Reina De Alma Gitana

Lazos De Sangre.

 

—¿Por qué? —se pregunto la pelinegra, otra vez—, solo eres un extraño, no puedo verte como a un hermano  —las últimas semanas una parte de su ser  recordó ciertas cosas que prefería no mencionar y mucho menos recordar; Damian era un idiota, un ingenuo.

Arrojó un colgante de su cuello, con con fuerza, se sentía enojada con ella  misma. Limpió sus lágrimas de un manotazo para luego mirarse al espejo.

—Usa ese resentimiento acumulado en algo productivo, a Damian no le importó lo que sufriste en Howl, tampoco le importó escucharte y arrojarte a Berbendur, por catorce malditos  años.

Alguien tocó la puerta, Areusa limpió el resto de sus lágrimas, también alisó sus cabellos fuera de lugar. —Adelante —respondió calmado.

—Señora aquí estoy —dijo una elegante mujer de alas negras.

—¿Está vez cumpliste con tu deber? —arguyó ella sin voltear a mirarla, las fallas de su sierva la tenían descontenta. 

—Si señora no fue fácil, pero logré dar con ella, por cierto los materiales de la poción fueron difíciles de conseguir, la señora Casandra dijo que no debe desperdiciar la pócima pues hacer más tomara tiempo, además que le saldrá más costosa...

—¡Maldita bruja! —exclamó la pelinegra, levantándose del tocador—, un magnífico poder desperdiciado  —espeto Areusa molesta, tomando el frasco de cristal.

—Ágata te daré una oportunidad de redimirte, lleva esto sano y salvo a manos de Danica y asegúrate de que todo salga bien —ordenó Areusa devolviendo el frasco de cristal con un líquido azul oscuro.

—Si mi señora, no la defraudaré. Respondió el cuervo con determinación.

Tomo el frasco, salió de aquella sombría estancia, dejando a su señora sola.

Volvió al tocador, apreciando su rostro, su atención se fijó en sus ojos, aquellos  iris de aguamarina características propias la familia real de Alkarya. Se podía decir que el sello de la  familia Mountbatten era su cabello rojizo y esos peculiares ojos turquesa tan llamativos.

——♡——
 


—Areusa tienes los  ojos de tu padre pequeña, eres una hermosa princesa.

—Reina Marion ¿De verdad los ojos de mi padre, son iguales a los míos? —inquirió la niña, con sus manos en el regazo de la reina.

—Si  son idénticos  —dijo la reina con un aire  de misterio, tomando a la pequeña Areusa en brazos, para sentar a la niña en su regazo—, pero acá entre nos —musitó la reina al oído de la pelinegra, de manera cómplice — tú mi niña eres más preciosa y más dulce que el gruñón rey Darius —habló Marion juguetona, haciéndole cosquillas a la niña.

Una mujer de hábitos blancos, con detalles en dorado, se acercó a la reina. —Majestad el tiempo ha acabado —dijo la sacerdotisa deteniéndose frente a la reina.

—Por favor sacerdotisa Arella ¿Puedo quedarme un poco más con la niña? —solicitó la reina casi suplicando.

Arella negó con un  movimiento de cabeza.

—Usted conoce las reglas mi señora —musitó Arella con pesar, al ver el rostro de la pequeña pelinegra, con sus llamativos ojos turquesas, brillantes por las lágrimas acumuladas.

—Por favor  Arella, si deja a su majestad un momento más, prometo no llorar más cuando sea de noche —rogó la chiquilla tomándose do los hábitos de Arella.

La mujer tomo con afecto las pequeñas manos de la niña, entre las suyas. —Areusa un hada debe ser fuerte y no llorar, sabes cuales son las reglas.

La niña se soltó de las manos de Arella, para abalanzarse en un efusivo abrazo con la reina. —Espero venga pronto majestad y dígale a padre, que me gustaría verlo, no recuerdo su rostro y quiero ver si es verdad lo parecido que son nuestros ojos.

—Así será princesa —respondió la reina, tomando a la niña de las mejillas y besar su frente.

—Danica —llamó Arella, a  la joven sacerdotisa tras ella—, lleva a la princesa Arusa a su celda —ordenó Arella. 

—Si señora —respondió la castaña, tomando a la niña de la mano.   

 

Escapó de su celda, a hurtadillas llegó al portal del templo, quería despedir a la reina y quizás un abrazo más. Pero se escondió entre los arbustos pues tras la reina iba la sacerdotisa del templo, Arella.

—Usted y yo tenemos un trato, no está cumpliendo su parte mi señora Marion  —acotó Arella severa en sus palabras.

—Es solo una niña señora, usted será la doncella del templo, pero Areusa es solo una niña, no creo que tenga de malo que venga a verla.

Arella suspiró  cansada, pues ya había repetido, más de una vez los motivos, por los cuales no era bueno que la niña recibiera visitas. —Majestad el rey Darius lo entiende, entonces ¿Por qué usted no lo hace? Las emociones de la pequeña Areusa son inestables y peligrosas, son el detonante para que su magia tenga reacciones agresivas.

—¡Por los dioses y el cielo mismo, Areusa es solo un niña, una niña que necesita de amor y si él se lo negará yo no! —exclamó Marion alzando la voz con impotencia con la actitud del rey.

A pesar de la exaltación de la monarca, Arella no se inmutó, ni perdió la calma. —Usted misma ha sido testimonio de los alcances de la chiquilla, vuestro hijo murió  aún en su vientre, a causa del manto umbrio de la princesa Areusa.

—Es una niña —musitó la reina a punto del llanto—, no puedo culparla por ser lo que es —dijo la reina cabizbaja subiendo a su carroza.

La pequeña escuchó todo escondida, hecha un ovillo para no ser vista. Recordó que meses atrás la reina estaba feliz porque esperaba un bebé, pero últimamente estaba triste, saber que ella fué la culpable de la tristeza de una de las pocas personas que de verdad  le mostró afecto la hizo sentir mal y merecedora de su soledad.

——♡——
 


Su poder estaba por despertar, y   está vez sería definitivamente, daría fin a la sangre Mountbatten así fuese lo último que Areusa hiciera.

Por otra parte esperaba, que Odette quedase fuera de todo eso, ella era especial la viva imagen de su madre en actitud y bondad.



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En el texto hay: romance, magia, realeza

Editado: 22.04.2024

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