Mi cabeza dolía horrores y un olor muy fuerte se acercaba cada vez más a mi nariz haciendo que sea consciente de lo que pasaba alrededor.
Eric, su madre, mi nana y el médico, todos me miraban sin pestañear.
-Ha despertado Señor - guarda el bote en su maletin- le ruego señora que repose mucho, nada de altibajos. Su salud y la de su hijo ante todo.
Mientras decía esto último miraba a Eric, no a mi.
- Muy bien doctor. Si sucede cualquier cosa le haré llamar - contestó Eric
-Niña, como estás - me preguntó mi suegra con mucha amabilidad- recuperate pronto y no nos des estos sustos.
- Gracias - le contesté
-Tu nana va a traerte agua caliente para darte un baño. Luego subiré yo con la cena.
Cuando ellas salieron de la alcoba, intenté levantarme de la cama, pero Eric, sentado en el sillón, viendo lo que intentaba hacer, se acercó a mi y me volvió a tumbar
-Quien te crees que eres para pegarme delante de mis hombres? - me preguntó con una voz suave pero sus ojos echaban chispas.
-Estoy bien cariño - dije irónicamente-. Respecto a tu pregunta, soy tu mujer, la que lleva en el vientre a tu hijo. No soy ninguna fresca que entra en tu casa y le concedes una habitación.
-Escúchame bien Judith por que no lo volveré a repetir. Ni se te vuelva a pasar por la cabeza hablar así de Cayetana. Ella por lo menos no va humillando a la gente, como tu.
-Lleva razón mi Rey. No va humillando a nadie, solo besa a los maridos de otras.
El golpe en la mejilla me lo llevé yo. Me sentí traicionada, indefensa. Mil sensaciones nuevas aparecieron y las lágrimas que querían salir de mis ojos, no las dejé. Hasta aquí había llegado yo.
- Soy tu marido y el Rey al que juraste sumisión. Serás la madre de mi hijo, pero a partir de hoy solo serás eso, la madre del monstruo que llevas dentro y al que yo también he ayudado a crear, y no sabes lo mucho que me arrepiento.
Se marchó. Me dejó sola otra vez, pero esta era la peor. Había llamado monstruo a nuestro hijo, al más inocente de nosotros.
-Llamad al médico- gritos, escuchaba gritos y notaba golpecillos en la cara.
-Hija - era mi suegra-te has desmayado otra vez, el médico está llegando.
-Por favor - dije casi sin fuerzas-llévame de aquí, sácame de aquí.
-Les pediré que te preparen la habitación de al lado - me intentó tranquilizar ella.
-No, no. Nana llévame a mi primera habitación, te lo ruego.
-Cariño - siguió mi suegra- esa es para las amantes del Rey y esta ocupada ahora.
Aquella noticia me tomó por sorpresa. El golpe de mi marido no dolía tanto como me dolía el corazón ahora mismo. Además pensaba en por qué sería aquella habitación la del Rey si estaba en otro lado de castillo.
Mi nana poco a poco me ayudó a ir a la otra habitación que ya estaba preparada.
Sentí un dolor bajo mi vientre y cuando me toqué por encima del camisón, este estaba manchado de sangre
Yo no era capaz de articular ni una palabra. Mi nana se dio cuenta y me metió en la cama.
Mi cabeza daba mil vueltas, recordaba el primer momento que había llegado aquí. Me metieron en la habitación de una furcia, Eric mi hijastro muere, una furcia besa a mi marido, llamaron monstruo a mi bebé que estaba a punto de perder.
El médico entró y detrás suya venía Eric. El primero me hizo varias preguntas a las que yo no tenía fuerzas para contestar, las palabras no me salían.
-Majestad - llamo este a Eric-voy a ser sincero. Debido a los sucesos de hoy y teniendo en cuenta el embarazo, el estado de nuestra señora puede ser fatal para ella y para el bebé. Su mujer no reacciona a ningún estímulo.
-Que se puede hacer?
-Esperar Majestad. Cuando su cerebro decida hacerlo, ella reaccionará, mientras tanto darle el mejor cuidado y que ella no se lleve más disgustos. Podría perder a su mujer y al bebé.
Aunque no tuviera ganas de hablar si escuchaba. Escuche todo lo que él médico había dicho y en ese mismo instante decidí salir del estado en el cual me encontraba. Debía obligarme. Yo debía vivir, mi hijo debía nacer y ser feliz, daría mi vida a cambio de la suya.