Reina de bravíos

CAPÍTULO NUEVE.

―¿Intentarás arrestarme?—pregunté alzando la mirada hacia su rostro.

Había olvidado lo alto que era Egan. Aún no podía asimilar que estuviera frente a mí, observándome con sus penetrantes ojos grises. Quería acortar la distancia que nos separaba y tocarlo para comprobar que era real, pero debía abstenerme y alejarme de él cuanto antes.

―¿Intentar?―Egan sonrió de manera arrogante.

―No pienso ponértela tan fácil― contesté enojada, retrocediendo un par de pasos, sin dejar de mirar su rostro.

―Tranquilízate, solo quiero que conozcas a Davina―dijo con calma y volvió a acercarse.

Egan sonaba sincero, pero para ese punto ya no sabía en quién confiar. La cabeza comenzaba a dolerme y aún podía sentir el malestar de la traición en mi pecho. Una parte de mí se negaba a creer que Nara me había utilizado, que ella también era una mala persona, y que intentaba manipularme, pero ya antes uno de mis padres había cometido actos terribles y puesto en riesgo la vida de los habitantes de la Ciudad. Por lo que tenía que actuar con rapidez e intentar detenerla. Además, necesitaba advertirle a Marina y a su familia, e ir con Winston y Ravn.

―Si es verdad lo que dices. Debo regresar con Nara y descubrir qué es lo que trama. —No pude evitar desviar mi mirada hacia la ventana.

―Con lo que estabas por hacer, tú hubieses sido quien iniciara la guerra, así que al menos deberías querer ver a la mujer que intentabas asesinar.

―¿Me dejaran ir después de eso? ―pregunté a la defensiva.

―Nadie está aquí en contra de su voluntad. Incluso Lex podrá irse —respondió Egan con burla.

―¿Cómo sabes que...

―¿Crees que no reconocería a alguien con quien trabajé por casi una década?—Me interrumpió―. Además, no hay muchos tipos como él en este lugar.

―¿Dónde está?—pregunté. No porque Lex me preocupara, sino más bien porque él debía estar al tanto de las verdaderas intenciones de Nara y si lograba escapar y advertirle, las cosas podrían empeorar mucho antes de lo esperado.

―Sigue esperándote en el mismo lugar―respondió. ― Sorprendentemente, no parece tener intenciones de pelear, aun así hay un par de guardias vigilándolo a lo lejos.

―Bien, él no puede enterarse de que el plan fracasó. No quiero que ponga a Nara en alerta, al menos no hasta saber qué tan grande es lo que planea y si puedo detenerla.

―¿Alguien más vino con ustedes?—preguntó Egan tomándome por sorpresa, pero logré negarme de forma disimulada. No sabía si Eleonor era parte de los planes de mi madre o si también la estaba utilizando. De cualquier forma no quería arriesgarme a que algo malo le sucediera. Debía protegerla. Tenía que hacerlo por Oliver.

―Bien, entonces llévame con Davina―pedí y avancé, esperando que él hiciera lo mismo, pero al no moverse terminé por chocar contra su pecho.

Mi corazón volvió a acelerarse y mi cuerpo tardó en reaccionar. Mis ojos seguían inmersos en los suyos y ninguno pareció moverse por algunos segundos. Egan tenía una expresión diferente.

Esta vez no era un gesto arrogante o serio. Más bien, parecía melancólico.

Alzó una de sus manos y la acercó a mi rostro. Mi respiración se agitó y no pude evitar cerrar los ojos, sentía sus dedos cerca de mi mejilla, pero al final decidió no hacer ningún contacto.

―Debes ser tú quien quiera acabar con esa tonta promesa―dijo con seriedad y cerró los puños para después avanzar hasta la puerta y abrirla.

No supe qué responder. Me sentía avergonzada y frustrada. Mi cabeza repetía una y otra vez que no me acercara a él, pero la mayor parte de mí, anhelaba que me tocara. Quería abrazarlo y mandar al demonio de una vez por todas aquella promesa, pero no podía ser una mala amiga.

Incumplir mi palabra me haría ser alguien egoísta.

Finalmente, reaccionaron mis pies y avancé hasta donde Egan me indicaba. Salí de la habitación y él me siguió sin emitir palabra.

(...)

Anduvimos por un largo pasillo blanco. Durante el trayecto a lo que parecía ser la oficina de Davina, nos cruzamos con un par de sujetos vestidos iguales a Egan, solo que con diferentes insignias.

Sorprendentemente, a diferencia del rubio, todos parecían amigables. Saludaban con alegría y actuaban de manera relajada.

Finalmente, llegamos hasta una puerta corrediza de Cristal, que daba hacia el interior de una habitación, donde había una larga mesa, y al fondo se podía ver un pizarrón.

En una de las sillas, ubicada en uno de los extremos, se encontraba una mujer de cabello café y ojos oscuros, quien nos sonrió en cuanto entramos.

Vestía con un conjunto blanco, era algo sencillo, pero la hacía ver elegante. Sus labios estaban pintados de vino, resaltando sus blancos dientes.

—¿Con que tú eres, la chica?—dijo en cuanto estuvimos lo suficientemente cerca—. Por favor, siéntate— pidió, señalando una de las sillas, sin dejar de sonreír.

Fruncí el ceño, algo desconcertada por su actitud, pues a pesar de ser una extraña, su forma de actuar era educada.

—¿Sabes quién soy?—pregunté aun sin tomar asiento.

—Según lo que me informaron, eres la hija de Nara y Nerón —respondió sin reparos y volvió a mirar la silla.

—¿Y no estás molesta?—cuestioné, pues era seguro que estaba al tanto de que mi presencia en su hogar solo se podría significar que intentaba atentar contra ella.

Ella negó con la cabeza, y finalmente tomé asiento, mientras continuaba observándola.

—Ay, vamos, no estés tan tensa, no eres la primera persona a la que tus padres envían para intentar asesinarme —aunque su tono parecía despreocupado, su mirada era seria.

—¿Cómo es que lograron descubrirme con tanta facilidad?—pregunté, pues parecía que ellos estaban al tanto de absolutamente todo lo que ocurría.

—Aunque los guardias de la entrada se dejen sobornar, siempre me mantienen, al tanto, de la gente que ingresa a la villa —respondió Davina.

—Además, eres realmente mala para infiltrarte —agregó Egan, quien permanecía cerca de la puerta, cruzado de brazos. — Todos vimos tus patéticos esfuerzos para trepar hasta la ventana.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.