Tomó a la niña en brazos, la pequeña no dejaba de ver sus alas con curiosidad.
— ¿Qué tanto miras mocosa? — cuestionó Ágata ceñuda, la niña solo soltó una risa—, te burlas de mí enana ya verás lo que te ocurrirá a ti si sigues riendo princesa.
Salió de la habitación con la niña cargada en un brazo, como si se tratase de un pequeño costal de harina. No le tomó mucho llegar a la otra habitación donde estaba Merliah.
Al entrar la muchacha estaba sentada, a orillas de su pequeña cama, callada.
— Si no quieres ver a tu hermana, me la volveré a llevar — pese a las palabras del cuervo Merliah no respondió, tampoco se inmutó.
Se acercó a la muchacha y sus ojos apenas y estaban abiertos, su rostro estaba cabizbajo y apenas y podía apresurarse, pues su cabello rojizo cubría parte de su rostro.
— Ya veo otra vez estás deambulando en los sueños — Ágata dió una bofetada fuerte, haciendo caer a un lado a la pelirroja.
Merliah llevó su mano a la zona afectada, por el sonoro golpe — eso dolió —musitó la pelirroja princesa, incorporándose de nuevo poniendo sus cabellos tras su espalda—, ¡Trajiste a mi hermana! —exclamó emocionada Merliah, quitando a Clover de brazos de Ágata.
— ¿Estas bien, preciosa? Pensé que algo te había ocurrido tenía tanto tiempo sin verte y pensé lo peor — abrazo a su pequeña hermana sin querer soltarla Clover parecía tranquila en los cálidos brazos de su hermana mayor.
— ¿Por qué estabas en trance? — empero Ágata con su habitual falta de tacto.
— No lo sé — respondió Merliah distraída con su hermana—, Ágata dime algo y por favor se honesta..
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— Alteza ¿Es una orden? —cuestiinó el cuervo señalándose a si misma—, porque si es una orden aquí tú no mandas niña, no soy una de tus súbditos.
Negó ante lo que él cuervo dijo — solo quiero que me digas quién es esa tal Areusa y porque nos trajo a mí y a Clover aquí, se que mis padres la conocen, es más ví en ellos un miedo en sus ojos que nunca antes ví en mis padres.
— No estoy autorizada a hablar, pero a ti te trajo Danica, en un inicio solo queríamos a la pequeña, su magia es la necesaria para lo que mi señora quiere hacer.
Miró a su hermana jugando en su regazo, con sus rojizos mechones de cabello, un escalofrío recorrió su cuerpo, por lo que Ágata dijo debía escapar, de cualquier modo esa tal Areusa era una mujer retorcida.
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Llegó al lugar que le vió nacer y por mucho tiempo fue feliz, correteando como un gitanillo más.
Todos en la aldea le miraban con sorpresa, unos desconfiados. Un hombre se acercó al castaño de uniforme índigo montado, en un corcel de dos colores blanco y café y una crin larga y blanquecina, en aquel soldado destacaban algunas medallas en su pecho y en su mano izquierda un anillo de oro con una piedra negra y roja, semejante al comienzo de un eclipse
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—¿Qué hace aquí? —inquirió el mal encarado hombre—, la reina de Alkarya hizo un trato con nuestra reina matriarca, no abra más soldados de Aldremir, molestando a nuestra gente.
Una mujer mayor apareció tras el gitano amenazante, al ver al muchacho una sonrisa se dibujo es sus labios — Galileo cierra tu boca aunque la apariencia del muchacho te engañe, ese que ves ahí es uno de los nuestros — dijo la mujer con voz sabedora.
— Azalea ¿Acaso te has vuelto loca mujer? —empero el fornido gitano desconcertado, ante lo que su matriarca decía—, como no ves la pinta de noble que tiene este payo mujer.
Azalea se acercó al caballo acarició el hocico de variopinto corcel — dime algo Axel, ¿qué te ha traído a tus raíces hijo?
— Necesito de su intuición abuela Azalea, su majestad me envió con usted —respondió el muchacho bajando del caballo.
Galileo miró al muchacho, tratando de asimilar que ese sujeto era el pequeño Axel.
— Por favor Galileo podría llevar a Bandido por algo de agua. El camino ha sido largo — dijo el muchacho entregando las riendas al gitano fornido.
El moreno tomó las riendas aún con desconfianza —en un momento lo traigo — se alejó con el caballo a paso lento.
— Axel no hay tiempo que perder, supongo que está oscuridad en mis sueños tiene relación con tu visita — dijo la anciana encaminandose a tienda.
El castaño siguió a la mujer, sabía lo acertada de sus palabras, no por nada la reina le había pedido ir con ella.
Al entrar en la pintoresca tienda, la nostalgia lo invadió, pues allí paso su infancia y allí era el hogar que recordaba junto a su madre.
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Un pequeño castaño corría huyendo de su madre.
— ¿Dónde estará mi pequeño cachorro? —cuestionó Clara con voz misteriosa. El pequeño se ocultó bajo una pila de almohadones de colores, Clara ya había visto sus piecitos, la rubia fingió ir moviendo las telas de la entrada el pequeño asomó su cabeza castaña y su madre lo soprendio tomándole por la espalda—, buen intento pequeño Axel pero es hora de cortarte el cabello — dijo ella victoriosa, mientras el niño tenía cara de pocos amigos, cortarse el cabello no era de su cosas favoritas.
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— Toma asiento Axel —pidió Azalea sacando al muchacho de sus recuerdos, el militar obedeció y tomo asiento frente a su abuela—. La reina está intranquila, para recurrir a mi, o hay algo más ¿Verdad?
Asintió cómo respuesta —abuela han secuestrado a las dos hijas de la reina, aún no aparecen hemos buscado y aún no hay respuesta y menos una pista, que nos lleve a las princesas.
— Melodía hizo bien en enviarte muchacho, hace poco las energías se tornan erráticas. He tenido visiones y siempre me muestran lo mismo, horribles criaturas causando desastres y estas son liberadas, cuando la llave del trébol pierde sus cuatro hojas.
— No entiendo abuela explica las cosas sin tantas parábolas, la adivina eres tú no yo — dijo el muchacho poniendo sus ojos en blanco.
— Que impaciente te has vuelto muchacho, se que quieres encontrar a la princesa pelirroja de mirada de bosque, pero no tengo como dar con ellas.
Editado: 27.10.2024