendido de los últimos meses, por lo que nuestra empresa ha pasado a ser de las primeras del país, gracias a tus proyectos visionarios. —Me dedica una sonrisa de ánimo. —Veo que lo llevas bien. Te esfuerzas mucho.

 

—No te voy a mentir, Justin. —Suspiro. —Hay días difíciles, pero la idea de volver a estar con Elena y quedarme aquí con ella cada día se hace más fuerte.  —Suelto dejándolo asombrado por mis palabras.

—¿Qué me quieres decir? —pregunta mientras deja la revista que tenía en las manos.

—Justin, no sé si quiero volver a Nueva York. —Mi jefe y amigo se queda sorprendido por mis palabras, pero me sonríe en señal de que no está disgustado.

—Sabes chico, en el fondo lo sabía. Sabía que querías estar en casa, que querías estar con esa chica, cuando podías volver aquí, el brillo que tenías en los ojos te delataba —intento hablar, pero me corta. —Solo te pido que no dejes de ser accionista de la empresa, podemos seguir negociando, yo desde allí y tú desde aquí si es que tienes pensado crear tu propia oficina.

 

—¿De verdad quieres que siga desde aquí? Pensaba que tu idea era tenerme en la filial de Nueva York.

—Y efectivamente lo era. Pero prefiero que trabajes desde lejos y tenerte de mi lado. Muchacho, tú eres de los buenos, no puedo dejarte escapar aunque ya no me necesites. 

—Necesito tu positividad y tus consejos, como siempre. —Lo miro alzando las cejas en forma de burla.

Justin ríe ayudándome a bajar de las barras paralelas donde he conseguido quedarme en pie.

 

Un mes después…

 

MATEO.

 

Estoy agotado. No puedo ya más hoy, llevo más de dos horas en la barra y nada, solo consigo mantenerme en pie por unos minutos.

—¿Quieres que dejemos ya hijo? —pregunta mi padre al lado de la barra.

—Probemos una vez más —suspiro cansado —todo sea por avanzar. 

Juro que me esfuerzo hasta el límite, no puedo hacer más. Una rara sensación me invade cuando vuelvo a subir a la barra. Mi padre me suelta y me deja apoyando de mis brazos sobre el frío metal. Cierro los ojos jadeando por el dolor. Me duele a rabiar, pero aguanto.

 

—Hijo, solo unos minutos más, —Me anima —vamos vas a superar el tiempo de la semana pasada.

 

De repente, una sensación diferente me recorre por los dedos de los pies, hace que centre toda mi atención en esa parte de mi cuerpo que, durante tanto tiempo, se ha negado a responder mis órdenes para que se mueva.

Una lágrima tras otra inundan mi rostro, cuando me doy cuenta de que, contra todo pronóstico, puedo mover los dedos de los pies.

Cuando alzo la mirada buscando a mi padre, este está agachado mirando fijamente mis pies y al mirarme me doy cuenta de que está llorando como un niño al igual que yo.

 

ELENA.

 

—Vamos, Elena, será solo un rato. ¡Vente, por Dios! —Catia me suplica que la acompañe a cenar a un bar cerca del apartamento, con Abel. —Es salir a cenar y volver.

 

—Te agradezco la insistencia, pero no voy a ir. Quiero llamar a Mateo a ver que tal su sesión de hoy. Antes me escribió un mensaje diciendo que quiere hablarme de algo.

 

La cara que pongo de súplica, explicar mis motivos, y mi negativa tajante, hace que deje de insistir.

Cuando los veo salir por la puerta, me tumbo en el sofá y llamo a Mateo.

 

—¡Hola amor! ¿Qué tal tu día? —pregunto suavemente.

 

—Nena, tengo que decirte algo… — dice serio, tanto que da miedo.

 

—¿¡Qué pasa!? ¡No me asustes bobo! —gruño cuando se le escapa una pequeña sonrisa.

 

 —¡He logrado algo increíble nena! ¡Puedo mover los dedos de los pies! —Su entusiasmo llena mi corazón de alegría. 

 

Mis sentidos se ponen en alerta, realmente lo ha dicho, ha dicho que ha movido los dedos de los pies…

 

—¡Pero eso es increíble!, ¿cuándo? ¿Cómo? —cuestiono llorando de alegría.

 

—Esta mañana después de los ejercicios con las barras.

 

 

MATEO

 

La noticia de que Elena ha sido seleccionada para una oportunidad única en un prestigioso restaurante parisino me llena de orgullo.

 

—Me he enterado esta mañana, el chef Simón Moreau, después de intentar coquetear conmigo en el receso entre clase y clase, —escucho un gruñido de su parte —déjame continuar amor. Bueno, después de rechazarlo y darle la calabaza mayor, se marchó, pero luego vino y me dio la enhorabuena. No quieren gente en sus filas que no crean en ellos mismos, nadie que crea que no es lo suficientemente talentoso como para conseguir las cosas por su cuenta sin ayuda, puede entrar en su cocina. — explico orgullosa de mí misma. —¡Es la evaluación final Mateo! ¿Sabes lo que significa? Que si todo va bien en un mes estaré en casa contigo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.