Reina de sangre

Capítulo XXXI: El torbellino en el mar sereno

Después de lo que parecieron horas, vi que el sol se estaba poniendo por el resquicio del final del túnel de la caverna. Era el atardecer. En ese momento, oí voces de afuera. Los dos hombres entraron por el túnel y se acercaron. Me obligaron a levantarme y me quitaron las cadenas de las manos y los pies, me llevaron hacia afuera y toque el suelo blando del exterior; extendí mi mirada y quedé casi estática. Benjamin estaban atado contra un árbol. Él joven robusto estaba soñoliento, y tenía un ojo hinchado. Se veía cansado y malherido. Quise correr hacia él, pero me halaron con fuerza y me mantuvieron a raya. En ese momento, escuché una voz profunda y poderosa. El rey había llegado. Los hombres se apartaron, y Jannik apareció al frente de mi.

—Podrás irte con tu amigo —sentí un alivio. Pero luego, Jannik agregó—. Antes tengo que decirte algo más.

La brisa golpeó mi rostro, y pronto empecé a sentir una corriente helada. Mi mandíbula temblaba y no pude evitar pensar en como estaría Benjamin, de seguro llevaba horas ahí.

—Deberías arreglar el problema que Dafina lleva consigo —sugirió Jannik con voz severa, pero era una dura exigencia—. Si Dafina tiene un varón, podrá alegar su derecho a la corona y Hunter no será rey. Y eso no puede suceder. —usó un tono condescendiente, como si me costara entender lo que ordenada.

—¿Y si no lo hago? —me atreví a retar con gesto adusto. Él permaneció calmado, pero después en un solo arrebato me tomo de un brazo y sacó un quejido de mi.

—Me encargaré yo, de forma viceral frente a ti.

Me soltó con la misma fuerza. Clavé en Jannik una mirada furiosa, mis ojos eran duros, oscuros y fríos, mientras la ira bullía bajo la superficie. De repente, sentí un dolor agudo en la cabeza y todo se oscureció. Dejé de pensar, de ver, de sentir, y caí al piso, inconsciente. Cuando abrí los ojos, era de noche.

Estaba en una habitación pequeña, cerca de una ventana, y sentía las piernas doloridas. Me incorporé, poco a poco, mientras me desperezaba, evaluando el lugar donde estaba, reconocí que era la torre abandonada cerca del bosque. Apenas podía recordar cómo había llegado allí, luego pensé que debió ser Jannik quien me había traído. Entonces recordó a Benjamín, y me reincorpore con un poco de esfuerzo. Lo busqué en cada rincón de la torre. Recorrí los pasillos oscuros, escaleras sucias y abandonadas. Grite su nombre y empecé a temer lo peor; decidí subir nuevamente y me asomé por una ventana apartando las cortinas desgastadas, y vi que, a través de la maleza, se extendían los pastizales y allí pude ver algo. Entonces salí y di vuelta a la torre, me encontré con la figura inmóvil de Benjamín, tirado en el suelo, inconsciente y sangrando de una profunda herida en la frente. Deje escapar un grito de horror. Me arrodillé junto a él y lo agarré por la nuca, toqué suavemente su cara y al sentir que tenía pulso, comencé a sollozar.

Reuní todas mis fuerzas, y lo levanté. Pasé su brazo por mis hombros, y lo arrastré conmigo hasta el sendero más cercano. También estaba lastimada, no como él y gracias a eso, pude caminar lo más apresurado posible. La oscuridad de la noche nos arropaba, y también la brisa helada pero no podía detenerme, alguien debía atender las heridas de Benjamin y para eso no me sentía capacitada. Temblaba de miedo, el cuerpo que llevaba sobre mis hombros, era frío y liviano, y la sangre de la herida en su frente me estaba manchando la ropa. Una niebla espesa ocultaba los árboles que los rodeaban.

El camino a través del bosque era silencioso y escalofriante. Las ramas de los árboles se agitaban, acompañadas del suave susurro del viento, la última vez que había recorrido estos caminos, había sido durante la primera invasión al palacio. Cuando murieron las doncellas, cuando pensé que me eran fieles al igual que Demian, y también fue la última vez que ví a mi preciada Erva. Y cuando, ocurrió... Aquel evento trágico para mi. Mi vida había cambiado demasiado en algunos aspectos, y en otros solo era más cruel y despiadada.

Sacudi mis pensamientos y nos detuve. La niebla se había vuelto tan densa que apenas podía ver los árboles más cercanos, acomodé el cuerpo de Benjamin en las raíces gruesas de un árbol y tomé aire.

Escuché galopar a lo lejos, acompañado por la luz de antorchas. Retrocedí desconfiada, no sabía si serían aliados o algún otro peligro. El campo estaba oscuro, no había forma de diferenciar quien venían, o quiénes eran. Me pusé tensa, preparada para lo que viniera; no tenía ninguna arma en mis manos y busque entre la oscuridad aunque sea una roca.

La luz de las antorchas, alcanzó a nuestra posición y pude identificarlos, por lo que baje la guardia. Uno de los jinetes se detuvo a poca distancia y los ví con alivio; eran Serkan y Ulrik, acompañados de soldados de Nezadian. Con mirada decidida en su rostro, los dos hombres descendieron de sus monturas y se acercaron corriendo desbocados. Serkan y Ulrik no parecían haber descansado en toda la noche. Iban vestidos con  trajes de viaje, y sus caballos, jadeando. Estaban cubiertos de polvo y sus rostros, demacrados por la fatiga y la preocupación.

Casi sin aliento, desesperé y mis manos temblaron.

—¡Serkan! —grité—. ¡Por favor, ayudame! ¡Benjamin está herido! Tienen que llevarlo para que un médico lo cure.

—¿Estás bien, Kels? —su voz sonó suave y atenta. No respondí, sólo agité la cabeza. Su rostro, con la luz de las antorchas, se veía con preocupación y algo—. Kelsey, ¿qué pasó? —sus ojos no perdían el contacto conmigo.

—De prisa, hay que ir al palacio. —escuché a decir a Ulrik. De inmediato me aparte de Serkan.

—¡No! —negué frenéticamente, mientras veía como levantaban a Benjamin con cuidado. Detuvieron sus movimientos—. Llevenmoslo a Nezadian.

—Kelsey, no hay tiempo —Ulrik respiró con dificultad e intercalo su mirada, entre Serkan y yo—. Debemos llevarlo al palacio, está mas cerca y allá estará el médico real.




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