JESSICA.
Uno por uno los he derribado sin ningún problema, a decir verdad, no fue necesario que Apóstoles me acompañara dentro de esta gran casa. Aunque eso desde un principio lo sabía muy bien, solo quería seguirme para ver mis movimientos y de cómo manejo la situación en general.
– ¿Por qué no los matas?
– Esa no fue mi orden. – es cierto. Solo los dejo inconscientes.
- También son asesinos.
– También siguen órdenes al igual que tú. – me quito los lentes que protegían mis ojos del polvo. – Es una explicación lógica, ¿no lo crees? – Apóstoles asiente no muy convencido por mis palabras, pero no tengo el tiempo para estar dando explicaciones a una persona como ella.
– ¿Solo mataras al hombre que se te asigno? – asiento. Verifico los planos de la casa en la pequeña tablet que tengo en mi antebrazo y por lo que veo, solo he recorrido la mitad de la casa. – Es increíble que nadie se ha dado cuenta que estamos aquí. Veo que fue una buena idea entrar en la noche y sin ser vistos.
– Es una misión rápida. Entrar, hacer el trabajo y salir.
– No quieres llamar tanto la atención. – aparto de empujón a Apóstoles, este cede por mi fuerza y termina detrás de la columna sin ser vistos por los 3 hombres que se asomaran por el balcón. Apóstoles me da una mirada nada amigable por mi movimiento. Le hago una seña de que guarde silencio.
No tengo miedo de que nos vean por lo que estamos haciendo, pero no quiero que haya una alerta por algo tan estúpido como que nos hayan descubierto por estar de habladores.
Apóstoles no entiende realmente lo que es hacer un trabajo de este calibre, ya que Brayan me pidió exclusivamente que esto se vea como un ajuste de cuenta, pero no por parte de otro grupo mafioso, sino por el ejército. Ellos son los que trabajan de esta manera.
¿Cómo sé eso?
Investigue un poco como se mueven estas personas en operativos oficiales y esto es lo más básico que encontré en mucha información por la red. No es que este imitando a esos sujetos, simplemente lo hago parecer más cómodo para Brayan y que no me esté molestando por no hacer bien mi trabajo.
– ¿Se puede saber qué haces? Deberías de atacar a ellos, no a mí. – es claro que mi acompañante no pedido está molesto por mi acción. No le prestó atención y sigo revisando los planos. Este me indica que dos pisos más arriba esta la habitación de Camilo Escalante; mi objetivo.
Han pasado exactamente 10 minutos desde que entre, por lo tanto, solo me quedan 5 minutos para que cada puesto de control se comunique entre todos y así verificar que ninguna posición fue comprometida.
No tengo tiempo que perder con cosas como estas y es por eso que decido ir por la ruta más fácil y rápida.
Salgo al patio central, verifico en qué dirección ir y lo apunto en la tablet.
– ¿A dónde vas? – Apóstoles me sigue confiado, sin mirar a los lados por si alguien viene. – Pudimos derribar a esos tipos fácilmente.
– Haz lo que quieras. – frunce el ceño por mis palabras.
Sin perder más tiempo, me impulso un poco y logro llegar a una estatua que uso como escalera para subir al siguiente piso. Mis movimientos son fluidos, como una experta trapecista. La fuerza en mis brazos me permite levantar todo mi peso en el soporte de cemento, aterrizo sin ningún problema en el balcón.
Los hombres que hace un momento estaban aquí, ahora se encuentran dándome la espalda y por lo que veo, aún no saben que estoy aquí.
– ¿No es un poco exagerado que el jefe nos haya pedido redoblar la seguridad? – uno de los hombres habla.
– Lo hace para protegerse. – el otro lo secunda en la conversación.
– ¿Qué más protección que el ejército? Tiene a unos cuantos oficiales comiendo de su mano, es por eso que siempre se sale con la suya.
Otra cosa que me llamo la atención en el expediente de Angello me dio fue esa extraña relación que tiene este sujeto con el ejército. Desde negocios turbios con armamento militar, a extorciones de protección de testigos; toda una lista negra.
Cuando vi todo eso me recordó las palabras de aquel hombre que mató a Tom, en donde tomo su propia justicia pensando que Tom era un ex militar corrupto. Ahora me doy cuenta que eso es más común de lo que imagine, o de lo que la población en general cree.
– A veces el ejército no es suficiente para evadir unos cuantos locos en este mundo. – me oculto detrás de una columna para escuchar mejor.
– ¿Locos?
– ¿No te enteraste de lo que le paso a Fred Wright? – a la mención de ese nombre me tenso. – Quien quiera que haya hecho eso, es un loco.
– Bueno, tienes razón, pero no creo que un grupo de personas vayan hacer más capaces que nosotros.
– No era un grupo. Por lo que hablaron algunas de las mujeres que huyeron del lugar, es que se trataba de una sola persona.
– ¿Me estas jodiendo? – uno de los hombres pregunta con un tono indignado.
– Algunos dicen que vieron a un monstruo salir de ese lugar, cubierto de sangre y hollín. Una escena bastante impresionante.
– Solo son comentarios exagerados, ¿verdad?
– No lo sé, pero espero que así sea, o si no, habría un asesino de asesinos.
Cierro y abro mis manos, haciendo que los tendones se estiren y se contraigan. Que la sangre fluya de mejor manera, evitar que haya entumecimiento. Pero solo es una medida para evitar el estrés que mi cuerpo recibe de golpe; esta vez por escuchar esa clase de cosas.
¿Asesino de asesinos?
Es por ese mismo motivo que también quiero hacer este trabajo de esta manera, sin tanto ruido, sin haber tanta sangre de por medio, sin que nadie vea quien fue que ataco.
Salgo detrás de la columna, pero en dirección contraria a donde están los dos hombres hablando. Tengo que moverme rápido.
Corro por los pasillos vacíos en donde sé que no hay nadie vigilando, cada tanto me detengo cuando siento una presencia acercándose a donde estoy. Me asesoro que no me vea para seguir en mi recorrido.
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Editado: 17.06.2023