Reina de las Sombras

Capítulo 1

La luz del amanecer se filtraba a través de las pesadas cortinas de terciopelo, bañando la habitación de la princesa Isik en tonos dorados y cálidos. La princesa, sentada junto a la ventana, observaba los jardines del palacio con una tranquila sonrisa. Desde niña, esos jardines habían sido su refugio. Allí, entre las fuentes de mármol y las flores exóticas, se había sentido libre de las responsabilidades de la corona, aunque solo fuera por unos momentos. Ahora, a sus veinticuatro años, su vida seguía siendo una mezcla de deberes, esperanzas y una silenciosa soledad.

El reino de Aerion había prosperado bajo el reinado de su padre, el rey Thalric. Isik, la primogénita, era adorada por el pueblo. Conocida por su corazón compasivo y su mente aguda, dedicada gran parte de su tiempo a ayudar en los asuntos del reino, asegurándose de que las tierras más alejadas recibieran atención y recursos. Su conexión con el pueblo no era solo una obligación, sino una genuina devoción que le daba sentido a su vida.

Sin embargo, las tensiones en la corte comenzaban a ser palpables. Detrás de los muros del palacio, algo oscuro se gestaba. En los últimos meses, la princesa había notado un cambio en el ambiente. Las risas y conversaciones de los consejeros se habían vuelto susurros. Los pasillos, antes llenos de vida, ahora estaban impregnados de una inquietante calma. Aunque no podía señalar exactamente qué, sentía que algo se movía en las sombras.

El principal consejero del rey, Lord Ihanet, un hombre astuto y calculador, había comenzado a frecuentar más las audiencias privadas con su padre. La sonrisa delgada y los ojos siempre alertas de Ihanet no pasaban desapercibidos para Isik. Desde la muerte de su madre, la reina Isolde, el consejero había asumido un rol más importante en las decisiones del reino. Mientras la princesa intentaba acercarse a su padre, sentía que algo, o alguien, se interponía entre ellos.

Aquella mañana, la chica decidió pasear por los jardines antes de que comenzara su día en la corte. Los pájaros cantaban, y el viento suave acariciaba su piel. Pero su paz fue interrumpida por la llegada apresurada de uno de los guardias del rey. La urgencia en su expresión la alarmó.

—Su alteza —dijo al inclinarse—. El rey la requiere en la sala del trono de inmediato.

Isik sintió un nudo formarse en su estómago. No era habitual que la llamaran tan temprano y de forma tan urgente. Sin embargo, mantuvo la compostura y siguió al guardia hacia el interior del palacio.

Cuando entró en la sala del trono, el aire era denso. Su padre estaba sentado en su imponente trono, pero su mirada no era la del rey bondadoso que conocía. A su lado, lord Ihanet y varios otros consejeros la observaban con rostros inescrutables. Su hermano mayor, el príncipe Cedric, también estaba presente, aunque evitaba su mirada. La princesa sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Padre —saludó con una inclinación—. Me habéis llamado.

El rey la observó durante un largo instante antes de hablar. Sus ojos, normalmente cálidos, ahora estaban fríos y llenos de una distancia que la hirió profundamente.

—Isik —comenzó con voz grave—, se han presentado serias acusaciones contra ti.

El corazón de la joven dio un vuelco.

—¿Acusaciones? ¿De qué me acusáis?

Lord Ihanet dio un paso al frente, con su tono sereno pero gélido.

—Hay informes que sugieren que has conspirado contra el reino. Te has aliado con fuerzas externas para debilitar la corona.

Las palabras cayeron como una daga en el pecho de la muchacha. Su mente se nubló de incredulidad y furia.

—Eso es imposible. Yo jamás haría algo así —protestó, dando un paso adelante—. Padre, sabéis que siempre he servido fielmente a este reino. ¿Quién ha inventado tal mentira?

Lord Ihanet intercambió una mirada rápida con el rey antes de continuar:

—Tenemos testimonios y pruebas que indican lo contrario, princesa. Se han encontrado correspondencias en tu cámara que sugieren tratos secretos con enemigos de Aleria. Cartas que planeaban una revuelta.

Isik abrió los ojos con asombro. Sabía que esto era una trampa, pero no tenía idea de cómo alguien había podido colocar esas pruebas falsas en su contra.

—Eso no es cierto. ¡Me están tendiendo una trampa! —la princesa buscó los ojos de su hermano, esperando apoyo, no obstante, él simplemente miró al suelo, en silencio. Ese silencio la desgarró más que las propias acusaciones.

El rey, que había escuchado sin interrumpir, finalmente habló, pero su voz no mostraba el amor de un padre, sino la autoridad implacable de un monarca:

—Isik, en circunstancias normales, te permitiría defenderte, mas las pruebas son demasiado fuertes, y la paz del reino está en juego. No puedo arriesgarme. Has sido acusada de alta traición, y el castigo por ello es el exilio.

Esa palabra resonó en la mente de la princesa como un eco interminable. Intentó hablar, sin embargo, las palabras murieron en su garganta. Su vida, su hogar, todo lo que conocía estaba siendo arrancado de ella en un solo golpe.

—Padre, por favor… —susurró sin lugar para la compasión.

El rey desvió la mirada, incapaz de sostenerla y concluyó:

—Lo siento, Isik. Esta es mi decisión final. Deberás abandonar el reino de inmediato y no regresar nunca más.



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En el texto hay: reyes, princesa, exilio

Editado: 14.05.2025

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