Isik permanecía de pie en el balcón del castillo, observando cómo las sombras se alargaban sobre el reino que alguna vez fue su hogar. El aire frío de la madrugada se colaba por su capa, pero no le importaba. Desde esa altura, todo parecía pequeño, incluso el peso de las decisiones que la habían traído hasta aquí. Su reino, su gente, su vida pasada: todo se sentía distante ahora, como si hubiera sido una ilusión que desapareció con el tiempo.
Detrás de ella, el salón principal del castillo brillaba con la luz de las velas. El Rey Oscuro permanecía en silencio, observándola desde la sombra del umbral. Siempre observador, siempre esperando. Había estado a su lado desde el principio, pero ahora las cosas eran diferentes. La chica ya no era la princesa desterrada, ni siquiera la joven mujer consumida por el deseo de venganza. Había cambiado y su transformación estaba a punto de completarse.
El reino la llamaba, su gente esperaba su regreso, pero ella ya no estaba segura de querer lo que una vez había anhelado. Había crecido en el fuego de la traición y se había fortalecido en las sombras. Ahora, estaba ante una encrucijada: ¿volvería a ser la princesa de antaño, gobernando un reino que la había abandonado? ¿O seguiría un nuevo destino, uno que nunca imaginó, uno al lado del Rey Oscuro, como la reina de las sombras?
Karanlik dio un paso adelante, con su figura alta y poderosa recortada contra la luz tenue. Aunque no dijo nada, su presencia lo decía todo. Había llegado el momento de decidir.
—El reino es tuyo, si lo deseas —dijo con su voz grave, resonando en el aire entre ellos—. Puedes volver, reclamar el trono que te pertenece. O…
Isik no necesitaba que él terminara la frase. Conocía la alternativa. Podía dejar atrás todo lo que una vez fue, abandonar los vestigios de su vida pasada, y aceptar una nueva identidad. Gobernar no solo desde las sombras, sino con las sombras. Con el Rey Oscuro.
Ella giró lentamente para enfrentarlo con sus ojos verdes reflejando la indecisión que la atormentaba.
—He luchado tanto por esto… —murmuró con pesar, dejando que su mirada vagara hacia el vasto horizonte—. Por volver aquí, por recuperar lo que era mío. Pero ahora que estoy aquí… no sé si eso es lo que quiero.
Él la observó en silencio, con sus ojos intensos como siempre y con una profundidad que solo ella podía comprender. A lo largo de su viaje, había llegado a conocer al hombre que se ocultaba tras la sombra. Sabía sus cicatrices, sus deseos y sus miedos. Y aunque él era el Rey Oscuro, había mostrado una humanidad que nadie más había visto.
—No tienes que decidirlo ahora —continuó él—. Debes elegir lo que sea correcto para ti.
La princesa sintió el peso de sus palabras, pero también la libertad que le ofrecía. No había presiones ni expectativas en su tono. El hombre le dejaba la elección, un gesto que demostraba la confianza y el respeto que había surgido entre ellos. Ya no era simplemente su aliada en la venganza, sino su igual.
—Mi vida en este reino terminó hace mucho tiempo —prosiguió ella con sus pensamientos enredados mientras trataba de desentrañar lo que realmente quería—. No soy la misma persona que fui. Ya no soy la princesa que todos recuerdan.
—Eres mucho más que eso.
Esa simple declaración resonó en ella. Era más. Había dejado de ser la joven asustada y traicionada. Se había convertido en alguien fuerte, capaz, y aunque había atravesado la oscuridad, no la había consumido. La había transformado.
Caminó hacia él, observando cómo su figura se volvía más clara con cada paso. Él la había guiado por las sombras, pero nunca la había obligado a seguir su camino. Había sido su elección, siempre.
—¿Qué soy ahora, Karanlik? —preguntó con voz suave y una nota de curiosidad.
El aludido la miró con sus ojos profundos y oscuros, y por primera vez, dejó escapar una pequeña sonrisa, apenas perceptible.
—Eres lo que tú decidas ser. Pero también sé que no eres una simple princesa. Eres una reina, Isik. Una reina poderosa, forjada en las sombras.
La palabra “reina” flotó en el aire entre ellos, pesada y con significado. La chica la podía saborear en su boca. No la misma reina que su padre había sido, ni siquiera la misma que sus ancestros habían encarnado. No, esta era una reina de un tipo diferente. Una que no gobernaría desde un trono de oro, sino desde las sombras, con una fuerza que provenía de su propia determinación.
—Si decido seguir este camino… —comenzó ella, con una ligera vacilación—. Si decido ser esa reina… ¿me seguirías?
—Siempre —contestó al dar un paso más, con su mirada clavada en ella.
Esa única palabra fue suficiente para sellar lo que se había estado formando entre ellos desde que sus caminos se cruzaron. No se trataba solo de venganza o poder. Era algo más profundo, más complejo. Habían compartido sus miedos, sus deseos más oscuros, y, en el proceso, habían encontrado en el otro algo que nadie más podía entender.
Isik alzó la cabeza al sentir cómo la decisión se asentaba en su interior. Su vida pasada ya no le pertenecía. Las traiciones, las mentiras, incluso el reino que alguna vez fue su hogar, todo eso era parte de una historia que ya no quería revivir. Habían encontrado algo nuevo en las sombras. Un poder que no estaba vinculado a las normas de la corte, sino a su propio ser.