Regresaré

CAPITULO 29

ELENA.

 

El reloj avanza implacable, marcando el tiempo que me queda para completar mi postre: la creación de una mousse de melocotón. 

Mis manos tiemblan ligeramente mientras reviso la receta una vez más, tratando de recordar cada paso y medida. Estoy nerviosa y a la vez tranquila.

El aroma dulce de los melocotones llena la cocina, pero estoy tan nerviosa…. ¿Seré capaz de lograr la consistencia perfecta? ¿Me equivoqué en alguna proporción crucial? La presión se intensifica con cada segundo que pasa, y puedo sentir el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.

Solo me consuela, que un par de veces, al alzar la vista, la mirada de Abel me transmite confianza. 

Lo mismo pasa con Mateo, su sonrisa tranquila hace que desaparezcan todos mis nervios.

Mi mente está en constante alerta. Cada detalle cuenta. El ruido de mis utensilios de cocina chocando entre sí, hace que no se escuche el latido acelerado de mi corazón. La temperatura de la cocina parece aumentar a medida que el tiempo se agota.

Al ver la mezcla tomar forma, los nervios se intensifican. ¿Será la textura la adecuada? ¿Añadí la cantidad correcta de azúcar? Mis ojos se fijan en la receta, pero mi mente vuela hacia cuál será el posible resultado. 

La mousse de melocotón debe ser un equilibrio perfecto entre suavidad y sabor, espero haberla preparado a la perfección.

El reloj marca el final del tiempo asignado. Con manos temblorosas, vierto la mousse en los moldes con la esperanza de que se enfríe y solidifique de la manera correcta. La cocina queda en silencio mientras espero, y mi corazón late tan fuerte que creo que en cualquier momento puede salirse de mi pecho.

Al desmoldar la mousse, una mezcla de emoción y temor me invade. ¿Logré superar la prueba? La apariencia es buenísima, pero la verdad está en el sabor. Con un tenedor en la mano, me acerco con precaución, a observar cuál es el resultado final.

El Chef Flero, da por terminada la prueba felicitándonos a todos por nuestra gran actuación.

Es la hora de la verdad, van a repartir los cafés y con ellos las papeletas de la votación.

 

MATEO.

 

Todo el comedor permanece en silencio, la emoción y el nerviosismo están presentes en este momento.

Miro a los ojos a Elena que mueve sus manos nerviosa, mientras juega con sus dedos. Intento mirarla a los ojos, pero parece que no puede mirar.

El aire en la cocina está cargado de nervios. Con los delantales manchados y los ojos brillantes, esperan todos en silencio.

El Chef Flero, con su gorro blanco y mirada penetrante, sostiene un sobre color dorado en sus manos.

 

Elena es una apasionada por la gastronomía, pero también sé que sus competidores son estupendos.

El Chef Flero abre el sobre con cuidado, deslizando su dedo por el borde dorado. El papel cruje y todos los ojos se posan en él. La tensión es palpable. El chef carraspea la garganta y comienza a leer en voz alta.

 

—Y el ganador de esta prueba es…

 

ELENA.

 

Contengo la respiración. Mi mente se llena de imágenes de mi abuela enseñándome a cocinar, del mercado, lleno de gente donde he elegido los ingredientes más frescos. He invertido mi corazón y su alma en este curso…

El Chef Flero sonríe y me mira directamente a los ojos.

—¡Elena! —anuncia.

 El silencio se rompe por los aplausos. No puedo creerlo. 

No puedo dejar de llorar mientras el chef me entrega un delantal dorado.

—Tu plato es excepcional, —dice el Chef Flero. —Has demostrado creatividad, técnica y pasión. ¡Felicidades!

Siento como si flotara, mis compañeros me abrazan y felicitan. Escucho de fondo que el segundo puesto es para Abel, por tan solo dos votos de diferencia, lo miro y me guiña un ojo.

Por fin, el sueño que tanto he perseguido durante años se hace realidad.

 El Chef Flero me guía hasta el centro de la cocina para ponerme frente a mi familia.

 

MATEO.

 

Mi corazón late fuerte cuando, finalmente, la audiencia estalla en aplausos.

Flero acompaña a Elena al centro de la cocina, lugar que la deja frente a nosotros.

Rompiendo todo el protocolo, Elena se acerca a mí con ojos llorosos por la felicidad.

—¡Mateo!—dice con su más bella sonrisa —nunca habría llegado hasta aquí sin tu apoyo incondicional.

Lo que me desarma por completo.

—Eres mi inspiración, Elena. Estoy increíblemente orgulloso de ti —respondo emocionado.

Nos abrazamos, llorando de felicidad, Flero, también emocionado, se acerca con un pequeño diploma enmarcado para hacerle entrega. Elena lo recibe y todos en la sala aplauden y ríen.

Entonces es cuando, impulsado por la emoción, me pongo en pie solo con la ayuda del apoyo en la silla.




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