El viento ululaba en las almenas del castillo oscuro mientras se llevaba consigo ecos de antiguas promesas quebradas. Isik caminaba por los pasillos fríos, con su mente atrapada en la maraña de emociones que habían brotado tras el último encuentro con el rey. No podía dejar de pensar en la manera en que la había salvado en las tierras de los Draal, la vulnerabilidad que había mostrado, pero tampoco podía ignorar la creciente duda que se había asentado en su corazón.
Había algo oscuro en el pasado del chico, más allá de lo evidente. Su relación con el Reino de las Sombras, sus poderes que parecían alimentarse del miedo y la desesperanza, y su odio visceral hacia aquellos que lo habían traicionado. Cada pieza del rompecabezas lo mostraba como alguien que también había sido víctima de las maquinaciones de otros, pero había algo que no encajaba del todo.
Mientras avanzaba hacia la biblioteca del castillo, la princesa no dejaba de recordar sus palabras: “No estoy acostumbrado a sentir esto”. Karanlik no era un hombre que mostrara sus emociones, pero cuando lo hizo, algo en ella cambió.
Sin embargo, esa vulnerabilidad solo había despertado más preguntas. ¿Quién era él realmente? ¿Y qué significaba para ella?
Al llegar a la biblioteca, Isik se sumergió en los antiguos tomos que hablaban de la historia de los reinos. Las sombras que rodeaban la sala parecían observarla mientras hojeaba con rapidez las páginas amarillentas, buscando alguna pista que le explicara los secretos del rey. Fue entonces cuando encontró algo que la heló hasta los huesos.
Un libro de crónicas, escrito hacía siglos, mencionaba un príncipe desterrado, cuyo reino había caído por una traición desde dentro. Isik leyó con avidez, descubriendo la historia del joven, no solo como el Rey Oscuro del presente, sino como alguien con un vínculo mucho más cercano a su propio reino de lo que ella había imaginado.
El nombre de su familia estaba mencionado. Su abuelo había sido parte de aquella conspiración que había destruido al reino de Karanlik. El linaje de la chica había jugado un papel crucial en su destierro, robando su herencia y condenándolo al Reino de las Sombras. Era un eslabón oscuro en su pasado que había permanecido oculto hasta ahora.
La princesa cerró el libro de golpe al sentir una mezcla de horror y traición. Toda su alianza con el rey estaba construida sobre una mentira. Él debía haber sabido, desde el principio, quién era ella y qué papel había jugado su familia en su caída. ¿Acaso la estaba utilizando? ¿O la venganza que planeaban juntos era solo un paso más en su verdadera agenda?
Sin esperar más, la chica corrió hacia las cámaras del rey. Las sombras que solían rodear el castillo parecían más densas esa noche, como si presagiaron la tormenta que estaba a punto de desatarse. Al llegar a sus aposentos, lo encontró junto a la ventana, mirando el horizonte oscuro como si estuviera esperando su llegada.
—Sabías todo el tiempo quién soy —lo acusó ella sin preámbulos, con la voz tensa por la traición—. Mi familia… Mi reino… Estuvieron detrás de tu destierro.
Karanlik no se movió, pero el aire en la habitación pareció volverse más pesado. Giró su rostro hacia ella, con sus ojos reflejando una emoción que ella no pudo descifrar y respondió:
—Sí. Sabía quién eras desde el momento en que llegaste a mis tierras.
El silencio que siguió fue atronador. La princesa sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. Cada momento, cada palabra intercambiada entre ellos ahora parecía teñido de engaño. Su mente corría, tratando de comprender cómo había sido tan ingenua, cómo había confiado en él cuando todo el tiempo había estado jugando con su vulnerabilidad.
—¿Era todo una farsa? —quiso saber ella, llena de amargura—. ¿Me utilizaste para tu propia venganza?
El rey dio un paso hacia ella, pero la chica no retrocedió. En cambio, levantó una mano en señal de advertencia.
—No te acerques —espetó—. No confío en ti.
Él se detuvo sin apartar sus ojos de ella. Había una tensión en su postura, como si estuviera conteniendo algo mucho más profundo.
—No era solo una farsa, Isik —dijo en voz baja—. Lo que siento por ti es real, pero no puedo negar mi pasado. Lo que tu familia hizo… lo que mi reino perdió… es algo que no puedo olvidar.
La princesa apretó los puños al sentir una mezcla de rabia y dolor. Todo lo que había compartido con él, los planes que habían trazado, ahora se sentía como una cruel broma del destino.
—Entonces, ¿cuál era tu plan? —interrogó con la voz quebrada—. ¿Usarme hasta que ya no te sirviera?
Karanlik se quedó en silencio por un momento, como si estuviera luchando consigo mismo, hasta que habló con una sinceridad que la desarmó:
—Mi plan inicial era vengarme de quienes me traicionaron, incluidos los tuyos. No obstante, no contaba con… sentir algo por ti. No contaba con que tú fueras diferente.
Isik sintió una punzada en el pecho. Sabía que, en algún nivel, también había comenzado a sentir algo por él, algo que la aterrorizaba tanto como la propia venganza que planeaban. Mas ahora, esa atracción estaba empañada por la revelación de su traición.
—No puedo hacer esto —respondió al fin mientras sacudía la cabeza—. No puedo confiar en ti.