Reina de sangre

Capítulo XII: Cartas

Paso mi mano por el lomo de Erva varias veces en forma de caricias suaves. Hace más de media hora que estoy en las cabellerizas, sentada en un banco de madera al lado de mi amiga de pelaje marrón mientras la falda de mi vestido toca el suelo sucio.

He estado muy inquieta por la simple razón de no tener respuestas ante mis peticiones; por suerte sé que ahora Demian podrá ayudarme pero no sé que tan fortuito sea eso. No diré que desconfío de él, porque hay genuino en su ser que me tranquiliza pero eso no quita el hecho que, quizás no pueda conseguir mucha información relevante. Por otro lado, estoy a la expectativa de lo que él rey Jannik comience a tramar luego de todo lo que le confesé.

Tengo la certera de que Dafina cederá ante mi pero no sé cuánto tarde eso, ya que obviamente más pesa el poder que tiene mi padre sobre ella y todo el mundo en realidad. Sé que el camino que quiero emprender no es fácil, aún así no es una opción para mí desisitir.

—Tú y Ethel son las únicas personas fieles que quedan en mi vida —susurro para Erva—. Eres también  único recuerdo palpable que me queda de mi madre.

Ella relincha y apoyo mi cabeza en el lugar en que se encuentran sus costillas. No dejo de acariciarla y este momento lo tomo como un tipo de meditación para callar mis frustraciones; Erva también permanece en silencio hasta que unos pasos contra la paja del suelo se escuchan, y entonces ambas nos colocamos en alerta. Me levanto del banquillo y tomo una de las riendas de Erva.

Echa un vistazo hacia detrás de la pequeña puerta de madera y mis músculos se relajan al ver que se trata del asistente de Serkan. Erlend, si mal no recuerdo.

—Su alteza. —hace una reverencia lejos de mi.

Le doy una vistazo rápido y su mirada esmeralda me estremece. Aquel recuerdo que vino a mi mente el día que nos presentaron regresa y eso me desconcentra. Respiro hondo y apretando la rienda de Erva, hablo.

—Señor Erlend.

—Disculpeme si he sido invasivo, pero el príncipe Serkan la está buscando y hace un rato ví que usted se dirigía hasta acá —entona con sofisticación—. Presumi que todavía se encontraba aquí.

—No hay cuidado, entiendo —suelto a Erva y la observo acariciando su osico—. Nos veremos en otro momento, preciosa.

Tomo la falda de mi vestido y lucho con la capa en mi hombros. Sin querer doy un pequeño gruñido el peso que me impide salir, y es cuando Erlend se acerca cuidadosamente a tomar el final de mi capa junto con el espantoso vestido. Lo miro y él me da un indicativo con un movimiento de cabeza para que termine de salir del suelo con paja. Me acompaña hasta la salida de las cabellerizas y es cuando suelta ese extremo de mi atuendo.

—Se lo agradezco. —digo cubriendo más mi pecho. Esto se rueda con facilidad.

—Estoy para servirle, alteza.

Nos vemos por unos instantes, o mejor dicho, yo lo veo y Erlend espera a que retome el caminar. Una vez lo hago, él sigue a mi lado y me indica que Serkan está junto a su padre cerca de los carruajes a las afueras del palacio. Cuando ya estamos llegando, diviso a mi padre hablar y estrechar manos con el rey de Nezadian. Los tres al verme, me dan su atención.

—Kelsey.

El rey Jannik llama sin mirarme y lo observo específicamente a él, pero también reparto mi atención en Serkan. Algo dubitativa, me coloca a un lado de mi rey y entonces este se voltea para hablarme con tono bajo.

—Debes decirle a Serkan que se quede.

Mis cejas se juntan pero permanezco en mi silencio. El cuerpo de mi padre cubre todo la visión hacia Serkan y por ende no puedo describir su gesto.

—Le dirás qué lo ayudarás. Hazlo.

Sin dar más detalles, se aleja de mi y luego entra al palacio. Pienso en lo que haré y tengo que actuar rápido; tomo mi vestido de ambos lados y voy hasta Serkan quién me espera con curiosidad en sus ojos.

—Te buscaba para despedirme. —explica una vez estoy al frente de él. Miro a su lado y se encuentran su padre y Erlend esperando junto con el carruaje.

—Necesito hablar contigo.

Digo firme y él frunce el ceño.

—No puedo, mi padre tiene pendientes y debo regresar con él.

—Necesito hablar contigo, Serkan —repito y me acerco más—. Puedo pedirle a uno de los guardias que te lleve en uno de nuestros carruajes.

—Kelsey...

—Hijo —el rey Patrick intercede dándonos una sonrisa y colocando su mano en el hombro de su segundo heredero—. Quédate, no tienes que acompañarme.

—¿Seguro? —Serkan narca una ceja.

—Por supuesto —se aleja y me da una reverencia—. Adiós, alteza.

—Buen viaje, majestad. —asiento con la cabeza y tanto él como Erlend, suben al carruaje.

No tardan mucho en irse, y es cuando Serkan me da su absoluta atención.

—Bien. ¿De que quieres que hablemos? —se cruza de brazos.

—Aqui no. Vayamos a otro lado.

Ese otro lado, no sé cuál es porque mis inhibiciones están revueltas pero aun así, camino y Serkan me sigue en silencio. Después de rodear todo el palacio y casi llegar al refugio real, nos topamos con el laberinto de cerezos y decido que este es el mejor lugar. Me doy vuelta hacia Serkan y detengo mis pasos.

—Supongo que aquí es donde hablaremos. —examina el lugar con la vista.

—Si, es el lugar menos vigilado y silencioso.

—Ya veo.

Se vuelve a cruzar de brazos y noto que de nuevo que está particularmente rígido. Decido no hacerle caso a eso, y voy directo a lo que tengo que decirle.

—Te ayudaré. Te diré todo lo que sé sobre el rey Jannik, y también sobre el duque Alfie.

Parpadea casi de inmediato y su actitud arisca desaparece, para darle paso a la incredulidad.

—¿Por qué?

—¿Cómo qué, por qué? —respondo enseguida.

—¿Por qué cambiaste de parecer? —da un paso hacia mi.

—Porque estoy harta de ser el títere del rey. —mi voz retumba con severidad.

—Nunca me has dado esa impresión, veo que tienes muy claras tus convicciones.

—Claro, y una de ellas obviamente es casarme contigo. —ironizo sin pensar y eso notablemente no le cae del todo bien.




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