Reina de sangre

Capítulo XI: Precio y confianza

Desciendo las escaleras del palacio con soltura y paso decido. Los guardias mantienen su atenta mirada sobre en cada movimiento que doy por los pasillos del recinto; mi camino tiene como fin la oficina del rey y cuando ya estoy al frente de la puerta, dos guardias la custodian y me examinan sin disimulo.

—Quiero ver al rey. —proclamo con el mentón en alto y mis ojos sobre la puerta.

—El rey no ha pedido verla.

Uno de ellos me contesta con altivez y entonces giro mi cabeza con un movimiento limpio. Junto mis cejas y formo una actitud adusta hacia para él.

—¿Acaso he preguntado si el rey ha pedido verme? —elevo mi voz y él hombre se desorienta—. Quiero ver al rey. —exigo con más fuerza.

Los dos guardias comparten miradas en un signo de no estar seguros si acatar a mi querencia. Espero algo impaciente por algún tipo de respuesta, hasta que uno de ellos con una sola mano gira el picaporte de la puerta para luego asomar medio cuerpo a su interior.

Luego de unos segundos el guardia regresa su mirada a mi y da un largo suspiro como si lo que fuese hacer, es un desvarío.

—Adelante, alteza.

Me da paso haciéndose a un lado y con un poco de ansías y nervios, me encamino finalmente hacia lo que vine. Una vez piso el suelo de la oficina, la fría presencia del monarca de Druseon se siente en el ambiente. Por instinto, evito mirarlo a los ojos pero luego me obligo a hacerlo; sus orbes grises caen pesadamente sobre mi y retengo la respiración.

—¿Quién te crees para venir sin una petición de tu rey? —increpa en un golpe de voz y presiono mis labios.

Mis extremidades tambalean por el simple hecho de escuchar su tono, aun así me repito mentalmente que debo dejar de mostrarme débil y demostrar realmente mi carácter; el carácter que me han oprimido. Paso mis manos a detrás de mi espalda, y sin que me lo indique doy pasos hacia delante.

—Tengo información para usted, majestad.

Veo como su mano se hace en un puño sobre la mesa del escritorio e intuyo que no ha sido para nada de su agrado, que haya evadido su cuestionamiento.

—Te hice una muy clara pregunta. ¿O es que eres sorda? —se levanta y ajusta la chaqueta que lleva encima.

—Lo he escuchado pero es más importante que oiga lo que tengo para decir. —refuto decidida pero también con el corazón golpeando fuertemente mi pecho.

Alzo sus cejas en incredulidad por mi respuesta y bordea en seguida su escritorio. Antes de que termine de acercarse, decido seguir hablando.

—Serkan insiste en hacer una busqueda con sus hombre aquí.

—¿Búsqueda de que? —grita colerico y se planta al frente de mí.

—De la madre de Ethel. Pero dice que no lo dejarán.

—Efectivamente eso no sucederá, así que lo me dices es completamente inútil como siempre.

Me toma del brazo y sin pensarlo me aparto, y quito su agarre con solo halarlo. Jannik enfurece con rapidez ante mi contradicción y mi respiración se acelera.

—No es inútil; el insistirá. Tomará cada detalle como excusa para entrometerse en los asuntos de Druseon.

—¡¿De que demonios me estás hablando?!

—De que insistirá en entrar aquí con sus hombres con la pobre excusa de ayudar a mi amiga, lo sé —me mira de arriba a abajo con desconfianza—. Una manera de que no la haga, es que yo misma me encarga de esa búsqueda y así deje de venir tan seguido.

—Eres una completa idiota si crees que te dejaré hacerlo.

—Entonces Serkan insistirá y será un verdadero dolor de cabeza.

—Ya deja de hacer ese tipo de suposiciones tan ridículas, eso no sucederá.

Se gira y regresa a pasos fuertes a su escritorio. Empuño mis manos con impotencia y avanzo de la misma manera que él.

—Serkan quiere que le informa cada cosa que pase en el reino, que lo ayude a obtener pruebas negativas en contra de usted.

Los músculos de su espalda se tensan claramente y por el movimiento de sus hombros, asumo que toma una profunda respiración. Su mano se empuña sobre la madera del escritorio y hace sonar sus nudillos. Trago saliva fuertemente y me obligo a permanecer firme; ya he relevado aquello y no hay marcha atrás.

—¿Y qué pretendes al decirme eso? —su tono es bajo y se vuelve mucho más sombrío—. ¿Chantajearme con que le contarás cosas sobre mi?

—No —digo de inmediato y lo veo voltearse—. Porque aunque supiera los planes que lleva mi rey, jamás se los daría porque no ganaría nada con ello. Nada beneficioso.

Una risa irónica retumba en el lugar y unos ojos grises me atacan sin cesar.

—¿Cuánto tuviste que pensar para llegar a una conclusión medianamente inteligente? —dice con clara burla hacia mi y mi gesto se endurece más—. Ve al grano de este argumento estúpido.

—Que Serkan no está de acuerdo con la unión con Druseon, que es claro que él quiere el control y que no confía en usted —relato con sumo cuidado—. Hará lo que sea para atacarlo desde cualquier ángulo.

—Dame un ejemplo. —su molestia es aclara.

—Unirse con el duque Alfie —hago incapié en lo que hace días le revelé—. Aún no firman un acuerdo, pero estoy segura que al saber que su prometida e hija del rey de Druseon, no lo ayudará, buscará apoyo en el hermano del rey. Y no solo será apoyo, sino que también puede darle información.

Termino de hablar y una ola de silencio nos arropa. Su respiración de toro se percibe fácilmente al igual que mi expectativa por lo que vaya o no a decir. Quita su peso del escritorio y de nuevo sus botas suenan contra el suelo, y se acerca a mi peligrosamente y tenso mis músculos sin dejar de verlo. No apartaré mi mirada.

—Lo vas a ayudar —afirma y me toma del hombro con fuerza. Yo me paralizo y no solo por su mano en mi—. Le darás valiosos informes, y lo convencerás de que no firme ese acuerdo porque tu tío, no es bueno —aclama calmadamente como si padeciera de lento entendimiento y frunzo mi ceño—. Lo convencerás, así tengas que hacer lo que sea.

» Le harás creer que estás en mi contra. Y me dirás todo lo que él planee, e inventaras cualquier tontería pata distraerlo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.