Reina de sangre

Capitulo XXXIII: Towland bajo rebeldes.

Un par de doncellas entraron a la sala común con vendas, una jarra de agua y una toalla. Las doncellas me limpiaron los dedos rotos con delicadeza, mientras sentía mis dedos moverse y huesos levantarse y colocarse. Luego, me empezaron a envolver los dedos y un poco más arriba. Mientras las doncellas me atendían, las marcas en mi palma se hizo evidente. La doncella se detuvo, mirándome con asombro.
—¿Qué es esto? —preguntó en voz baja.
—Nada que sea de tu incumbencia. —dije en regaño. Retire mis manos y yo misma seguí vendando las manos.
Escuchaba los murmullos de Serkan y el médico real, pero no podía comprender las palabras, solo el tono de la conversación. Al parecer, el médico le estaba informando a Serkan de la gravedad de mis heridas.
—Son heridas viejas, alteza. Heridas mal curadas, y otras marcas más preocupantes. —fue lo que llegué a escuchar.
Serkan se quedó pensativo un momento, y de repente sentí como empezaron a curar una herida en mi ceja y me quejó con molestia. Me estremecí y Serkan volteó. Su mirada era atenta y profunda, como si estuviera tratando de entender algo. Finalmente.
Volví a quejarme, cuando intentaron ver unos rasguños en mi espalda. El tono de la conversación entre Serkan y el médico se volvió más formal y serio. Estaba a punto de preguntar, pero me detuve al sentir una mano en el hombro. Era Serkan, quien le sonreía con un aire tranquilizador.
—¿Qué te ha dicho? —pregunté con desconfianza.
—Lo que ambos sabemos —sus manos se quedaron en los bolsillos de pantalón—, que nunca dejas que atiendan tus heridas.
Traté de responder, pero en eso me harté de los toques de las doncellas y me giré para ordenlarles parar. Mi grito fue tan súbito, que las manos de las doncellas comenzaron a temblar, y el médico las miró preocupado. Serkan se me quedó mirando con serenidad.
—Tranquila, Kelsey. —me miró a los ojos—. Tienes que dejar que te atiendan, necesitas recuperarte.
—Necesito saber de Ethel y Benjamin. Necesito saber por qué los rebeldes invadieron Nezadian. —reclamé inquieta.
Serkan suspiró y puso una mano sobre mi hombro. Su pulgar se movió en circulos, y yo observé su gesto con recelo.
—Primero tienes que recuperarte. Si quieres, te puedo acompañar a tu habitación.
No me sentía cómoda con la idea de ser cuidada. Me resultaba inquietante tanta atención, sobre todo de parte de Serkan; me removí con sigilo y tensé la mandíbula.
—No es propio. —murmuré desviando el tema.
En un segundo, Serkan hizo unas señas silenciosas para que tanto las doncellas como el médico, se retirarán y nos dejaran solos. Luego, él tomo un banquillo y se sentó frente a mi, para luego tomar mis manos con sumo cuidado. Sentí la piel de sus manos caliente y agradable. Mi respiración se acompasó a la de Serkan, y los dos respirabamos profundamente.
—¿Qué haces? —quise reclamar, pero más bien salió un sonido titubeante.Él estaba curando las heridas en mi muñeca, delicadamente y con pausas.
—Cuidando de ti. —dijo con dulzura, mezclado de un tono obvio.
Lo miré con sospecha, pero me sentía más relajada, como si todo el estrés comenzara a desvanecerse. Y una pregunta se iba formando en mi cabeza.
—¿Por qué haces esto? —murmure.
—¿Exactamente qué?
Reflexioné por un momento, no quería sonar egoísta ni abusiva, pero necesitaba comprender la motivación de Serkan.
—Curarme, atender mis heridas… hacer lo que haces… por mí —susurré—. Nunca me tratas mal, aún cuando yo he sido altanera, desgraciada, egoísta..
—No eres ninguna de esas cosas. Estás cansada y tensa. Todos lo estamos, porque estos tiempos han sido duros, y todos nos hemos visto envueltos en momentos difíciles y agobiantes. Sobre todo tú. Pero aquí estamos, tratando de sobrevivir juntos. —dijo con firmeza.

Yo solo parpadeé. Él dijo: juntos. Nos veía como una unidad.
—¿Crees que algún día recibirás está misma gratitud de mi parte? —mi voz fue casi lúgubre, triste.
Esperé la respuesta de Serkan. Estaba ansiosa, impaciente y nerviosa. Aquel sentimiento me retumbaba en la cabeza. Sentía que dependía de lo que él le respondiera. Mi corazón palpitaba, era un sentimiento agobiante. Sin embargo, de alguna forma, esa pregunta me había liberado un peso de mi espíritu. Ahora sabía que de algún modo, esperaba una respuesta.
—Si, no tengo duda.
Serkan afirmó, sin preocupación. Sentí sus dedos acariciar los míos, y por un segundo el terror me invadió, al ver que estaba casi apreciando mis terribles cicatrices en la palma de mi mano. Quise esconderla nuevamente, pero antes de hacerlo, él dejó beso sobre mi mano. No podía creer lo que estaba sucediendo. No recordaba la última vez que alguien se había acercado de esa forma a su mano. Y eso fácil, ya que nunca había pasado. Beso mi mano con respeto y ternura, mi primer movimiento quizas hubiera sido reaccionar con un golpe. Una objeción o alarido. Mis cicatrices eran recuerdos turbulentos, había llegado a sentir vergüenza y desprecio por ello. Pero en aquel momento, Serkan con un solo gesto hizo que mis acciones cambiarán.
—Nunca deberías sentir vergüenza de ellas. A la verdadera gente, no le importan tus cicatrices. Lo único que importa es la persona que hay detrás de ellas. Y de cualquier forma, no hace que seas menos valiosa, o menos bella, o menos digna de respeto y amor. —seguía hablando con firmeza, pero con calma.
Lo miré con los ojos atentos, y la boca entreabierta. Podía casi asegurar, que algo había cambiado en mi mirada y eso me aterraba.
—Serkan…
Él se puso de pie, y tomó mi rostro con caricias suaves. Elevé mi rostro, para verlo. Mi sentidos estaban casi dormidos, estaba en una trance y sus ojos se veían más intensos que nunca, sus pómulos rojos lo hicieron de alguna manera extraña, más atractivo y esa ola de calor recorrió mi cuerpo. No pude pronunciar una palabra más. En ese momento, sentí que mi mirada se nublaba y un estallido de emocion recorrió mi pecho. No estaba acostumbrada a tales expresiones y a ser tratada de forma tan atenta y respetuosa. Serkan me estaba transformando, desde dentro. Y ese sentimiento era más poderoso que nada. Y el más aterrador de todos.
Serkan se inclinó, y su rostro se acercó poco a poco al mío. Retuve la respiración, y los labios de Serkan llegaron hasta mi mejilla, muy cerca de la comisura de sus labios, robando la poca cordura que quedada en mi. Luego se alejó y yo me quedé estática, sin poder moverme.
—Las doncellas te llevarán a tus aposentos. Descansa.
Dejé caer mi vista y noté el calor en mis mejillas. Me temblaban las piernas, y no podía pronunciar ni una palabra. Como si la confusión y el sentimiento estuvieran invadiendo todo mi cuerpo. Y él se iba, dejándome con la mente en blanco, con sentimientos muy contrastantes. Parecía una tortura.
Pero mientras se alejaba, se oyó la voz de Serkan, una vez más. Levantó la vista hacia él y sentí un escalofrío al ver a Serkan de espaldas. Sus hombros estaban erguidos, y parecía no haber tenido ese momento tan intenso. Lo observóé alejarse, cada vez más lejos, hasta que desapareció por una puerta.
—Ahora la patética soy yo…
Golpeé incesantemente la pluma sobre la madera del peinador de la habitación, viendo hacia la ventana. No podía de dejar de pensar en la invasión, y en qué pudo ser un ataque por parte e Jannik. Un tipo de advertencia; uno el cual incluía probablemente el secuestro de Ethel y Benjamin. Miré hacia la hoja bajo mis manos, y leí cada palabra que se me habia ocurrido, como un método de desahogo. Siempre me ayudó escribir mis ideas, siempre pude sacar conclusiones y atar cabos sueltos, pero esta vez mi mente estaba totalmente nublada.
La manera en la que los rebeldes habían invadido, la rapidez y la destrucción que habían dejado, no encajaba con la resistencia que se había estado llevando a cabo. Conocía a los rebeldes y sabía cómo actuaban.
Alguien tocó la puerta, e inmediatamente guarde el papel dentro de uno de los cajones del peinador. Me puse de pie, y alise mi vestido mientras caminaba a la puerta. Al abrir, las mismas doncellas de hace unas horas, estaban sonriéndome con afán y dieron una reverencia.
—Estamos aquí a petición del rey, para llevarla hasta la sala del trono. —anunció una de las doncellas.




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