Reina de las Sombras

Capítulo 6

Isik estaba sentada en una enorme mesa de piedra, el frío del mármol irradiaba a través de su piel. Frente a ella, Karanlik, el Rey Oscuro, estaba inmerso en un mapa antiguo que cubría la superficie, con marcas rojas que señalaban puntos estratégicos. Las sombras parecían revolotear alrededor del salón, como si estuvieran atentas a cada palabra que pronunciaban.

Habían pasado días desde que la princesa tocó el Corazón de la Sombra y, aunque no se había sumergido por completo en la magia oscura, podía sentir el poder vibrando bajo su piel. Era un recordatorio constante de que estaba caminando por una cuerda floja, entre la humanidad que le quedaba y la oscuridad que cada vez se hacía más tentadora.

—Empezaremos con los aliados más débiles de tu reino —le dijo él con frialdad—. Los nobles que se beneficiaron de tu exilio serán los primeros en caer. Debilitaremos su apoyo antes de enfrentarnos directamente al trono.

Isik asintió, aunque su mente estaba dividida entre la rabia que la impulsaba a querer destruir a quienes la habían traicionado y la duda que la asaltaba en sus momentos más tranquilos. Sabía que lo que estaba planeando no era solo un acto de justicia, sino una guerra que cambiaría por completo su destino y el del reino al que una vez había llamado hogar.

—Mi hermano fue quien lideró la conspiración —murmuró ella, casi más para sí misma que para él—. Siempre fue ambicioso, pero nunca pensé que sería capaz de algo así. No solo me desterró, sino que mancilló mi nombre ante el pueblo.

Karanlik la observó con una intensidad que la hizo estremecer. No era solo compasión lo que veía en sus ojos, sino una comprensión profunda. Él también había sido víctima de la traición y, aunque sus historias eran diferentes, el dolor de la traición los unía.

—La traición es el arma más poderosa que tiene un enemigo —dijo él en voz baja—. No solo te quita el poder, también te arrebata la confianza en todo lo que conoces.

Ella asintió y, en ese momento, sintió que estaban más conectados de lo que quería admitir. Él no era simplemente el Rey Oscuro, sino alguien que había sido marcado por la misma herida que ella. La idea de aliarse con él ya no parecía tan monstruosa, aunque todavía le costaba confiar plenamente.

—Entonces, mi hermano y los nobles que lo apoyaron serán nuestro objetivo inicial —confirmó, intentando concentrarse en el plan.

El rey asintió, pero sus ojos no se apartaron de ella. La tensión entre ellos había estado creciendo desde el día en que la chica llegó a su reino, pero ahora, en la cercanía del salón oscuro, esa tensión parecía haberse vuelto palpable, como si las sombras mismas estuvieran tejiendo un lazo invisible entre ellos.

—No será fácil —continuó él al desviar la vista hacia el mapa—. Tu hermano ha consolidado su poder desde tu exilio. Ha ganado el favor de los generales y ha asegurado alianzas con reinos vecinos. Atacarlo directamente sería suicida.

Isik frunció el ceño con sus pensamientos girando en torno a las posibilidades y preguntó:

—¿Qué propones entonces?

Karanlik se acercó más, con sus manos rozando ligeramente el borde de la mesa. Su cercanía hizo que el aire entre ellos pareciera más pesado, cargado de algo no dicho.

—Dividiremos sus fuerzas —contestó en voz baja y suave—. Debilitaremos sus alianzas, plantaremos la duda entre los nobles. Y cuando estén divididos, atacaremos donde más le duela.

La chica lo escuchaba, pero cada vez le costaba más concentrarse en las palabras. La cercanía de él, el leve roce de sus dedos contra los suyos; le estaba poniendo muy difícil ignorar la atracción que sentía hacia el rey. Había algo en su presencia, en su poder oscuro, que la atraía como un imán. Sabía que no debía confiar en él completamente, pero no podía negar lo que estaba empezando a sentir.

—¿Y después? —inquirió en apenas un susurro.

El hombre la miró fijamente y, por un momento, pareció dudar. Podía ver la lucha interna en sus ojos, como si también estuviera combatiendo sus propios demonios. No obstante, en lugar de responder de inmediato, él extendió la mano hacia ella para rozar su mejilla con suavidad.

—Después… —murmuró con la voz más grave—, tomaremos lo que nos pertenece.

El contacto fue tan leve, tan sutil, que, aún así, encendió una chispa en la princesa que no había anticipado. La furia que había sentido por la traición se mezclaba ahora con una atracción oscura hacia Karanlik. Era una lucha interna que no esperaba. Sabía que su misión era la venganza, que debía concentrarse en recuperar su trono y castigar a los responsables de su exilio, pero en ese momento, mientras lo miraba a los ojos, esa misión parecía desdibujarse.

—No confío en ti plenamente —comentó ella al dar un paso atrás, tratando de recuperar la distancia emocional—. No puedo permitírmelo.

Él asintió, sin apartar la mirada de ella y contestó:

—No espero que lo hagas. La confianza es un lujo en nuestro mundo. Sin embargo, Isik… necesitas mi ayuda. Y yo necesito la tuya.

Había una crudeza en sus palabras que la estremeció. Sabía que tenía razón. Estaba sola, exiliada, sin aliados y sin poder. El Reino de las Sombras era su única esperanza. Y aunque no podía confiar en el Rey Oscuro, no tenía más opción que seguir adelante.



#4777 en Fantasía
#10465 en Novela romántica

En el texto hay: reyes, princesa, exilio

Editado: 19.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.