Desde hace un mes el reino atraviesa una tensa situación, las conspiraciones en contra del rey han ido en aumento y Magnus De Luvock era la cabeza del movimiento en contra del rey Damián Mountbatten.
— Abuelo sus invitados han llegado, los haré pasar al salón principal —mencionó un joven muchacho de complexión delgada cabello rizado peinado hacia atrás y ojos olivos.
— Esta bien muchacho asegúrate que nadie interrumpa, lo que hablaré con los miembros del consejo podría asegurar tu futuro...
— Abuelo Magnus, ya le había dicho que no es mi deseo reinar Alkarya, no estoy en contra de la familia real...
— Christopher, ¿te pedí tu opinión? — inquirió el anciano, endureciendo su rostro.
— No abuelo.
— Entonces no me hagas perder la paciencia y has lo que te pido, sin objeción maldita sea — espetó Magnus molesto, el anciano mal encarado.
El muchacho se retiró del despacho de su abuelo, obedeciendo sus órdenes.
Tres eran los integrantes del consejo que apoyaban el movimiento de Magnus para derrocar a los Mountbatten de la corona; el primero de ellos era quitar las debilidades liberales que implementó el fallecido rey Darius y Damián continuó, el segundo de ellos era dejar de proteger a los más pobres todos merecían pagar impuestos por igual y el tercero y más importante de los motivos era quitarle esa odiosa sonrisa a Damián que tanto detestaba en los malditos Mountbatten y sus ideales igualitarios.
entró al salón y allí lo esperaban, el duque de Nebra, el líder del clan Adalwolf y Edward Rutden un adinerado general retirado del ejército alkaryo, miembro desterrado del clan Rutden y actual miembro del consejo.
— Estamos aquí por el mismo motivo, quitar el problema de la corona, desde que el problemático hijo de Darius murió su hijo ha tomado de burla al reino y pretende imponer su voluntad bajo las leyes que por tanto nos ha regido.
— No me interesa quién sea rey solo quiero, que los Mountbatten se pudran y paguen por todo lo que me quitaron — se quejó un hombre robusto, de cabello rubio y algunas canas comenzaban a asomarse.
— Excelencia si mal no recuerdo el rey le quitó su fortuna, por malversación de fondos, además de que los números que usted declaraba no coincidían con lo que en verdad se hacía con los fondos de la corona...
— ¡Magnus no tolerare las insolencias de tu nieto! —gritó Alphonse molesto, por las verdades que el joven Christopher De Luvock espació en la sala.
Miró al muchacho furioso por su impertinencia, no quería perder el apoyo de nadie, derrocar a Damián no era fácil —Christopher retiraré. — Ordeno Magnus molesto con el muchacho.
..........
Recordaba con claridad su último sueño, estaba aún estupefacta por lo que allí vió, era muy diferente a lo que sus padres le contaron sobre como se conocieron.
— ¿Será un sueño? — se preguntó acariciando la suave cabellera de ébano de su pequeña hermana Clover, pero recordó las palabras de Areusa, aquellas visiones no eran simples sueños eran imágenes del pasado personas cercanas a ella—. Clover tú qué crees que sea ¿Alucinaciones, o realidad? —cuestionó Merliah a su pequeña hermana, aunque no obtuvo respuesta—, tú solo eres una niña y una muy bonita — besó su mejilla sonrojada luego se acostó junto a la niña pelinegra.
Sin darse cuenta volvió a quedarse dormida, recordando su último sueño.
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Siguió a su madre la cual tenía una extraña pero linda vestimenta, aunque algo atrevida nada bien visto en la realeza.
Entró a una pequeña cantina, llena de hombres tomando y jugando cartas, se acercó a lo que supuso era el mesón dónde atendían a pedir algo de agua; una señora de baja estatura y ya mayor se ofreció, al ver que su hijo todo mal encarado se negó a darle agua, la amable anciana le pidió que esperara por el agua.
El lugar estaba repleto y lleno de hombres, subió a una mesa y se sujeto de una columna de madera para poder ver mejor a su su madre, aunque tantos hombres tomando la ponían nerviosas.
— Bah porque, no tomas algo mejor como, un ron, o vino, o de plano una cerveza cerveza Guelder.
No había notado al hombre que se hallaba a su lado, traía un olor, muy fuerte a alcohol, estaba desparramado en aquel mesón, que hacía de barra.
Su piel era muy clara y dado su alto consumo de alcohol, lo poco que vió de su rostro estaba sonrojado, tenía su cabello algo largo y de color caramelo rojizo.
— Yo no tomo señor — fué lo único que atinó a decirle, antes de que se echara otro trago, de lo que fuera, que estuviera bebiendo.
Rodó los ojos, viendo al muchacho pelirrojo, reconoció aquel rostro de inmediato — mi padre definitivamente era, era un desastre — dictaminó bajando de la mesa, para acercarse a sus padres.
— Eres una mujer aburrida, pensé que las gitanas eran más alegres y complacientes con sus clientes.
¡Plafs!
fue el golpe seco que se oyó proveniente, de mi mano contra, la mejilla de aquel hombre, tras la bofetada se puso más roja de lo que ya de por sí la tenía.
Llevó las manos a la boca sorprendida, por la sonora bofetada que le propinó su madre a su padre, definitivamente ella habría hecho lo mismo.
Aquel hombre furioso y almenos dos, cabezas más alto que ella por mero, instinto dió algunos pasos hacia atrás.
— ¡Estás loca maldita chiquilla, que demonios te pasa gitanilla de los mil demonios!
«Gitanilla ¿Oí bien acaso?» Pensó la pelirroja sorprendida, por lo que su padre había dicho su madre era una gitana ¿Pero por qué nunca se lo dijo?
— ¡A mí no me pasa nada, eres tú el que fuiste muy grosero conmigo!
— ¿Que hice? — ¿Eres gitana verdad...?
— Si lo soy ¿Y que con eso...?
— Eres tonta o que chiquilla, esto es una cantina y tú estás, muy ligera de ropa, ¿Dime qué puedes estar haciendo aquí?
—¡Eres un cerdo, pervertido yo solo vine por, agua estoy trabajando y el sol está fuerte, me dió sed, vine acá y una señora amable se ofreció a darme agua, pero me pidió que la esperase aquí!
Editado: 16.11.2024