Reina de las Sombras

Capítulo 11

La luna colgaba pálida y distante en el cielo, iluminando con su luz fría las paredes de piedra del castillo de Aerion. El salón del trono, antes lleno de tensión y caos, ahora estaba en silencio, desprovisto de las sombras que habían sido invocadas para la batalla. El reino estaba en paz, o al menos, en una calma extraña tras el torbellino de la venganza. Pero dentro del corazón de la princesa, una tormenta más profunda y turbulenta comenzaba a formarse.

La victoria sabía amarga.

Sentada en lo alto de los escalones que conducían al trono, Isik miraba a su alrededor, a las paredes que alguna vez la habían protegido y, luego, la habían traicionado. Ahora estaban vacías, sin la opresión de los consejeros que la habían desterrado ni la presencia imponente de su padre. Había logrado lo que se había propuesto: recuperar su reino, hacer justicia a quienes la habían traicionado, y forjar una nueva era para su pueblo. Sin embargo, la euforia que pensó que sentiría nunca llegó.

A su lado, Karanlik, el Rey Oscuro, permanecía en silencio. Su aura, siempre poderosa y envolvente, parecía haberse reducido. Él también había conseguido lo que buscaba. Había asistido a la princesa en su venganza, y juntos habían puesto fin a los días de traición y manipulación en ella. Pero en ese momento, algo en su interior se quebraba.

Isik lo miró, notando por primera vez las marcas en su rostro, no solo las físicas, sino las cicatrices invisibles de un alma herida. Habían compartido una conexión profunda, algo que ni la venganza ni el poder podrían borrar. Mas también habían compartido el dolor. Y ahora, ese dolor los envolvía como una sombra inquebrantable.

—Lo hemos logrado —dijo ella para romper el silencio.

El rey asintió, pero sus ojos no se apartaban del suelo.

—Sí —respondió, con voz baja—, pero a qué costo.

La muchacha suspiró al comprender sus palabras. Ambos habían perdido mucho en el proceso. Habían sacrificado más de lo que estaban dispuestos a admitir: su inocencia, su humanidad, y quizá algo de su alma. Mientras trazaban sus planes de venganza, no habían contemplado lo que les haría a ellos mismos. Ahora, ese vacío estaba más presente que nunca.

—Todo esto… —la princesa se pasó una mano por el cabello, con sus ojos verdes llenos de duda—, ¿valió la pena?

El rey la miró, y en su mirada, la chica pudo ver el peso de los siglos que él había cargado. Había sido consumido por la oscuridad durante tanto tiempo, siempre buscando la forma de saciar su sed de venganza. Y ahora que la tenía, parecía más perdido que nunca.

—La venganza siempre tiene un precio —murmuró él—. No hay victoria sin sacrificio. El poder no viene sin un coste.

Ella sintió el peso de esas palabras. No eran solo las personas que habían perdido en el proceso, sino partes de ellos mismos que ya no podrían recuperar. Había días en los que recordaba la princesa que había sido: inocente, llena de vida y esperanza, soñando con un futuro brillante. Esa versión de ella ya no existía. Ahora era una mujer marcada por la batalla, endurecida por la traición y moldeada por la magia oscura. ¿Qué quedaba de su humanidad?

—¿Y ahora? —quiso saber la joven en voz baja, mirando hacia las estrellas que brillaban a través de los ventanales abiertos—. ¿Qué nos queda?

Karanlik caminó hacia uno de los ventanales, observando el cielo nocturno. Parecía que buscaba respuestas en las estrellas, algo que pudiera darle paz o claridad.

—Eso depende de ti, Isik —dijo un minuto después, con una voz que era suave como el terciopelo y llena de significado—. Hemos hecho lo que vinimos a hacer, mas el futuro es incierto.

Ella se levantó y caminó hasta situarse a su lado, observando las mismas estrellas. Sabía que sus vidas nunca volverían a ser las mismas. Pero mientras permanecían allí, uno al lado del otro, también podía sentir la conexión entre ellos. A pesar del dolor, de la oscuridad y del odio que habían cultivado, había algo más. Algo que crecía entre ellos, sin importar el pasado.

—Podrías regresar a las sombras —observó ella en apenas un susurro—. Podrías seguir tu camino, lejos de este lugar. Dejar que el pasado sea enterrado.

—Podría —la miró de reojo con una expresión inescrutable, aunque había algo en su tono que sugirió lo contrario.

La princesa sabía que ambos estaban en una encrucijada. Lo que sucediera después no sería dictado por el pasado ni por los planes que habían trazado. Estaba en sus manos decidir si seguían el camino de la oscuridad y el aislamiento, o si intentarían algo diferente. Algo más difícil, pero quizás más gratificante.

—Karanlik… —comenzó, buscando las palabras adecuadas—, ¿crees que después de todo esto, somos capaces de algo más que la venganza?

Hubo un largo silencio. La muchacha pudo sentir cómo él luchaba consigo mismo. El Rey Oscuro, que había reinado en las sombras durante siglos, que había hecho de la destrucción su razón de ser, ahora enfrentaba una pregunta para la que no tenía respuesta.

—No lo sé —admitió, con una honestidad que la sorprendió—. Nunca he conocido otra cosa.

Ella comprendía su dilema, porque lo compartía. Ambos habían sido consumidos por el odio y la traición. Pero al mismo tiempo, había algo entre ellos que no podía negar: la creciente atracción, el entendimiento profundo, y la posibilidad de algo más.



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En el texto hay: reyes, princesa, exilio

Editado: 19.05.2025

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