Ágata le había pedido esperar para atacar a Areusa, de manera impulsiva no era bueno, el hada era astuta y por demás peligrosa. Estaban allí podía sentir su aroma ambas estaban cerca y eso le hacía mantener el control y seguir esperando el momento indicado para darle fin a las fechorías de su media hermana, que osó tocar lo más valioso para él su familia.
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Sus manos temblaban ligeramente sodorosas, era un compendio de sentimientos que no podía explicar, Melodía tomaba su mano con fuerza creyó que en cualquier momento la reina le partiría la mano, no tenía palabras para consolarla, el dolor que su esposa atravesaba era en parte su culpa.
— ¡Solo un poco mi señora! —gritó Anel a la reina para que hiciera un intento más.
Rosella limpiaba con delicadeza, la frente perlada de su hija, por las gotas de sudor.
Melodía en efecto hizo un último intento, seguido de su grito, lo que ahora llenó el lugar era el llanto de un recién nacido.
— ¿Está bien! — musitó Melodía exhausta por el esfuerzo, de haber dado a luz.
— Si mi niña Anel le está limpiando y te traerán a tu pequeño — dijo Rosella arreglando un poco a su hija, dentro de poco todo mundo querrá ver a la reina y el nuevo integrante de la familia real.
— Esta vez si estuve — besó la frente de su reina, honestamente no esperó que eso pasara, después de tanto volver a ser padre y está vez estar presente en el nacimiento de su pequeño era algo que no podía describir —, gracias vida por darme la dicha...
— La dicha es mutua —habló la monarca con voz cansada, quien puso un dedo en sus labios para callar lo que iba a decir su esposo —, también estoy feliz.
Besó los labios de la pelinegra fue un beso fugaz pero lleno de amor, nunca imaginó que esa gitanilla sería su perdición sin darse cuenta fue su perdición a un camino sin retorno y cumplía feliz su condena, no sabía si era destino o azar pero lo que si era seguro era que feliz volvería a caer en su hechizo.
— Les presento a su pequeña princesa — dijo Anel dichosa poniendo a la pequeña recién nacida en brazos de su madre —; es preciosa sus majestades y está sana.
Ambos miraban fascinados a su hija, era de cabello negro como la noche y piel blanca y tersa cómo el pétalo de una rosa. A diferencia de los mellizos la pequeña tenía sus ojos abiertos.
— ¿Cómo nombrarán a la nueva princesa? —preguntó Melibea acercándose a los reyes —, la pequeña nació en medio de un eclipse y ya puedo percibir su magia...
— No eres la única Melibea, yo también puedo sentirlo está niña, es especial — Rosella puso un péndulo de cristal en frente de la recién nacida al instante la gema se iluminó cual arcoiris.
— ¿Qué ves madre? —empero Melodía arrullando a la pequeña en sus brazos.
— hsy cuatro atributos en ella...
— ¿Eso es posible madre? — preuntó ahora Melibea sorprendida, por lo que su progenitora había dicho.
La duquesa de Howl no sabía que responder, pues ella nunca fué testigo de algo parecido — solo puedo decirte hija mía que los péndulos aurales no mienten y está pequeña es como un trébol de cuatro hojas única — Acotó la duquesa enternecida por su nieta.
— Tu nombre será Clover — mencionó la reina acariciando la sonrosada mejilla de su pequeña —. Tú qué opinas Damián ¿Te gusta el nombre? —preguntó Melodía queriendo saber la opinión de su esposo.
— Por mi está bien, Clover mi pequeño trébol, prometo nunca dejarte sola y siempre protegerte — besó la frente de su esposa agradecido por tan hermoso regalo.
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— ¡Ya te dije que estoy bien Danica! — se quejó Merliah en el aire levitando por el hechizo de la castaña —, bájame que me estoy mareando.
Al escuchar esa voz su corazón pareció salirse de su pecho, esa era la voz de su hija.
El silencio reinó nuevamente en los solitarios pasillos de esa lúgubre mansión.
— Bajame — murmuro Merliah sacando sus garras, sus orejas se movían buscando sonidos, pero nada solo sentía un aroma que nunca había percibido pero aún así le resultó familiar.
Apenas tocó el suelo salió disparada buscando la fuente de aquí aroma.
— ¡Espera! — corrió Danica tras la pelirroja, pero no le alcanzó.
Llegó a un corredor oscuro abrió todas las puertas, pero todas estaban vacías.
La princesa encontró a un hombre de aspecto similar al suyo y no solo físicamente, su aroma y energía era similar, tenía sus garras cerca del cuello de aquel hombre no tenía intenciones de liberarlo.
— Lía — musitó el mayor de los pelirrojos, con sus ojos abiertos a su máximo sin poder creer lo que sus ojos veían —. ¿Por qué haces esto? — empero confundido ante él estaba su primogénita, amenazándolo con sus zarpas, una mirada vacía que no mostraba ningún sentimiento.
— Si no me dices en este mismo instante quién eres, y también como entraste abriré tu cuello y te sacaré la garganta lentamente, seguramente eres otro ladrón como el lobo pulgoso que solo quiere lastimar a mi tía Areusa y robar sus secretos — acusó la joven pelirroja a su padre.
— ¿De que hablas? —preguntó Damián confundido por la actitud de su hija, era como si nunca en su vida lo hubiera visto «definitivamente ésto debía ser una treta más de la desquiciada de Areusa», pensó el rey furioso por las maldades de su media hermana.
Merliah seguía atacando sin compasión a su padre, Damián no era capaz de atacarla solo evitaba sus ataques y se defendía algo no estaba bien, por lo general Lía no era buena usando su fuego de zorro tan seguido, ahora lo usaba con facilidad y usaba también esferas oscuras como las de Melodía; no entendía lo que ocurría Lía no tenía magia de ningún tipo, no podía concentrarse, apenas y podía esquivar los ataques de Merliah, pero allí había magia.
— ¿Habrá despertado su magia? — cuestionó pero una esfera impacto con él enviándolo muy lejos, se levantó con dificultad sosteniéndose de su hombro, que había sido lastimado al recibir aquel ataque —, escucha Lía vine por ti y tú hermana hija...
Editado: 16.11.2024