Reina de bravíos

CAPÍTULO DOS.

RAVN.

El híbrido aún estaba indeciso, en sí debía quedarse o no, él no quería que la chica pensara que tenía intenciones de sobrepasarse o hacer algo extraño.

Estaba confundido, después de tantos años alejado de los humanos se sentía fuera de lugar; era como si nada de lo que hiciera lo ayudara a creer que podía encajar. Sabía que la gente lo miraba raro y que incluso algunos le temían; no era tonto, su aspecto había dejado de ser normal desde hace mucho tiempo, lo peor de todo es que aún no sabía como sentirse al respecto. Pues a pesar de haber sufrido demasiado desde que lo capturaron y experimentaron con él, una parte en su interior estaba feliz, porque solo siendo un therión habría conocido a una chica como Carmín.

Lentamente, entró en la habitación, intentaba ser cuidadoso; pues en ocasiones sus alas se volvían una complicación. Observó el lugar con detenimiento: las almohadas rosadas que hacían juego con las cobijas sobre la cama, el pequeño cajón; repleto de peluches y botellas, la mecedora, y las tarjetas que yacían sobre una mesa. Todo tenía una ligera capa de polvo, probablemente nada se había movido desde que la hermana de la pelirroja se había ido.

Una extraña sensación invadió su estómago cuando reparó en su imagen frente al espejo. Llevaba años intentando no fijarse en su reflejo, le avergonzaba darse cuenta de lo que la gente veía.

Su cabello suelto se enroscaba hasta los hombros y la forma de sus ojos no era tan rara como creía. Se dio cuenta de que si no fuera por el tono grisáceo de su piel y sus enormes alas, luciría como alguien normal, no tan diferente a cuando era un humano.

ELVESDEN TRES AÑOS ANTES...

Axxar Danot solía pasar las tardes dibujando; no se le podía considerar un artista, pero aquella actividad era lo único que lo salvaba del aburrimiento. Si bien su pueblo era de los más cercanos a la Ciudad Central, seguía careciendo de entretenimiento, y no podía darse el lujo de ir a los bares, pues aunque ya era mayor de edad, sus padres no se lo permitirían. Ser hijo del pastor de la iglesia tenía muchas desventajas y dar una imagen falsa y perfecta era una de ellas. Aquella situación le restaba amigos y ni hablar de las chicas, pues aunque lo consideraban atractivo, también lo creían aburrido... y quizás lo era.

Aquel día se encontraba frustrado, maldecía internamente por estar en aquella cena y no divirtiéndose en la feria con los demás jóvenes de su edad; lo que no sabía es que los camiones del presidente estaban de camino a Elvesden y pronto se arrepentiría de comportarse como un idiota con sus padres.

Los disparos y gritos finalmente se hicieron presentes, desconcertando a todos en la mesa; su madre se paró de inmediato y agarró al chico del brazo, mientras observaba a su esposo con preocupación.

―¿Qué es lo que sucede?― dijo la mujer con el rostro pálido

―Eso es lo que voy a averiguar―contestó el hombre dirigiéndose a la puerta

―¡Estás loco!, algo malo puede sucederte

―Tranquila mujer, si es la voluntad de Dios, nada malo me pasará―respondió el hombre para tranquilizarla y salió del lugar.

Aquella fue la última vez en que los tres estuvieron juntos. Los minutos pasaron y la masacre parecía aumentar, las súplicas y destrucción no cesaron y la madre de Axxar hacía su mejor intento por no llorar y parecer fuerte frente a su hijo. La puerta principal fue derribada, haciendo gritar a la mujer quien jaló al chico para intentar correr, al percatarse que un par de criaturas entraban.

Axxar no podía creer lo que estaba mirando, los sujetos frente a él eran aterradores; uno de ellos tenía la piel cubierta de escamas y enormes púas azules salían de sus brazos y orejas, el otro era enorme con grandes cuernos y ojos rojos. Apenas y dieron un par de pasos; cuando el más grande los alcanzó y sujetó a su madre por el hombro, el chico intentó forcejear para ayudarla, pero la criatura le dio una fuerte patada y lo mandó al suelo. La mujer pataleaba desesperada, pues el sujeto intentaba asfixiarla y apretaba su cuello con fuerza desmesurada, haciendo que sus ojos se tornaran rojos y la cabeza le doliera. Axxar se paró despacio y tomó una de las sillas; para estrellarla en la espalda del monstruo que estaba por asesinar a su madre, pero este apenas y reaccionó, se volteó enojado y soltó a la mujer para después golpear al chico en la cara. El joven cayó una vez más al suelo y sin tiempo para impedirlo, vio como el de las púas azules le cortaba el cuello a su madre; la mujer puso una expresión horrorosa y su cuerpo quedó tendido en el suelo, la sangre brotó al instante y Axxar sintió un inmenso frío recorrer su cuerpo, gritó horrorizado y después quedó inconsciente.

Al despertar se sintió asustado; todo estaba oscuro y podía escuchar diferentes llantos a su alrededor, intentó concentrarse y finalmente se dio cuenta de que iba en un camión. No sabía qué hacer; quería moverse, pero el lugar estaba repleto, así que se mantuvo quieto el resto del camino, mordiendo su labio para intentar no llorar, pues su cabeza no paraba de repetir una y otra vez la imagen de su madre siendo degollada. El tiempo parecía eterno en aquel lugar, haciendo que su ansiedad aumentara, para cuando llegó a su destino sentía que su cuerpo ya no sería capaz de soportar tanto miedo y desesperación.

Las puertas del camión se abrieron de par en par y un grupo de guardias dorados los sacaron para después ordenarles que los siguieran. Miro a los lados y se dio cuenta de que había más chicos de su edad, algunos hombres y un par de mujeres jóvenes. En cuánto llegaron a las enormes instalaciones; uno de los guardias separó al grupo en tres y dio la orden de que fueran llevados en diferentes direcciones.

―A ellas tres llévenlas a la sala de ofrendas―dijo señalando al grupo de chicas― A los más grandes mételos en celdas y todos lo demás se van al ala de estudios y asignación




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