Su cuerpo se iluminó a medida que tocaba aquel instrumentos, la sensación de calidez era incomparable, abrumadora.
Rosella entró acompañada de Odette a la habitación del principe, ambas abrieron la boca atónitas a lo que allí pasaba, el rubio se vía agitada por la falta de aire por haber tocado tanto tiempo la ocarina.
—Gael tus alas... —Rosella no fué capaz de terminar la oración, detrás de su nieto, un par de grandes alas blancas como la nieve y brillantes como el sol, se imponían nuevamente.
Miró por encima de su hombro incrédulo. Ante lo que Rosella su abuela había dicho, lo veía y no lo creo «¿Pero como es esto posible?» Se preguntó el rubio mirando sus alas, volvió su vista a la ocarina en sus manos —Supongo que esto no tiene explicación. —dijo el muchacho esbozando una sonrisa.
—Gael la magia es terreno desconocido para mi, pero me alegra ver qué tus alas regresaran — habló Odette acercándose a su sobrino.
—Debo ayudar a mis padres y traer a mi hermana de vuelta —se puso de pie con intención de irse pero Rosella le detuvo, tomándole del brazo—. ¿Qué ocurre abuela? —inquirio mirándole con extrañeza.
—Por favor cuídate —pidió la duquesa de Howl, sin soltar la muñeca de su nieta.
Tomó las manos de su abuela entre las suyas. —Te prometo que me cuidaré abuela Rosi, pero promete tú que cuidaras de todos en el palacio pase lo que pase, mantén la barrera.
...........
—¡Estás loco niño! —exclamó Pio al ver al muchacho, salir vestido con su uniforme, buscando a su caballo—, fuiste herido, no con un arma cualquiera fuiste herido por plata ¿Estás conciente de lo que eso significa —reprochó el mayor de los soldados al obstinado Axel, que parecía ignorarlo por completo.
—Eso no importa estoy bien mí herida ya ha cicatrizado...
Pío arrebató las riendas del caballo, de manos de Axel de mala manera, el castaño de ojos grisáceos intentó volver a tomarlas pero el soldado Mondragón fue más rápido.
—Pio sabes que voy a irme de todas maneras — replicó Axel ceñudo.
—Axel es muy peligroso lo que pretendes te puede costar la vida...
Meditó las palabras de su amigo sabía que era una opción muy probable que muriera, era conciente del poder de Areusa y no quería ni imaginar lo poderosa que eran esas bestias, pero nada de eso importaba recordaba aquellos ojos verdes esmeralda, grandes y profundos como dos lagunas y todos sus sentidos solo querían protegerla por encima incluso de su propia vida.
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La vió sostenerse la cabeza con desesperación, su ojos cerrados con fuerza, eran muestra del dolor que la consumían.
Quiso correr a su lado y sacarla de allí, pero la pelirroja estaba fuera de si.
Vió sus manos aún manchadas de sangre y sintió su corazón detenerse, corrió al altar, pero una barrera la rechazó enviándole lejos. —¡Liberala!
—Es muy tarde para lamentos niña —Areusa miró a la iracunda pelirroja trás ella, ya estaba fuera del efecto de la mandrágora—, niña ilusa hasta no terminar de drenar la última gota de magia...
Areusa no terminó de hablar, pues Merliah encajó sus garras en la pelinegra, su abdomen sangraba y su boca también pero, más que quejarse solo reía, cada vez con más fuerza Merliah la miraba con sus ojos abiertos al máximo.
—¿Que debería hacer quejarme de dolor? —inquirió burlesca—. Eres tan estúpida ¿Ens erio crees que tus asquerosas garras ¿Me harían daño? —tomó a Merliah del cuello, para luego arrojarla con fuerza.
—¡Lía! —gritó para ir trás la pelirroja, pero aquella mujer la arrojó lejos, fue tras la princesa, evitando que saliera herida.
El golpe de la caída fue fuerte Axel, corrió para tratar de mitigar el golpe, afortunadamente llegó a tiempo, para amortiguar la caída.
—Lía ¿Estás bien? —inquirió el lobo preocupado por la joven princesa.
La pelirroja no respondió rápidamente se puso en pie, dispuesta para atacar una vez más.
Axel previó que Areusa volvería a repeler el ataque, así que fungió de escudo interponiendose entre el hada de oscuridad y Merliah, solo sintió un punzante dolor, que cada vez se hacía más fuerte.
—Mala suerte —sacó la daga del cuadrúpedo, sonriendo maliciosa a la pelirroja frente a ella—, el niño no debió meterse cualquier lobo sabe que la plata es peligrosa y podría acabarlo con facilidad.
—Eres, eres una...
—Soy, tu adorada tia pequeña —babló una divertida Areusa.
Un aura oscura envolvió a la pelirroja, sus ojos antes verdes se tornaron rojos sangre, se puso de pie arrojando una abrumadora cantidad de energía umbría. Enviando lejos a Areusa.
Alzó el vuelo para evitar el siguiente ataque de la pelirroja, aquella fuerza no provenía de su parte de demonio, eso era poder mágico pero algo no era normal, era mucho poder mágico Merliah solo tenía una fracción de su virtud mágica, dibujó una sonrisa en sus labios, Clover había caído al suelo, los pilares ya habían dejado de brillar el momento había llegado el cristal aural había tomado la magia de la niña.
——♡——
—No interesa Pio no me importa, solo me importa que regrese y hasta que eso pase no me quedaré tranquilo.
—La amas ¿Verdad? —Inquirió el soldado de tes trigueña, tomando a Axel del hombro.
—Mas que a nadie — confirmó decidido—, no se como explicarlo pero la amo, con una extraña fuerza que yo mismo desconozco. No soporto tenerla lejos, si está cerca me siento pleno, pero si alguien se acerca mi sangre hierve y quiero matar a ese alguien y eso es más fuerte desde que logré mi transformación.
—Chico la princesa gritona es tu chica — comentó un burlesco Pio—, eres todo un alfa es probable que la hallas marcado antes de nacer.
Sus mejillas se tiñieron de un notable carmín, la palabra "marcar", le pareció extraña nunca había oído tal cosa —¿De que carajos hablas no he marcado a nadie? —espeto el lobo sonrojado e incómodo.
Pío soltó una carcajada por poner al muchacho en aprietos, Axel a pesar de ser gitano no vivía como uno, a veces el chico pecaba de ingenuo, pero le hizo gracia ver la expresión que el lycano hizo.
Editado: 09.03.2025