Reina de bravíos

CAPÍTULO CUATRO.

VEINTE AÑOS ANTES...

La biblioteca de la mansión Hibberson era uno de los lugares favoritos de Nerón. Solía pasar su escaso tiempo libre en ese lugar. Al principio de forma solitaria, pero con el paso del tiempo y después de conocer a Nara, comenzó a compartir su rincón privado con ella.

Sentados junto a la chimenea, en los pequeños sillones de forro verde y frente al gran ventanal que dejaba a la vista el jardín trasero, terminaban su taza de té, después de una larga charla sobre los últimos detalles de la prueba que se llevaría a cabo en unos días.

El hombre de cabello oscuro tenía la mirada perdida, mientras Nara se había apartado de su asiento para dirigirse a las imponentes estanterías de madera, que se encontraban incrustadas en la pared y que contenían una de las más grandes colecciones de libros de fantasía de primera edición.

La pelirroja tomó uno de ellos y lo hojeo con curiosidad―¿Quieres que me vaya?― preguntó la mujer desviando su mirada hacia el pelinegro, quien volteo a verla con el ceño fruncido

―¿Por qué querría eso?― cuestionó confundido ―Me agrada que estés aquí

―Sigo sintiéndome como una intrusa― respondió Nara dejando el libro y acercándose al hombre

―No deberías, todo esto es tan tuyo como mío―contestó, alzando la vista hacia ella y observándola con detenimiento.

―Sabes que no es cierto, al menos no es como la gente lo ve―dijo la pelirroja desviando la mirada

―¿Y qué importa lo que los demás digan? ―habló Nerón mientras tomaba a la pelirroja de la mano―En cuanto nos casemos todos tendrán que aceptarlo

―Casarnos―susurró Nara, alejándose unos pasos del pelinegro. La idea no parecía emocionarle

―¿Acaso no lo deseas?―preguntó Nerón con tono dolido, sin dejar de mirarla

―Claro que sí, aunque siento que estaría casándome con un completo extraño. Tú jamás hablas sobre ti, no se nada de tu familia o las cosas que te gustan

―Sabes lo importante, si no te he contado todo lo demás es porque lo creo poco relevante―dijo Nerón intentando dejar a un lado el tema, pero la mujer no tenía intenciones de ceder.

Aún tenía curiosidad por los secretos que guardaba Nerón, el porqué todo el mundo lo consideraba un monstruo cuando en realidad era alguien soso. Deseaba obtener información que le permitiera crear un ancla a la cual sostenerse, por si en algún momento sus planes comenzaban a turbarse.

―Tú sabes todo sobre mí, mis sueños, mis padres y de los peligros que tuve que huir― reprochó Nara, mirándolo de forma herida.

Nerón guardó silencio por algunos segundos. Le incomodaba hablar sobre su niñez, no tenía muchos recuerdos agradables, solo algunos con su madre, pero con el paso del tiempo comenzaban a desdibujarse y al intentar rememorar, no sabía si realmente las cosas habían sucedido de la forma en la que él las pensaba o si su cabeza las distorsionaba. No quería decirle a Nara la forma en la que su mente lo atormentaba, todas las ideas que se le cruzaban y el ruido constante que era tan difícil de apagar, temía que si lo hacía, ella pensaría que estaba loco y lo abandonaría. Y estaba harto de estar tan solo.

Nara suspiró resignada y se dirigió a la puerta. Nunca le había gustado parecer tan insistente con algo, pues eso podría poner en evidencia sus verdaderas intenciones, pero el pelinegro era más difícil de doblegar de lo que creía en un inicio. Justo cuando tomó la manija de la puerta, el hombre se paró del sillón y se acercó a ella.

―Dime que es lo que quieres saber de mí y te lo diré

―Todo―respondió Nara mirándolo directo a los ojos y lo guio hasta el sillón

―Si lo hago tal vez quieras alejarte de mí―dijo el hombre con tono resignado

―No lo he hecho, aun cuando todos te consideran cruel ― respondió Nara, en un intento de tranquilizarlo y ganar su confianza.

―Es verdad, tal vez lo soy. Puede que no ahora, pero existe la posibilidad de que en algún momento lo sea

―Cuéntame por qué piensas eso

―No soy alguien normal Nara, no podría contarte sobre mi familia, porque en realidad creo que no tuve una. Mi padre siempre estaba en el trabajo, añorando el puesto que ahora tengo, dedicando su tiempo a obtener reconocimiento de otros hombres, en lugar de estar conmigo y mi madre. Nunca nos prestó demasiada atención, por eso no notó que ella estaba enferma o si lo hizo no lo importó lo suficiente

―¿Te asusta terminar siendo como tu padre?―cuestionó la pelirroja, prestando atención a cada una de las palabras que el presidente decía. Ella sabía que el poder se presentaba de muchas formas y que una de ellas era la buena información.

―No―dijo haciendo una pausa―Eso es lo peor, me asusta terminar como mi madre. Sé que no fue su culpa, la forma en la que su cerebro funcionaba, quizás al inicio nadie más que ella lo notaba y por eso no tuvo ayuda. Sé que muchas de las cosas que hizo, tal vez, en realidad no quería hacerlas...

―¿A qué te refieres Nerón?―preguntó la pelirroja

―Mi madre tenía una especie de demencia―dijo y la habitación se quedó en silencio.

Nerón no sabía con exactitud que es lo que su madre había padecido y se negaba a realizarse estudios, pues le atemorizaba demasiado que le confirmaran que él también estaba enfermo. Durante un tiempo intentó alejar esa idea de su cabeza, pero tenía días en los que ya no era capaz de distinguir sus pensamientos de la realidad, por eso se había creado un personaje, el del hombre serio, trabajador y al que no le importaban los sentimientos de otros, ni siquiera los de él mismo.

Incluso siendo un adulto, aún creía en la posibilidad de que muchas de las historias que su madre le contó fueran verdaderas, a veces veía objetos, criaturas y personas de una manera tan vívida que no sabía si estaba despierto, por suerte no sucedían de forma tan constante.

Por otro lado, Nara tenía una gran cantidad de ideas desarrollándose en su cabeza. Ya antes había manipulado a la gente, aunque nunca de una manera tan extrema. Sabía que los elementos para obtener más poder y destacar se le estaban presentando como regalos y que de ella solo dependía decidir si los usaría de forma inteligente o los desecharía. La pelirroja no se consideraba una mala persona, solo astuta. Ella quería crear seres inteligentes, dar un paso en la evolución de la humanidad. Le gustaba estudiar el funcionamiento de la mente, indagar sobre el cruce de especies, nada de eso le sonaba malvado. De hecho, le parecía una oportunidad para ayudar en muchos campos; con sus descubrimientos podría obtener nuevos medicamentos, curar enfermedades, desarrollar ejércitos con mayor inteligencia, que los ayudarían con el avance de la tecnología y los protegerían de otros peligros. Era mucho lo que podría aportar, muchas vidas que salvar, así que sacar provecho de un solo hombre, no le parecía tan desalmado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.