Regresaré

EPÍLOGO

MATEO.

 

La luz de la tarde se filtra por las cortinas de nuestra acogedora sala, mientras Mateo y yo nos sentamos, tenemos que tomar decisiones importantes que darán un giro a nuestras vidas.

 

Elena, después de ganar el concurso, pidió perdón al Chef Flero por rechazar su oferta, ella quiso volver a Italia, rechazando así su participación en prácticas en su restaurante de París. Él, por su parte, se negó a qué Elena se perdiera la oportunidad de trabajar con él, dándole la opción de que esas prácticas se hicieran aquí, en Italia, en uno de sus restaurantes más selectos. 

 

Ella aceptó, por lo que Abel se quedó con el puesto de París, cosa que alegro a mi chica enormemente. Abel ha sido padre de un hermoso niño al que se llama Íker.

Catia ha conseguido finalizar sus estudios gracias a la insistencia de su esposo. 

Sí, su esposo.

 

Por lo visto, un día Abel se levantó una mañana y llevó a Catia a los juzgados para hacerla su esposa y que esa criatura naciera dentro del matrimonio, eso sí, tuvo que prometerle que más adelante le daría la boda de sus sueños.

 

Por mi parte la rehabilitación está siendo intensa, hace unos meses di mis primeros pasos solo, sin la ayuda de la barra ni la muleta. No he contado nada a Elena ya que quiero que sea una sorpresa.

 

Me ha costado, dolor y llanto, pero ahora por fin empiezo a ver el fruto de mi lucha.

Justin ya sabe cuál es mi plan respecto a la empresa, pero solo lo sabemos nosotros.

 

Ella está preocupada por mí, teme que vuelva a Nueva York y sea por mucho tiempo, Justin me pidió viajar para firmar unos contratos, ahora que la rehabilitación va mejor y parece que puedo dar algunos pasos solo.

 

—¿Qué te parece si abro mi oficina en la ciudad? —propongo mientras Elena me mira con los ojos brillantes y llenos de esperanza. 


 

—Suena bien, amor, no quiero que estemos lejos el uno del otro. —Se aferra a la taza de té, pensativa. —Hemos pasado, por tanto…  No quiero que te marches de nuevo.

 

—Lo entiendo, Elena. —me acerco a la mesa donde ella está sentada —¿Y si buscamos un lugar aquí, cerca de casa, para mi oficina? —digo acariciando su cabello.

 

—¡Eso sería perfecto! Así estaríamos juntos todo el tiempo. —Me abraza ilusionada.

 

—Y tú, ¿qué opinas de abrir ese pequeño restaurante que siempre has soñado, aquí en la ciudad, y dejar de trabajar para Flero? 

 

—¡Me encantaría! —Se emociona. —Podría ser un lugar acogedor, donde la gente pueda disfrutar de buena comida y compañía. —explica ilusionada.


ELENA.

 

Planeo hablando sin parar de cada detalle, imaginando la oficina de Mateo y el restaurante que será mi pequeño rincón de sueños culinarios.

 

Estoy un poco molesta con Mateo, hasta hace unos meses hablábamos de futuro, pero hace unas semanas que nos hemos volcado en hablar más de nuestras carreras. Cada vez que intento hablar sobre la boda, lo evita cambiando de tema. 

Me levanto para preparar un par de cafés, mientras él va hacia la sala a por la laptop para buscar locales en inmobiliarias.

La conversación continúa y cada uno nos damos ideas sobre cómo será el restaurante y la oficina. Cuando la conversación se detiene y no recibo respuesta, me giro por inercia buscando a Mateo con la mirada.

 

—Y, ¿qué tal si nos casamos? —sugiere Mateo llevando en la mano una pequeña caja de terciopelo roja, caminando a cortos pasos, él solo, hasta llegar a mí y tomar mi mano. En ella coloca un precioso anillo con un diamante en rosa. —Te quiero Elena, no tuve la oportunidad de ser yo quien lo pidiera, pero ahora, la tengo. Y te lo debo. 

 

—¡Sí, quiero! —respondo con una sonrisa radiante. Que al volverlo a ver caminar se convierte en llanto.

 

—Vas a ser mi princesa, mi compañera, no quiero volver a separarme de tu lado. Vamos a establecernos aquí, como siempre habíamos soñado. —Me besa con la misma pasión que lo hacía el primer día —Es una promesa.


Planeamos nuestra boda para un año después, ya que este año Jess se marcha con Nico a la otra punta de Italia a estudiar, y Ana por su parte también se marcha a Francia a estudiar Moda y diseño.


 

Un año después…

 

MATEO.

 

Mientras espero en el altar, mi corazón late con una mezcla de emoción y nerviosismo. La iglesia está llena de seres queridos, amigos y familiares que han venido a celebrar mi boda con Elena. Las flores decoran cada rincón, y la suave melodía del órgano llena el aire, creando un aire romántico.

No dejo de mirar hacia todas partes, esperando el momento en que ella entrará caminando por el pasillo que conduce hasta mí.

Abel y Catia, en primera fila con el pequeño Íker, me sonríen con complicidad, mientras que mi familia y la de Elena esperan nerviosos.

Intento relajarme mirando a mis amigos o las flores que tengo cerca, pero mi atención se enfoca en la puerta principal de la iglesia, donde sé que, en cualquier momento, aparecerá la mujer que desde niños ha tenido mi corazón.




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