Reina de sangre

Capítulo XXII: Acontecida princesa


Paso mis dedos una y otra vez por las letras del título que sobresalen del libro. Llevamos mitad de camino hacia Druseon, y no he podido caer totalmente en cuenta de lo ue aquella niña me ha obsequiado. Es una escalofriante coincidencia. Pero a la vez un tipo de confirmación.

—¿Que tanto le ves a ese libro?

Dafina me habla desde su puesto y elevo mi vista hacia ella.

—No es tu asunto. —lo meto en la funda nuevamente y le doy una mirada indolente.

—¿Es un regalo de su queridísimo príncipe? ¿Al igual que ese anillo? —da un vistazo a mi dedo anular dónde descansa el aro con la piedra preciosa.

Soslayo las preguntas de Dafina y veo en dirección al camino. Nninguna vuelve a decir otra palabra durante todo el viaje, y tras una hora o más, tocamos suelo druseonano.

Me gustaría decir sigue igual que la última vez que estuve aquí, pero la realidad es otra. Luego del último ataque, mi nación se ve desolada y revuelta. No hay muchas personas en las calles, y casi todos los caminos están siendo vigilados por guardias leopibianos y uno que otro druseonanos que queda. Al pisar Bournin, todo se vuelve más riguroso y oscuro. Cada rastro verde del jardín es ahora solo tierra, hay más rejas que antes y la fachada de la casa es aún más sombría de lo que recordaba.

El carruaje se detiene y luego la puerta a mi lado es abierta por el cochero. Le doy un vistazo a Dafina, y ella solo permanece pegada a su asiento; desciendo del transporte y me quedo a su lado. La mujer pelirroja me sigue el paso, y ve todo su entorno con cierta desconfianza. Lamentablemente comparto su mismo sentimiento.

Uno de los guardias va por mis pertenencias, pero Demian se adelanta y encarga de ello. Yo le doy un asentamiento de cabeza.

—Finalmente ha llegado, princesa Kelsey.

Me sorprendo al ver a Adwyn atravesando la entrada y caminando en mi dirección con evidente entusiasmo, detrás de ella viene lo ue parece ser una domcella y un guardia leopibiano de piel oscura, y estatura un poco baja. Opto por no hacer ningún movimiento y esperar que llegue a estar en frente de mi, y al estarlo, hago una reverencia corta.

—Hola, princesa Adwyn. —saludo con voz serena ocultando mi asombro.

—Buenas tardes, su alteza real. —Dafina hace su habitual saludo adulador. Ruedo mis ojos.

La gentil princesa solo le responde con una sonrisa, que en mi criterio parece forzada pero intenta que no se note. Al ver nuevamente el lugar, puedo visualizar desde mi posición cada guardia que hay. Son muchos más de lo que alguna vez hubieron.

Posterior a eso, Adwyn nos acompaña hacia adentro y guía como si nunca fueramos pisado el lugar. A decir verdad, me siento como si no lo hiciera. Se nota que Hunter no ha perdido el tiempo con las decoraciones del palacio; todo ha sido reemplazado por su inefable gusto, que sorprendentemente es peor que el del soberbio rey Jannik Greenwood.

—El regente Hunter por ahora se encuentra con el consejo, por lo que no pudo recibirlas y solo está la princesa Adwyn Greenwood.  —vocifera el pequeño guardia. Es más bajo que yo, incluso.

Observo cada puerta que se ve desde aquí, y todas están custodiadas.  Hay ojos en todos lados; esto si me hace sentir un poco en casa.

—No hay cuidado. —responde Dafina a la vez que sigue con su incómoda sonrisa.

—Mejor aún. —no evito decir y la princesa parece no saber que hacer. Ante eso, doy unos pasos adelante en busca de retirarme pero Adwyn de nuevo viene hasta mi.

Luego, el guardia leopibiano se pone a su altura.

—La habitación para usted, está lista arriba. Y para la señora, hay una en la ala oeste del palacio. —informa con tono autoritario.

Observo el gesto de Dafina, y se le ve indignada por el sustantivo que ha usado el hombre. Me abstengo de rodar mis ojos.

—Sé a donde dirigirme, este es mi palacio —le dejo en claro—. Y con respeto a Dafina, no irá al ala oeste. Estará en la habitación al frente de la mía.

—Oh, es que... —Adwyn se remueve nerviosa— esa habitación no hasta acondicionada...

—No me importa, Dafina la prepara para ella misma.

El guardia no parece nada contento con mi orden, y luego veo que se encamina hacia mi equipaje.

—No toque mis cosas. —riño y este hunde su ceño.

—Solo la ayudaré, alteza.

—No. Para eso está Demian —lo señalo con expresión obvia. Eso termina por molestarlo—; para que sepa, no necesito ayuda de ninguno de ustedes... De ningún leopibiano.

Busco con la vista a Demian y este se pone a la par de mi. Tomo los extremos de mi vestido para irme directo a las escaleras mientras, el joven guardia me sigue. Demian me sigue el paso. A la mitad de las escaleras, me detengo para ver hacia abajo.

—Dafina.

Se sobresalta y con actitud adusta, entiende que debe seguirme. Camina con gran lentitud y resoplo; una vez va más adelante que yo, vuelvo a girar hacia abajo al oír a Adwyn decir mi nombre.

—Eh... Te hemos organizado una cena por tu cumpleaños. Te avisaré cuando tengas que bajar.

Asiente para si misma y luego se retira en compañía de aquel guardia. Solo puedo pensar que en Nezadian la segunda heredera de Leopibia me inquietaba, y ahora en Druseon me encuentro con su hermana... Quien me inquieta pero de una forma muy diferente.

Termino de subir las escaleras, y llego hasta Demian y Dafina, quienes me esperan cada uno al frente de las puertas de las habitaciones.

—Allí te quedarás —le dejo en claro a Dafina—. Y no creas que estoy siendo amable contigo, solo te necesito cerca de mi para que no pienses en hacer insensateces.

—No te preocupes, en ningún momento pensé que estabas siendo amable conmigo. Estoy acostumbrada. —gira el pomo y se adentra en la habitación.

Demian deja caer mis pertenencias al suelo, y nos doy paso a mis aposentos. Estando ya agotado por el peso, solo arrastra mi equipaje por el suelo y cierro la puerta.

—¿Está segura de ocultar esto aquí, alteza? ¿No es peligroso?




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