Me desperté más cansada de lo que anoche estaba, estaba amaneciendo por lo que había dormido pocas horas.
Tanto en la cama como en la habitación, estaba sola.
Salí vestida al recibidor con el camisón y mi nana que estaba ahí durmiendo, se despertó sobresaltada.
-Nana, ayudame a vestirme.
-Niña, quedate en la cama.
-Quiero buscar a mi marido.
-Hija, estarás adolorida, descansa anda.
-No, no quiero estar en la cama por más tiempo del necesario.
Dicho eso me quité la camisa de Eric y me coloqué un vestido rojo cuyos bordados eran de hilo de plata.
Mi nana me peinó y rechistando me hizo una trenza que me colocó en el hombro derecho. Lo último era la tiara.
Una vez arreglada, salí a enfrentarme al mundo, a esas sonrisas tanto de los sirvientes y a las miradas de los guardias, era de dominio público que la primera noche que pasaban los novios era para consumar, pero no me imaginaba nunca tanta mirada y sonrisa.
Busqué a mi marido que no se encontraba por ningún lado y cuando ya estaba cansada de buscarlo mandé a un sirviente. Iba camino a mi habitación pero los llantos de un niño llamaron mi atención. Entré y Eric, estaba ahí, mal desatendido.
-Por Dios cariño, pero a ti no te cuida nadie? - Le pregunté sin esperar respuesta, y el niño se calmó.
Pedí leche y una bañera con agua caliente. Las sábanas, que en su día fueron blancas y ahora se les podía llamar trapos, decidí prenderle fuego o si alguna sirvienta las quería, que las lavará y se las quede.
-Me han dicho que me buscabas - habló Eric al entrar.
-Si. Eric a partir de ahora, mientras yo no necesite a mi nana, quiero que ella se encargue del niño.
-No, la mujer que se ocupa de él, lo hace muy bien.
-Eric, está hambriento y sucio, aparte de eso, las sábanas no se han lavado en la vida.
-Te he dicho que no tienes permiso para hacerlo.
Pero que le pasaba a este hombre, anoche muy cariñoso y hoy estaba asqueado, cabreado y lo pagaba conmigo. Me acerque a él y alcé la cabeza.
-No le he pedido permiso Majestad, le he informado de la decisión que ya he tomado.
-Deja de llamarme Majestad cuando estamos solos ya que soy tu marido y ese niño es mío.
- Y yo soy su madre o eso fue lo que dijiste anoche, y es por eso que te casaste - le deje sin palabras pero aun así decidí seguir - y como madre suya que soy, decido que a partir de hoy mi nana y otra mujer que ella escoja serán las que cuiden del niño, y la que ha provocado este desastre estará fregando suelos.
Asintió y más tranquilo se acercó a mi para besarme, pero tonta de mi que me di la vuelta.
Mi intención era dejar al niño en su cuna y besar a mi marido, pero este lo interpretó de otra manera, por lo tanto cuando miré a mis espaldas Eric había desaparecido cerrando la puerta de un portazo.
Llamé a mi nana que estaba fuera, para hacerle saber su nueva obligación y que debía escoger a otra doncella. Cuando terminé fui a buscar otra vez a Eric para explicarle el malentendido pero otra vez más, no tuve suerte. Esta vez, un guardia me informó de su marcha.
Subí arriba a descansar, donde estaban mis doncellas cotilleando