Reina de bravíos

PRÓLOGO.

Dos meses después de la muerte de Nerón...

Los gritos de terror de hombres dorados se lograban percibir por todo el laboratorio, haciendo sobresaltar a los cuatro doctores que trabajaban nerviosos bajo la mirada de la científica en jefe y nueva presidenta de la Ciudad Central.
Nara observaba con desaprobación cómo otro de los soldados de su ahora ejército era devorado por la criatura frente a él.
A la pelirroja nunca le gustó pensar en aquella especie como indomables; odiaba que la gente los llamara "Bravíos", sabía que de alguna u otra forma quedaba una parte humana en su interior, algo manipulable y ella podía traerlos de vuelta, pero esa no era su intención. Los necesitaba justo como ahora eran; fuertes y poderosos, capaces de vencer a cualquiera de sus enemigos sin tener que dudarlo. La cuestión era el cómo los haría entender sus órdenes. Ya lo averiguaría, para la pelirroja cualquier sujeto era controlable, solo debía hallar el modo de doblegarlos a su voluntad.

―Jefa, creo que es momento de parar, han muerto casi tres docenas de hombres y eso sin contar a los que fueron devorados durante el traslado de este sujeto. Quizás no haya manera de que su fórmula logre controlarlos, llevan reprimiendo su parte humana desde hace mucho tiempo―dijo uno de los científicos casi en un susurro, mientras desviaba la mirada al charco de sangre que el cuerpo del soldado había dejado al ser arrastrado por el lugar.

―Por supuesto que la hay―respondió su jefa sin apartar la vista de la computadora y restando importancia a las súplicas del nuevo hombre que sería enviado como sujeto de prueba.
Con el propósito de averiguar si los bravíos se podían abstener de atacar en todo momento una vez que se les aplicaba la fórmula G-23 y se les colocara un collar de rastreo, que además serviría para que únicamente Nara los pudiera controlar.

Después de verificar que la correa estuviera ajustada, y que las pesadas cadenas mantenían al furioso therión sujeto contra la pared, evitando que este se soltara y terminara por matar a todos; se trasladó al hombre dentro de la celda.

Las enormes agujas de metal que se encontraban en uno de los muros salieron disparadas contra lo que, por ahora, todos consideraban un monstruo. Este pareció enloquecer durante un instante; intentaba zafarse de los agarres, azotándose contra la pared de forma desesperada y gruñendo con intensidad, dejando a la vista sus enormes colmillos. De un momento a otro la fórmula pareció estabilizarse dentro de su sistema, dejó de tirar de las cadenas y comenzó a respirar de forma más tranquila.

El soldado; que no había dejado de suplicar desde su llegada, pegando una y otra vez con sus puños a la pesada puerta de metal, se volteó asustado en dirección al therión de pelaje blanco y cuernos negros, quien finalmente había sido liberado de sus grilletes y lo observaba de forma atemorizante con sus enormes ojos rojos.

Al principio el hombre de uniforme dorado intentó mantener la calma y no moverse, pero conforme el bravío se le acercaba lentamente, emitiendo un gruñido amenazante y salivando, el soldado comenzó a desesperarse y de nuevo aporreo la puerta, suplicando salir.
Nara miraba atenta a través de las cámaras, esperando que esta vez, al dar indicaciones, el therión las pudiera seguir.

―Sujeto 2-0-0-1, aléjese del hombre frente a usted―ordenó Nara mediante el micrófono
Pero la criatura no pareció entender lo que se le indicaba y siguió avanzando, hasta finalmente acorralar al hombre, quien entonces perdió todo el control y comenzó a gritar y llorar con desesperación―Repito, sujeto 2-0-0-1, retroceda―volvió a hablar Nara, mirando atenta toda la escena

―Lo asesinará, debe ordenar atacar al bravío y sacar al soldado―dijo con voz suplicante otra de las científicas que se encontraban en aquella habitación

La pelirroja volteó entonces hacia donde se encontraba el grupo de científicos y los observó con seriedad.

―No mataré a mi sujeto de prueba

―Pero si a un soldado, ¿Acaso prefiere que uno de sus hombres muera?―preguntó la misma mujer de cabello rubio, entreabriendo los ojos, dando a entender su desaprobación―Al paso que vamos acabará con todo su ejército

―Pero claro que prefiero que los soldados mueran―dijo Nara acercándose a la rubia―Son solo hombres, están por todas partes. En cambio, ellos―habló mientras señalaba al bravío que cada vez estaba más cerca del rostro del sujeto de uniforme dorado―Son mi creación, por lo tanto, más fuertes, rápidos, intrépidos, sin mencionar sus diferentes habilidades

―Antes también eran hombres―Interrumpió el primero de los científicos

―Hasta que yo los perfeccioné―dijo Nara alzando la mirada y observándolos con frialdad

―No puede dejarlos morir

―¡Y ustedes no pueden darme órdenes!―respondió, azotando las manos contra la mesa que estaba frente a ella―¿Acaso olvidan quién manda aquí?. Nerón ya no está; por lo tanto, harán lo que yo les digo. Y si no les gusta —continuó hablando mientras extendía ambos brazos—, ¡adelante, váyanse, intenten desafiarme! Las cosas van a cambiar, impondré un nuevo orden, empezando porque aprendan a dirigirse hacia mí como su reina.

Antes de que alguna de las personas en el laboratorio pudiera protestar, los gritos desgarradores del soldado los hicieron regresar su atención hacia la celda donde se encontraba. El bravío finalmente se había abalanzado contra él y le mordía el cuello sin piedad.

―Otra decepción―dijo Nara sonriendo de lado―Tripliquen la dosis de la fórmula y manden a otro soldado

―Pero ya no puede enviar a más hombres― protestó el científico de grandes anteojos

―Tienes razón―dijo Nara alzando ambas cejas, observándolo de manera desafiante―Los enviaré a ustedes dos―habló refiriéndose a él y a la mujer de cabello rubio

De inmediato ordenó a dos de sus theriones que metieran a los científicos en la celda, estos intentaban soltarse del fuerte agarre de las criaturas, pero era inútil. Asustados, gritaban y suplicaban, sin obtener respuestas de la pelirroja, quien supervisaba que sus otros ayudantes activaran las máquinas para poder inyectar la fórmula a su sujeto de prueba.
Una vez más, repitieron todo el proceso; los científicos dentro de la celda seguían pidiendo ayuda a gritos, mientras observaban cómo la criatura frente a ellos era liberada y se acercaba a paso firme en su dirección.




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