Carmín.
Seguía insegura en si sería capaz de usar mi sangre como un arma contra alguien más. Si bien tres personas ya habían muerto a causa de ello, dos de los casos no habían sido de mi elección.
Aunque me parecía algo vil la forma en la que Nara pretendía actuar, prefería ser yo quien fuera hasta la Villa Sur e investigara. No dejaría que nadie más usara mi ADN, sin saber si realmente era la única alternativa existente.
Claro que estaba la posibilidad de que Davina no tuviera intenciones de razonar y que al final la única alternativa para no dar inicio a una guerra fuera detenerla. Era cierto que su muerte me pesaría, llevaría esa culpa conmigo para siempre, pero sería aún peor no evitar la pérdida de miles de personas y criaturas.
De alguna u otra forma seguía marcando mi destino. Estaba claro que en esta vida yo no podría ser una heroína. Aunque a veces aún me encontraba anhelando algo que jamás ocurriría. Una realidad donde mi padre no fuera el ser despiadado al que todo el mundo odiaba. Donde realmente me hubiese amado y criado como una buena persona. Pero Nerón nunca fue eso y ya jamás lo sería. Mi verdadero padre siempre fue Edward y lo echaba tanto de menos. Su imagen acudía a mi mente cuando escuchaba la palabra "familia". Su rostro y el de Vera eran lo que disipaban la sensación de estar perdida en un abismo.
Respiré profundamente y cerré los ojos, mientras echaba mi cabeza hacia atrás. Pronto sentí la esponjosa almohada, pero ni siquiera su suavidad le daba confort a mi cuello. Sin demasiados ánimos, decidí salir de la cama. Miré el reloj que colgaba en la pared de enfrente, eran las ocho de la mañana, tenía que darme prisa para partir al Sur. Nara había insistido en esperar más tiempo, idear un plan con tranquilidad, pero yo solo ansiaba terminar con esto y regresar con Winston y Ravn. Hoy serían tres días desde mi partida, quizás el hombre de ojos amarillos ya lo había notado, aunque también existía la posibilidad de que estuviera demasiado ebrio para acordarse siquiera de mi existencia. Deseaba tanto que fuera el mismo de antes; el amigo alegre que me recordaba tanto a mi padre y me subía los ánimos.
Me dirigí lentamente hacia el baño y tras unos minutos comencé a cambiarme. Volví a repasar el lugar. A diferencia de la última vez, estaba en una habitación más grande, cerca del cuarto de Nara. La cama frente a mí era el triple de ancho que en la que solía dormir en Haldenmoss. Deslicé las sábanas y cobijas de color violeta, eran realmente suaves y combinaban con las cortinas que colgaban del techo de madera. Había varios cajones y un clóset donde lucían vestidos, trajes y faldas que me parecían más un montón de disfraces, que algo que yo usaría para un día normal. Me coloqué una camisa negra de cuello alto y unos pantalones del mismo tono, demasiado ajustados para mi gusto, pero lo suficientemente cómodos para poder moverme. Volví a colocarme la chaqueta roja y un nuevo par de botas de piel que Nara me había obsequiado.
A las 8:45 ya me encontraba en el laboratorio junto a la pelirroja. A su lado, como una estatua, estaba Lex con su tan común expresión de disgusto y el cuerpo rígido. En cuanto entre, su mirada, se posó en mí, siguiéndome como si esperara que de un momento a otro desapareciera o el techo del lugar me cayera encima y terminara aplastada.
―¿Estás segura de que quieres seguir con esto?―preguntó Nara. Su semblante parecía preocupado y ansioso al mismo tiempo.
―Lo estoy. Quiero que esto termine, antes de que sea más grave. Así que si no te molesta preferiría partir ahora ― dije con tono amable. Dispuesta a salir del lugar.
―¿No pretendes irte así, verdad? ―habló Nara un tanto desconcertada―. ¿Qué clase de madre sería si no pongo mis mejores recursos para que mi hija esté a salvo en esta misión? Hay un camión esperando a fuera y enviaré a Lex para que te proteja...
―Agradezco tu esfuerzo ―dije interrumpiendo ― Pero preferiría ir sola. Creo que lo que menos necesitamos es tener más involucrados o personas de las que puedan sospechar.
No quería tener otro incómodo viaje con el therión de pelaje negro. Podía sentir sus ansias por matarme. Y aunque mi miedo hacia él había disminuido, era consciente de que podía aniquilarme si así le apetecía.
―No puedo enviarte sola. Ni siquiera me has dicho cuál es tu plan ― objetó
―No te preocupes, tengo todo bajo control ― mentí.
Pues en realidad no había llegado a nada en concreto. Varias ideas cruzaron por mi mente durante la noche, pero ninguna lograba convencerme. Quizás infiltrarme en la Villa no sería lo complicado, sino más bien llegar hasta la residencia de Davina, sin obstrucciones y averiguar lo que planeaba hacer en realidad.
―La única forma en la que puedo dejar que vayas es con Lex. Sé que no confías en él y tus razones están más que justificadas ―explicó acercándose a mí ―Pero si algo he observado en todos estos años, es que cuando se trata de pelear para resguardar a otra persona, él es el más indicado
―Pero...
Intenté volver a negarme. No obstante, Nara no parecía tener intenciones de ceder y continuo hablando de forma tranquila.
―Además, alguien que conoces se ha ofrecido a ir como voluntaria con ustedes, quizás así te sientas más tranquila ―agregó y las puertas de la habitación donde nos encontrábamos fueron abiertas dejando a la vista a la hermana de Oliver.
Eleonor caminó hacia nosotros con expresión neutra. Desde que ella y su familia abandonaron Haldenmoss no la había vuelto a ver. En cuanto se enteró de la noticia, se recluyó en su habitación y evitó dirigirme la palabra, hasta el día en que se fueron.
Tenía miedo de que me culpara por lo sucedido. Entendía si lo hacía, pero me dolía pensar que ella me odiara. Sin embargo, llegó hasta mí y me dio un inesperado abrazo.
―Hola Carmín, me alegra tanto que estés aquí ― habló separándose de mí y observándome a los ojos.
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Editado: 02.10.2024