Reina del caos

12

Aidén Sullivan

Resoplo con molestia mientras camino hacia el sótano, la taza de café caliente entre mis manos.

¿Cuánto tiempo llevan ahí abajo?

Horas, probablemente.

Bajo los escalones iluminados por esa maldita bombilla que apenas hace su trabajo, lanzando sombras alargadas que parecen burlarse de mí.

Un paso en falso y me encontrarán de bruces al final de estas escaleras.

Sería todo un espectáculo: el gran Aiden, líder de la mafia, derribado por unas escaleras y una mala iluminación.

Irónico.

—Al menos si me caigo, el café me amortiguará el golpe, ¿no? —murmuró en voz alta, aunque se que no tendré respuesta.

De todas formas, tampoco me importa.

Cuando llego al pie de las escaleras, me detengo un momento.

Lucas esta en un rincón de la habitación, con la mirada fija en unas imágenes viejas, aparentemente perdido en sus pensamientos.

Al otro lado, Emma, enfrascada en la lectura de unos papeles, apenas parece consciente de mi presencia.

Me acerco en silencio hasta quedar justo detrás de ella.

Intento leer lo que tiene en las manos, pero con esta maldita luz, las palabras parecen más un montón de garabatos que algo comprensible.

—Te vas a quedar ciega si sigues tratando de leer eso con esta luz —le suelto, mi voz resonando en este sótano decrépito.

Emma levanta la cabeza de golpe y me lanza una mirada que podría derretir el acero.

—No es tu asunto —replica cortante antes de ponerse de pie.

La observo, notando cómo apenas llega a mi pecho.

Por un momento, siento algo parecido a la ternura, pero lo desecho de inmediato.

No puedo permitirme esas distracciones.

Sin decir más, Emma levanta una caja repleta de carpetas y papeles y pasa junto a mí, rozando mi brazo.

El aroma que deja a su paso me sorprende; un olor fresco, frutal, como a duraznos recién cortados.

Me quedo mirándola mientras sube las escaleras, incapaz de apartar la vista hasta que desaparece.

Cuando nos quedamos solos me acercó a Lucas, quien sigue sentado en el suelo, absorto en las imágenes que tiene en las manos.

Me agachó para recoger una de las fotos y le doy otro sorbo a su café antes de dejar la taza a un lado.

La primera foto que veo es de Emma cuando era solo una niña, la misma niña que recuerdo de hace dieciséis años.

Está en un jardín, sonriendo con esa falta de dientes característica de los niños de esa edad, abrazando a un perro enorme que casi la cubre por completo.

La siguiente imagen es de una fiesta de cumpleaños.

Emma, de unos doce años, rodeada de amigos, con una gran torta enfrente y una corona de cartón dorado en la cabeza.

Parece tan normal, tan... ajena a la vida que llevaba antes de desaparecer.

No puedo evitar sentir una punzada en el pecho al pensar en todo lo que nos hemos perdido.

Lucas rompe el silencio, su voz suena más baja y reflexiva de lo habitual.

—No parece que haya tenido una mala vida en estos últimos años--- dice con una mezcla de tristeza y arrepentimiento que es rara en el.

Pero cuando vuelvo a mirar las fotos, me doy cuenta de que tiene razón.

Parecía que quienes la criaron realmente la han querido y cuidado, como si no supieran de dónde provenía.

Sus padres adoptivos la cuidaron bien.

A vivido una vida feliz, segura.

—Parece como si realmente no supieran de dónde venía —murmuro, aún concentrado en las imágenes.

Lucas asiente, su mirada todavía perdida en las fotos.

—Y si ellos no lo sabían... entonces, ¿quién fue el que se la llevó?

La pregunta queda en el aire, sin respuesta.

Demasiados cabos sueltos, demasiadas preguntas sin contestar.

Tomo algunas de las imágenes antes de levantarme de nuevo.

Dejo a Lucas sentado en el suelo, inmerso en sus pensamientos, mientras yo subo las escaleras de vuelta.

...

Reviso los mensajes de mi teléfono por décima vez en la última hora, esperando encontrar algo de Ethan.

Necesito esa información sobre la familia adoptiva de Emma, pero no hay ni un maldito mensaje nuevo.

Han pasado horas desde que le mandé las fotos y, hasta ahora, silencio absoluto.

La espera me está desesperando.

Me cruzo con Lucas cuando salgo de la casa.

Tiene la mirada perdida, como si estuviera en otro planeta, así que ni siquiera nota que paso junto a él.

Al volver a entrar, lo primero que noto es el caos en el salón.

Papeles esparcidos por todas partes, carpetas abiertas y documentos desparramados.

Y en medio de todo ese desorden, ahí está Emma, de pie junto a la mesa, con unas gafas puestas que le dan un aire de seriedad, aunque la forma en que frunce el ceño me hace sonreír internamente.

Me acerco en silencio, colocándome a su lado.

Ella me lanza una mirada sospechosa, como si fuera un intruso en su pequeño mundo de papeles.

Levanto una ceja, devolviéndole la mirada.

—¿Qué estás haciendo? —pregunta, como si estuviera desenterrando secretos del universo.

—Tratando de comprender lo que sea que estés haciendo —le respondo con burla.

Emma respira hondo, claramente frustrada, y me lanza un dato que no esperaba.

—Mi padre estuvo bastante extraño un mes antes de morir. Como si sospechara algo o hubiera descubierto algo importante.

Me quedo en silencio, procesando sus palabras mientras ella sigue hablando.

—Mi padre y mi abuelo fueron a varios lugares, trajeron varias carpetas y documentos que metieron en esa caja —dice, señalando una caja vacía en la esquina del salón.

Asiento lentamente, pero tengo que recordarle la realidad, aunque no quiera oírla.

—Creo que no has comprendido que ellos realmente no eran tus padres ni tus abuelos.

Emma me lanza una mirada que podría atravesar el acero.




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